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El galardón de seguir a Cristo Jesús

Del número de julio de 1989 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Se imagina usted lo que debe haber sido ser testigo de lo que hizo Cristo Jesús? Por ejemplo, un día fue a Capernaum. Tan pronto como había llegado al pueblo, un hombre fue a pedirle que ayudara a su siervo que “estaba enfermo y a punto de morir”. Jesús respondió al pedido, y rápidamente el “siervo que había estado enfermo” sanó. Lucas 7:2, 10.

Al día siguiente Jesús viajó a otro pueblo. El hijo de una mujer había muerto y lo llevaban a enterrar. Jesús dijo a la mujer que no llorara, y cuando se acercó al féretro, dijo: “Joven, a ti te digo, levántate”. Lucas 7:14. El joven resucitó instantáneamente.

Por supuesto, la mayoría de las curaciones de Jesús no están descritas en los Evangelios tan detalladamente. Pero hay muchos relatos de curaciones, incluso pasajes en donde simplemente leemos que “le trajeron todos los que tenían dolencias... y los sanó”. Mateo 4:24. Y durante muchas generaciones los seguidores de Jesús llevaron a cabo curaciones similares.

Pero también sabemos acerca de la oposición a sus curaciones y del hecho que finalmente fue tan fuerte la oposición que sus opositores trataron de destruir a Jesús y de acallar a sus discípulos. La historia de los comienzos de la Iglesia está llena de relatos en donde los seguidores de Jesús fueron encarcelados, acusados de crímenes contra la nación. Aun en el pueblo donde Jesús nació, durante su vida, “no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos”. Mateo 13:58.

También sus discípulos pasaron por períodos de considerables dudas: dudas acerca de su misión, dudas acerca de su discernimiento, dudas acerca de su existencia misma. Tomás, uno de sus primeros discípulos, tuvo que meter la mano en las heridas de Jesús para poder creer que Jesús había sobrevivido a la crucifixión y, posteriormente, a la tumba.

Hay lecciones que aprender de tales dudas e incredulidad. Es bueno que no las veamos como fallas personales de los discípulos de Jesús o de la gente que no lo tomaba en serio porque lo había visto crecer y vivir en Nazaret. Dudar del poder y de la presencia de Dios es una fase de la creencia mortal y un obstinado elemento en el pensamiento humano. Es un resultado de la confianza elemental en la materia y en el testimonio de los sentidos materiales; es la creencia en la realidad absoluta del hombre material y en la consiguiente realidad del pecado, la enfermedad y la muerte. Esta creencia material nos separa de la bondad de Dios, el Espíritu y Amor divinos.

Y si tomamos la Ciencia Cristiana más o menos como un paliativo, simplemente para aliviar los innumerables temores y dolores de la existencia material, entonces nuestra confianza en Dios siempre será vacilante.

Aunque la liberación del temor y de la enfermedad es el resultado de la comprensión natural de la Ciencia Cristiana, tal liberación requiere algo más radical que el deseo de sentirse cómodo. Este elemento radical es el comprender que Dios es el único creador del hombre, o sea, el hombre espiritual creado a imagen y semejanza de Dios. El propósito de la Ciencia Cristiana (si bien cura eficazmente el temor y la discordia humana) no es, en realidad, mantener la integridad del cuerpo físico o del mundo físico, actuando armoniosamente. Si éste fuera el caso, Jesús nunca habría permitido que sus enemigos torturaran su cuerpo o que fueran parte de su vida. Ni habría dejado jamás a la humanidad. Habría continuado siendo un eterno prisionero de la carne, quedándose siempre en la tierra para mantener a generación tras generación funcionando armoniosamente.

En efecto, tal sugestión es absurda. Pero si no percibimos la naturaleza eterna del hombre — nuestra verdadera naturaleza — como la idea espiritual de Dios, entonces, ¿no estamos acaso creyendo que vivimos en la materia y que el propósito esencial de la Ciencia es solamente apoyar y mantener una existencia material y una organización física? Me parece que por lo menos parte de las dudas que tuvieron los discípulos de Jesús respecto a él, a su labor sanadora y a la propia capacidad de ellos para hacer lo mismo, emanó de la creencia fundamental de que la materia es lo esencial. Y, entonces, la conclusión fundamental sería que el valor de la ley de Dios se defina principalmente en términos de si Su ley trae comodidad o no a la materia y a la existencia material.

Pero el verdadero propósito de Jesús fue el de presentar la idea verdadera de Dios. Y esta idea verdadera de Dios revela que el hombre no es un organismo material, pese a todo lo que la mente mortal arguya en contra.

Al referirse a Tomás, quien dudó de la resurrección de Jesús hasta que pudo tocar sus heridas, la Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “Para ese discípulo lerdo y escéptico Jesús seguía siendo una realidad carnal en tanto que el Maestro permaneciera como habitante de la tierra. Nada sino una exhibición de materia podía hacer real la existencia para Tomás. No le costaba trabajo creer en la materia, pero concebir la sustancialidad del Espíritu — saber que nada puede borrar a la Mente y la inmortalidad, en las cuales reina el Espíritu — le era más difícil”.Ciencia y Salud, págs. 317–318.

No hay duda de que se necesita inspiración espiritual para comprender que Dios es Espíritu, y que el hombre es la imagen o idea incorpórea del Espíritu. Esta inspiración espiritual nos lleva hacia aquella comprensión de las Escrituras que fundamenta la curación en la Ciencia Cristiana. El anhelo de tal inspiración y la disposición a abandonar la búsqueda de realización y satisfacción en la materia son pasos esenciales para comprender la ley divina que sana en la Ciencia.

Ciertamente que es justo que hombres y mujeres venzan la discordia por medio de la oración basada en el entendimiento espiritual. La salud, la santidad y la felicidad deben manifestarse ahora como se manifestarán más cabalmente en el más allá mediante el continuo progreso espiritual. Pero debemos comprender claramente desde el comienzo que el amar a Dios y comprender al hombre — nuestro verdadero prójimo — como Su hijo, es la meta de la Ciencia Cristiana. Este es el punto principal, no simplemente el construir una vida físicamente bella y agradable en la materia.

De hecho, es sólo el deseo espiritual de ser humildemente la semejanza de Dios lo que demuestra lo razonable del consejo de Jesús a sus seguidores: “Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos”. Mateo 5:11, 12.


Si alguno me sirve, sígame;
y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor.
Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará.

Juan 12:26

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