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EDITORIAL

¿Cómo sana Dios?

Del número de febrero de 2024 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 9 de noviembre de 2023 como original para la Web.


La Biblia indica que Dios declara categóricamente: “Yo soy el Señor que te sana” (Éxodo 15:26, New King James Version), y establece que la curación es una actividad de Dios. Cristo Jesús lo probó. Al referirse a Dios, manifestó: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo” (Juan 5:17). La Biblia dice que cuando las multitudes vieron la obra sanadora de Jesús, glorificaron a Dios, no a Jesús. 

Sin embargo, en Habacuc 1:13 leemos que Dios es “muy limpio… de ojos para ver el mal”. Como la enfermedad es un mal que Dios no puede  ver, ¿cómo la sana entonces? He reflexionado sobre esta pregunta desde que comencé a estudiar la Ciencia Cristiana, porque sé que cuando se adquiere el significado espiritual de la Biblia, se aclara lo que puede, a primera vista, parecer contradictorio. 

Una curación que tuve cuando era nueva en mi estudio de la Ciencia Cristiana me ayudó a comprender mejor cómo sana Dios. Había solicitado ayuda a través de la oración a una practicista de la Ciencia Cristiana por un problema físico doloroso y prolongado. Ella dijo que Dios no conocía el problema. Esto me molestó mucho, ya que pensé que esto quería decir que Dios no sería capaz de sanar la condición. Mientras luchaba con esto, tuve un momento de clara percepción espiritual: si el Dios omnisciente no conocía algo, entonces no podía ser real. En ese momento de revelación, hace más de treinta años, sané permanentemente.

Entonces, ¿cómo sana Dios? Me parece útil una analogía de las matemáticas. El principio de la adición gobierna el dos más dos. La respuesta siempre es cuatro, independientemente de quién lo esté calculando. Si alguien cree erróneamente que dos más dos es igual a veintidós, el error se corrige al obtener una mejor comprensión del principio de la suma. El principio en sí mismo no conoce el error en particular, pero gobierna la ecuación. Adherirse a las reglas siempre corrige el error.

En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, leemos: “Al sanar a los enfermos y a los pecadores, Jesús dejó en claro el hecho de que el efecto sanador resultaba de la comprensión del Principio divino y del espíritu-Cristo que gobernaba al Jesús corpóreo” (Mary Baker Eddy, pág. 141). La Ciencia Cristiana enseña que Dios es el Principio divino de la existencia. Y, al igual que Jesús, al ser gobernados por el espíritu-Cristo — al comprender la perfección de Dios y Su creación espiritual— probamos que la constante operación de este Principio tiene como resultado la curación física. 

La mala salud, la carencia, los defectos de carácter, el pecado, etc., se apartan de la norma de perfección de Dios. Sin embargo, a través de la oración, el estudio espiritual y la fe absoluta en el Principio divino de la Ciencia del Cristo, la Verdad, probamos que la ley de Dios corrige, transforma y sana.

¿Es ingenuo o peligroso considerar la enfermedad como otra cosa que no sea una realidad sólida y sustancial? Hay varios ejemplos en Ciencia y Salud que abordan esto y llevan a pensar más profundamente. He aquí dos de ellos.

En un caso, una mujer, obligada por su médico a ser anestesiada para que se le pudiera realizar una operación quirúrgica de manera segura, creyó que el anestésico la mataría y murió. Más tarde, un tribunal dictaminó que fue su miedo a inhalar el anestésico en lugar de la sustancia en sí lo que resultó en su muerte. En el segundo caso, un hombre creía que cuando su médico le insertara un termómetro en la boca, sanaría de la parálisis, y así fue (véanse págs. 158-159, 152). 

La Ciencia Cristiana comienza con Dios y Su ley como la realidad, en lugar de comenzar con el problema o la creencia. Hace la importante distinción entre la mente humana, que causa la enfermedad, y Dios —la Mente o Principio divino— que sana. La oración en la Ciencia Cristiana sigue el ejemplo de Jesús de mantener firme en el pensamiento la perfección de Dios y Su creación espiritual. Esta oración cristianamente científica comienza a corregir y a disipar las creencias falsas, reemplazándolas con la verdad del ser, que siempre ha sido verdadera, y se ajusta a la ley de Dios. Cuando una creencia falsa es corregida a través de la comprensión de la Verdad, se produce como resultado la curación —tanto mental como física— como lo experimenté cuando comencé a estudiar la Ciencia Cristiana.

Jesús dijo que no había venido a destruir la ley de Dios, sino a cumplirla. “¿Es posible, entonces, creer que los males para cuya destrucción Jesús vivió sean verdaderos o el producto de la voluntad divina?” (Ciencia y Salud, pág. 474). Todo lo que Dios sabe permanece para siempre. No se puede cambiar. Dios no conoce el mal de ninguna clase. La Sra. Eddy escribe: “Los Científicos Cristianos se adhieren firmemente a esta declaración; sí, ellos la entienden y entienden la ley que la gobierna, es decir, que Dios, el Principio divino de la Ciencia Cristiana, es ‘muy limpio… de ojos para ver el mal’” (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, págs. 299-300).

Esta es la confianza en la que se basa la curación en la Ciencia Cristiana. Poco a poco, a medida que estudiamos las enseñanzas de la Ciencia Cristiana, adquirimos el significado espiritual de la Biblia, seguimos el ejemplo de Jesús y nos adherimos a las reglas de Ciencia y Salud, nuestra fe en Dios se fortalece. E incluso de las pruebas más modestas de curación que vemos en nuestra práctica de la Ciencia Cristiana, comprendemos mejor cómo sana Dios.

Moji George,
Miembro de la Junta Directiva de la Ciencia Cristiana 

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