Editoriales
Todos queremos sentirnos seguros, donde sea que estemos. Las medidas de seguridad humanas, por mucho que se necesiten, no pueden garantizar la seguridad.
Así como la luz disipa la oscuridad simplemente por ser luz, del mismo modo el Amor —simplemente por ser Amor— pone al descubierto y extermina totalmente el supuesto opuesto de sí mismo.
A medida que aumentaba su comprensión de la revelación divina, la Sra. Eddy estuvo cada vez más convencida de que el descubrimiento de la Verdad divina que se le había revelado mediante la curación-Cristo, sólo podía ser confirmada en este mundo mediante ese tipo de curación.
Muchos han buscado, y continúan buscando, curación. Una mujer, desesperada en busca de ayuda, cuando vio a Cristo Jesús, se dijo a sí misma: “Si tocare solamente su manto, seré salva” (Mateo 9:21).
Orar para obtener curación puede ser una tarea alegre y llena de expectativa. No obstante, a veces puede parecer agobiante, incluso infundirnos temor, porque pensamos que tenemos que orar contra algo que nos amenaza.
Tarde o temprano, a través del Cristo siempre presente —la afectuosa presencia y poder de Dios que nos guía espiritualmente— cada uno aprende que los hijos de Dios están sostenidos solo por Él, y que nuestro Padre-Madre del todo afectuoso e infinitamente solícito, no carece ni de la disposición ni de la habilidad para proveernos plenamente a todos. La sequía no puede formar parte del cuidado que brinda el Amor divino, como tampoco puede la Mente omnisapiente e infinitamente buena, conocerla.
¿Cuánto piensas en ti mismo como científico? ¿Qué tipo de experimentos has realizado últimamente? ¿Qué datos has estado investigando para encontrar la respuesta a un problema que necesita solución?
En ocasiones, es fácil preguntarse qué podemos hacer para ayudar al mundo. Por ejemplo, hace poco se informó que “el número de personas que se ven forzadas a huir de sus hogares alrededor del mundo, ha excedido los 50 millones por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial” ( The Guardian, June 19, 2014).
El anhelo más profundo de la humanidad es espiritual. Puede tratarse de un anhelo de paz y seguridad, una añoranza por la libertad, una desesperación latente sobre las finanzas, o el deseo de ser sano y feliz; muchos de nosotros estamos buscando algo cuya fuente no se encuentra en el punto de vista convencional de la vida.
Al mirar Casablanca, por enésima vez, resulta fácil ver por qué esta película en blanco y negro de 1942, sigue siendo un clásico de Hollywood. Cada uno de los personajes principales va descubriendo cómo el amor desinteresado triunfa sobre la tiranía en sus numerosas formas, como son, el egoísmo, la complacencia personal y la justificación propia.