Editoriales
Todos hemos escuchado alguna vez decir que si fuésemos buenos en todo sentido, la vida sería bastante aburrida. No obstante, no ser totalmente buenos está causando considerables problemas en la década del 80.
Solíamos ir al cine casi todos los sábados por la tarde durante el verano. El cine no costaba mucho en esos días para los menores de doce años.
Hay muchas maneras de orar. Y muchas de nuestras oraciones por cierto que nos ayudan a sentirnos más cerca de Dios, y a ser más receptivos a Su voluntad.
Todos hemos leído acerca del valor de hombres y mujeres que se han negado a hacer concesiones en cuanto a su adoración a Dios, aun cuando la conveniencia podría haber dictado un curso de acción más “seguro”. Las Escrituras están llenas de tales relatos.
En Jesús tenemos un ejemplo único de lo que el Cristo, la Verdad, hace en la vida humana, en el ser humano. Pero para ver algún efecto del Cristo en nuestra vida, se requiere una verdadera disposición para dejar nuestras presunciones y opiniones y recurrir al Cristo para que nos guíe.
Cuando Cristo Jesús fundó su iglesia en la roca del Cristo, inmediatamente proclamó su naturaleza inviolable con estas palabras: “Y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”. Mateo 16:18.
Pensar que la lectura de un libro pueda resultar en una curación física y hacer que el pecado parezca absurdo, es algo que va más allá de la credulidad humana. La primera vez que busqué curación leyendo Ciencia y Salud por la Sra.
Si hoy en día, Thomas Edison entrara en una cocina o en una sala típicas de una familia de la clase media, vería un conjunto extraordinario de maravillas mecánicas y eléctricas. Ciertamente que hasta el famoso inventor se maravillaría del efecto que han producido en la vida cotidiana de la gente los asombrosos adelantos de la tecnología desde 1880, cuando el foco eléctrico estuvo disponible comercialmente por primera vez.
Libertades individuales —libertades básicas de palabra, de prensa, de reunión, de religión— hoy en día todavía no están totalmente reconocidas como derechos inalienables en muchas partes de nuestro mundo. En cierto país, una mujer, como muchos de sus compatriotas, fue encarcelada como disidente.
Hace algunos años, visité la Catedral de Durham, en Inglaterra. Me impresionó su grandiosa estructura y magníficas proporciones, que proclamaban el deseo de los cristianos normandos de edificar un lugar de adoración merecedor del Altísimo.