Editoriales
Es una promesa tan alegre saber que podemos emerger de la consciencia de la enfermedad y el pecado al descubrir nuestra verdadera forma de pensar espiritual, nuestra inherente semejanza al Cristo.
Tenemos la oportunidad a cada momento de despertar aún más a nuestra vida como reflejo de Dios, crecer a la estatura del Cristo y cosechar las recompensas de sanarnos a nosotros mismos y a los demás.
Para mí, un ingrediente esencial de la oración es plantear preguntas. Con frecuencia le pregunto a Dios: “¿Qué necesito saber?” O, “¿Por qué necesito orar?”. Dios, la inteligencia infinita, ya es consciente de cada idea.
Lo verdadero no es lo que los sentidos materiales nos muestran —enfermedad, inestabilidad, pobreza, desastres naturales, etc.— sino lo que es bueno y permanente, lo que Dios nos da constantemente.
La comprensión correcta de Dios, que la Ciencia enseña, restaura la salud y la armonía. La obra de Dios es perfecta. Nada se puede agregar o quitar de ella, y permanece perfecta para siempre.
¿Cuál es nuestra verdadera relación con Dios? Este autor explica que no existe Dios y además el hombre, sino más bien Dios y la expresión de Dios, el hombre; que hay infinitas expresiones de esta inteligencia divina creativa única, incluyendo a cada uno de nosotros. No hay ego separado. Dios, la Mente divina, es realmente Todo.
El Cristo nos impulsa a vivir desde el Amor y a hacer lo correcto, a pesar del temor a las consecuencias. Nos brinda la sincera convicción de que podemos seguir adelante.
Es sólo el Amor divino, vivido prácticamente en nuestra experiencia diaria, lo que permite que nuestros sistemas políticos pasen metafóricamente de la muerte a la vida, para ser renovados y fortalecidos.
Cuando las cosas que hemos apreciado están inestables, cambian, son cuestionadas o debatidas, o incluso perdidas, encontramos que la misma Roca salvadora que encontró el salmista —el fundamento eterno y espiritual del Amor divino, Dios— todavía está presente.
Querer hacer una diferencia para la humanidad es más que una perspectiva positiva del mundo. Es el resultado del impulso espiritual en la consciencia humana llamado el Cristo.