Hay pocas vistas más gloriosas que la que ofrece un campo pronto para cosechar. La cosecha exige un trabajo duro, como lo sabe todo el que vive en una granja; pero también es una época de gozosa satisfacción, la culminación de nuestro trabajo.
Cristo Jesús expresó algunas potentes verdades sobre cómo cosechar los frutos del bien. En una parábola sobre el reino de los cielos nos habla de un hombre que sembró buena semilla en su campo. Ver Mateo 13:24—30. Pero vino un “enemigo” y sembró cizaña entre el trigo, y cuando el trigo empezó a madurar se vio que junto a él crecían algunas hierbas venenosas. Sus siervos deseaban saber si debían arrancar la cizaña. Pero les aconsejó: “Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero”.
Quizás nuestra vida se asemeje a ese campo. Por un lado podemos ver todo lo bueno que experimentamos a medida que comprendemos que Dios crea sólo el bien. Por el otro, nuestra experiencia humana no siempre coincide con lo que sabemos que es espiritualmente cierto, y nos desesperamos cuando vemos un mosaico de cizaña y trigo en nuestra vida y en nuestro pensamiento.
La parábola nos dice que fue un enemigo quien sembró la cizaña “mientras dormían los hombres”. El único enemigo que hay es la creencia de que somos mortales que aún estamos dormidos en una especie de sueño de Adán. Si aceptamos el cuadro mortal de que nosotros y los demás somos soñadores sujetos al infortunio, la enfermedad y el temor, podemos descubrir que el campo de nuestro pensamiento es una triste mezcla de cizaña y trigo. Todos sabemos que un sueño puede parecer muy real hasta que despertamos; entonces vemos su total irrealidad. Mediante el estudio y la práctica de la Ciencia Cristiana, el Cristo nos despierta a la verdad de que somos, y siempre hemos sido, hijos de Dios, el Espíritu, hechos a Su semejanza espiritual. Esto nos ayuda a ver la cizaña por lo que es, sin dejar que nos perturbe cuando empezamos a demostrar la perfección actual del hombre.
Ciencia y Salud nos muestra cómo lograrlo. La Sra. Eddy nos explica: “Lo temporal y lo irreal nunca tocan lo eterno y lo real. Lo mutable y lo imperfecto nunca tocan lo inmutable y lo perfecto. Lo inarmónico y lo autodestructivo nunca tocan lo armónico y lo autoexistente. Esas cualidades opuestas son la cizaña y el trigo, que realmente jamás se mezclan, aunque (a la vista mortal) crezcan juntos hasta la cosecha; entonces la Ciencia separa el trigo de la cizaña mediante la comprensión de que Dios está siempre presente y que el hombre refleja la semejanza divina”.Ciencia y Salud, pág. 300.
Este pasaje dio mucho aliento a una mujer que descubrió un crecimiento desarrollándose en su frente. Prontamente, su familia y sus amigos sugirieron que se lo extirpara. Esta señora había confiado en la Ciencia Cristiana para la curación durante muchos años, de manera que pidió a una practicista de la Ciencia Cristiana que orara por ella.
La practicista sugirió que oraran confiadamente para obtener mayor comprensión de la Verdad que Jesús enseñó en la parábola de la cizaña y el trigo. Observó que el Cristo, la Verdad, separaría el trigo de la cizaña, y que la cosecha llegaría “mediante la comprensión de que Dios está siempre presente y que el hombre refleja la semejanza divina”.
Tanto la paciente como la practicista se aferraron a la perfección de Dios y el hombre. Rechazaron la posibilidad de que hubiera un “enemigo” que pudiera estar entre Dios y Su reflejo y sembrar semillas de temor, odio, desaliento y duda. El crecimiento continuó aumentando y la mujer comenzó a sentirse avergonzada hasta de ir de compras. Pero se mantuvo firme en la nueva comprensión que estaba obteniendo de su identidad espiritual mediante el estudio y la oración.
Al orar, la practicista se esforzaba más sinceramente que nunca por percibir la perfección de Dios en todas partes. La practicista se enfrentó enérgicamente a la mentira de que la materia inconsciente pudiera tener poder para crecer o establecer sus propias condiciones contrarias a la ley de Dios, la Mente, el único creador.
Recordó un pasaje en el libro de texto de la Ciencia Cristiana: “Bien podemos asombrarnos del pecado, la enfermedad y la muerte. Bien podemos estar perplejos ante el temor humano, y aún más consternados ante el odio, que levanta su cabeza de hidra y muestra sus cuernos en las muchas maquinaciones del mal”. La Sra. Eddy luego formula una pregunta: “Pero ¿por qué quedarnos horrorizados ante la nada?” Ibid., pág. 563.
“Sí, ¿por qué?” pensó la practicista, y en momento percibió claramente la nada de esa condición y la totalidad de Dios y Su reflejo perfecto. Sabía que la curación era completa. Pocos días después recibió una carta de la paciente diciendo que de pronto se había dado cuenta de que ese crecimiento era “nada”, y que nunca había tocado su verdadera identidad. Le informó que el crecimiento simplemente había desaparecido.
Cuando Juan el Bautista estaba prediciendo la venida de Jesús, destacó la misión del Maestro en estas palabras: “El os bautizará en Espíritu Santo y fuego. Su aventador está en su mano, y limpiará su era; y recogerá su trigo en el granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará”. Mateo 3:11, 12. (El aventador se usa para separar la paja del trigo.) Esto describe la actividad del Cristo, la Verdad, en la consciencia humana. Separa lo falso de lo verdadero en el pensamiento humano, capacitándonos para ver claramente la diferencia entre el buen trigo de la siembra del Amor y la cizaña de la creencia falsa. Podemos acoger con alegría esta actividad porque purifica nuestro pensamiento, quemando la paja de la creencia mortal y recogiendo para nosotros la cosecha de una mayor comprensión de que el poder y la presencia de Dios gobiernan nuestra vida.
Esta purificación también está teniendo lugar en el escenario mundial. El Espíritu Santo, o la Ciencia divina, activa en la consciencia humana, está redimiendo a la humanidad del mal y la mortalidad, y hombres y mujeres están encontrando regeneración y curación. En un revelador pasaje en Ciencia y Salud la Sra. Eddy explica este proceso: “La Ciencia del cristianismo viene con aventador en mano a separar la paja del trigo. La Ciencia explicará correctamente a Dios, y el cristianismo demostrará esa explicación y su Principio divino, mejorando al género humano física, moral y espiritualmente”.Ciencia y Salud, pág. 466.
No hay una época especial para experimentar esta cosecha del bien. Jesús demostró que el reino de los cielos es una realidad presente y que todos los hijos de Dios son ciudadanos de Su reino, que gozan del privilegio de disfrutar constante armonía, libertad y bienestar. El dijo a sus discípulos: “¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega”. Juan 4:35.
Cuando seguimos a Cristo fielmente en el camino de la Vida, nuestra cosecha es el bien continuo, porque estamos reconociendo momento a momento la perfección actual de nuestra identidad espiritual verdadera a semejanza del Espíritu, Dios.