
Editoriales
La quietud que resulta al comprender la omnipresencia del Espíritu tiene un impacto sanador continuo.
Buscar la guía de Dios alimenta la profunda hambre por las cosas del Espíritu. Esto aleja el egocentrismo y nos permite discernir la verdad de la existencia.
La admisión de que somos la semejanza de Dios restaura la salud, purifica nuestros corazones y saca a la luz el valor que el Amor nos ha otorgado.
Las pruebas individuales del poder de Dios, por medio de nuestro crecimiento espiritual y práctica sanadora, apartan el pensamiento de las limitaciones de la materia hacia el Amor y el Espíritu; y esto llevará a una mayor realidad y solidez de la luz del Cristo en nuestras vidas, y como resultado habrá más motivación y seremos iluminados nosotros mismos y los demás.
Qué reconfortante es saber que hay una llave maestra que puede abrir cualquier puerta y llevar a la resolución de cada problema humano. Esta llave maestra es el Cristo.
El hecho espiritual de la inseparabilidad de Dios y el hombre también significa nuestra completa separación de todo lo que no se origina en un Dios del todo amoroso.
Es una promesa tan alegre saber que podemos emerger de la consciencia de la enfermedad y el pecado al descubrir nuestra verdadera forma de pensar espiritual, nuestra inherente semejanza al Cristo.
Tenemos la oportunidad a cada momento de despertar aún más a nuestra vida como reflejo de Dios, crecer a la estatura del Cristo y cosechar las recompensas de sanarnos a nosotros mismos y a los demás.
Para mí, un ingrediente esencial de la oración es plantear preguntas. Con frecuencia le pregunto a Dios: “¿Qué necesito saber?” O, “¿Por qué necesito orar?”. Dios, la inteligencia infinita, ya es consciente de cada idea.
Lo verdadero no es lo que los sentidos materiales nos muestran —enfermedad, inestabilidad, pobreza, desastres naturales, etc.— sino lo que es bueno y permanente, lo que Dios nos da constantemente.