Eso es lo que me preguntó alguien recientemente. Es una pregunta que probablemente tiene tantas respuestas como hay Científicos Cristianos. La primera vez que conocí a Científico Cristiano, esta religión y su gente me parecieron como algo más allá de lo que podía imaginarme. Confiar en la oración para la curación parecía tan distante como la gente de los tiempos de la Biblia. El concepto de la curación espiritual no era algo que se ajustaba a mi perspectiva o expectativa. No obstante, era gente que realmente creía en que podía empezar a comprender la ley espiritual y así obtener curación. La idea de que podía conocerse a Dios y experimentar tangiblemente Su bondad en la curación de la enfermedad y el pecado era tan poderosa como, a primera vista, parecía absurda.
Yo había asociado tales experiencias con personajes bíblicos de hace mucho tiempo como Moisés, Elías y, por supuesto, Cristo Jesús. Pero mi propia fe en ese momento estaba mejor representada por otra declaración. Había leído un versículo de la Biblia donde Jesús dijo: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”. Mateo 5:48.
Consideré que el hombre tenía tanta probabilidad de ser “perfecto” como yo de correr un kilómetro y medio en tres minutos. El versículo de la Biblia me distanció de Dios, y me pregunté cómo era posible que Jesús hubiera exigido tal mandato. Compartía la misma percepción general de que hombres y mujeres están limitados por un ciclo sin fin de que nunca son lo suficientemente buenos, y que esa convicción perturbadora era una barrera entre el hombre y Dios que posiblemente podía atravesarse sólo por la piedad y misericordia de una Deidad benevolente.
Tal vez esa convicción general sea una de las razones de que la Ciencia Cristiana tenga tal efecto poderoso en mucha gente. Su punto de vista sobre la relación del hombre con Dios, es diametralmente opuesto a la latente y opresiva ansiedad de estar separados de Dios y anclados en un mundo material lleno de incertidumbres y peligros.
Si leemos los relatos de curaciones en esta revista o los que aparecen en el último capítulo del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por la Sra. Eddy, podemos ver una progresiva convicción de que Dios está muy presente en la vida de hombres y mujeres. Emerge en el estudio de Ciencia Cristiana — para quienes han dado los pasos preliminares y pasado la alegre sorpresa de la curación física — una valiente interpretación que concibe que la infinitud misma de Dios debe manifestarse en nuestro propio carácter y experiencia.
El emprender el estudio y la práctica de la Ciencia Cristiana es romper fundamentalmente con la convicción humana de que el hombre es simplemente un mortal, aprisionado en la finita y nunca satisfecha naturaleza de la materia y la personalidad humana. Por supuesto, hay ironía en el hecho de que la Ciencia Cristiana demuestra que la naturaleza espiritual del hombre se descubre mediante la curación de la enfermedad física y la discordia. Sin embargo, tal experiencia transformadora contradice la división tradicional del ser en elementos mentales, físicos y espirituales; cada uno distinto aun cuando fusionados inexplicablemente en un organismo llamado ser humano.
En la transformación espiritual que la Ciencia Cristiana impulsa, empieza a emerger una nueva individualidad. Es un renacimiento en el cual la naturaleza espiritual de la individualidad penetra la lógica y la estructura de la creencia material. Característico de tal experiencia es el caso de mujer que sufría de una enfermedad crónica del estómago, de una grave condición de los ojos que se temía que resultara en la pérdida de la vista como había ocurrido con su madre, y una hernia de la cual había padecido durante veinticinco años. Escribe: “Había perdido totalmente la creencia en un Dios del todo misericordioso, y no sabía hacia dónde dirigirme en busca de ayuda. En ese momento llegué a conocer la Ciencia Cristiana y nunca olvidaré el sublime instante en que percibí que un Padre que es todo amor siempre está conmigo”.
Continúa relatando que después de cuatro semanas de leer Ciencia y Salud, todos sus padecimientos desaparecieron. Después habla acerca de lo que significa verse como “hija de Dios”. Ciencia y Salud, pág. 655.
Este es un punto de partida radical de la Ciencia Cristiana. Relaciona la causa con el Principio universal y divino. Ciencia y Salud explica esa curación desde una base ontológica: “Dios, sin Su propia imagen y semejanza, no tendría entidad, sería una Mente inexpresada. No tendría testigo o prueba de Su naturaleza. El hombre espiritual es la imagen o idea de Dios, una idea que no puede perderse o separarse de su Principio divino. Cuando el testimonio de los sentidos materiales cedió al sentido espiritual, el apóstol declaró que nada podía separarle de Dios, de la dulce sensación y presencia de la Vida y la Verdad”.Ibid., pág. 303
El dejar de tener confianza en la evidencia de los sentidos materiales está completamente al alcance de todos. Lo que ocurre en tal acción no es la apropiación de cada persona del poder o prerrogativa de Dios, sino más bien la comprensión que emerge de nuestra genuina naturaleza como imagen de Dios. La sutil pero penetrante creencia falsa de que estamos separados de Dios, de la Vida infinita y perfecta, es una imposición, un elemento extraño. Este elemento, extraño a nuestro ser genuino como el linaje espiritual de Dios, se disuelve bajo la luz de nuestra aceptación de la naturaleza completamente espiritual y perfecta del hombre.
¿En qué consiste ser Científico Cristiano? En ser un investigador en aspectos de la sensibilidad espiritual y cristiana, que gradualmente descubre lo buenos que realmente podemos ser.
