
Relatos de curación
En una oportunidad, pasaron unas amigas a recogerme en su automóvil para ir a hacer unas compras. Yo les pedí que me llevaran primero a casa de otra amiga porque necesitaba entregarle algo.
Hace poco estábamos mi hermana y yo comiendo pescado en un restaurante en la playa, cuando de pronto sentí que se me había clavado una espina en el fondo de la lengua. Incluso en la garganta notaba el pinchazo.
Una mañana, hace unos años, me fui a afeitar y noté que tenía la mitad izquierda de la cara paralizada y el ojo un poco deformado. Durante el día, la condición parecía agravarse y una compañera de trabajo me dijo que tenía una parálisis facial y que debía ver a un médico.
Hace unos años, comencé a tener fuertes dolores de cabeza, junto con un estado de desánimo y apatía, y de una gran depresión. Lo único que quería era estar en mi cama, a oscuras, sin hablar con nadie.
Hace un par de veranos pasamos unos días con mi esposo en casa de mi mamá, en su parcela en el sur de Chile, a escasos kilómetros del pueblo de Santa Bárbara. Un día decidimos salir de paseo junto a mis tres sobrinos de 18, 13 y 9 años y nos adentramos en una zona cercana a la cordillera donde habitan comunidades indígenas.
Durante varios años estuve sufriendo de sobrepeso. Hice numerosas dietas, gasté mucho dinero y me sentía muy deprimida porque nada funcionaba.
Un sábado por la tarde, nuestro hijo adolescente salió a correr por el bosque cercano al colegio donde estudia como interno. Llevaba puestos unos shorts y una camiseta.
Me gusta mucho la manera de orar en la Ciencia Cristiana porque no empezamos con el problema, sino con Dios. Cuando logramos cambiar nuestro pensamiento y percibimos la perfección de Su creación, la condición, cualquiera sea, desaparece.
Cuando conocí el libro Ciencia y Salud, hacía ya un tiempo que estaba tomando hormonas que los médicos me habían recetado para la tiroides. También sufría de fuertes dolores de cabeza.
Después de haber pasado por varias situaciones difíciles en mi vida, como el fallecimiento de mi padre y un divorcio después de años de casada, viendo que una querida tía siempre se veía bien, un día le pedí que me hablara de la Ciencia Cristiana. Cuando me prestó el libro Ciencia y Salud, su lectura empezó a cambiar mi forma de pensar y sin esfuerzo alguno me conquistó para siempre.