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¿Qué traducción de Ciencia y Salud está leyendo?

Del número de junio de 1989 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La mayoría de los lectores de este editorial probablemente contesten que están leyendo la traducción al español de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras.

Pero hay una “traducción” del libro de texto de la Ciencia Cristiana
Christian Science (crischan sáiens) que no está en ninguna lista de idiomas. No está autorizada, se encuentra en todos los idiomas, y, quizás, todos la leemos de vez en cuando. Se podría llamar la “traducción hecha por la mente mortal”.

Dicho sea de paso, esta versión es muy aburrida. Es peor que leer la traducción de una excelente novela rusa hecha por un traductor inepto, irresponsable y pedante. Pero, afortunadamente, podemos despertar y estudiar el libro original, y leerlo de tal forma que nos restituya el sólido efecto sanador de Ciencia y Salud. Cuando lo hacemos, nos damos cuenta de que tenemos en nuestras manos un libro de interés inagotable, y el más importante que se haya escrito en siglos.

¿Qué queremos decir cuando nos referimos a una traducción hecha por la mente mortal? Nos referimos a la tendencia mesmérica y mental que quisiera evitar que obtuviéramos el significado total de lo que la autora de Ciencia y Salud, Mary Baker Eddy, intentó impartir. Tal vez hemos pensado que esta clase de lectura equivocada crearía un problema solamente a los que no han estudiado seriamente la Ciencia Cristiana. Pero éste no es necesariamente el caso. La mente mortal ha hecho una traducción de Ciencia y Salud para quienquiera que desee aceptarla. Y esta traducción está llena de toda clase de equivocaciones, y causa impresiones que sutilmente engañan al lector.

Tomemos un pequeño y típico ejemplo. Consideremos la primera oración del Prefacio del libro de texto. Allí leemos: “Para los que se apoyan en el infinito sostenedor, el día de hoy está lleno de bendiciones”.Ciencia y Salud, pág. vii. ¿Dice su traducción más o menos esto: “Sí, debo apoyarme más en Dios porque si lo hago tendré grandes bendiciones”? Si es así, lea el pasaje otra vez. Ha pasado algo por alto. En este pasaje específico hay un sentido de actualidad. Se está haciendo hincapié en lo que realmente está ocurriendo.

Podemos ver cómo el significado se oscurece si dejamos que la mente mortal introduzca su sentido habitual de pesada obligación, posponiéndolo todo hasta “algún día” en que estemos a la altura de las circunstancias. ¡Qué sentido más diferente obtenemos cuando percibimos lo que la Sra. Eddy está diciendo, en lugar de aceptar el enfoque limitado de la mente mortal!

Por supuesto, nadie puede ni debiera tratar de explicar a otros qué es precisamente lo que el libro de texto está diciendo, ya sea línea por línea o por párrafos. Sólo un sentido espiritual más profundo puede descubrir la profundidad del significado que la autora estaba tratando de impartir cuando, en quieta soledad, escribió aquellas oraciones destinadas a alcanzar “a los que sinceramente buscan la Verdad”. Ver ibid. xii:24–27. En efecto, la Sra. Eddy dice: “Sólo por la iluminación del sentido espiritual puede arrojarse sobre esta Ciencia la luz de la comprensión, porque la Ciencia invierte el testimonio de los sentidos materiales y da la interpretación eterna de Dios y el hombre”.Ibid., pág. 461.

Para dar un ejemplo más sustancial de esta constante mala traducción hecha por la mente mortal, veamos cómo ha traducido la palabra creencia. Esta es una palabra usada extensamente en Ciencia y Salud, y, cuando la analizamos, nos damos cuenta de que tiene un significado que la autora ha desarrollado cuidadosamente. Pero, ¿qué solemos entender por esta palabra? ¿Que es un mero sinónimo de algo malo, otro nombre para la enfermedad? Esto, realmente, no capta mucho del significado que la autora ha querido impartir.

La Sra. Eddy dice: “Cambios en las creencias pueden seguir indefinidamente, pero ellos son mercancías del pensamiento humano, y no productos de la Ciencia divina”.Ibid., pág. 12. ¿No nos está mostrando la Ciencia Cristiana que una gran parte de la vida humana está constituida de varias creencias, u opiniones, bastante arbitrarias, sin ningún fundamento real? La enfermedad, y aun la salud, por ejemplo, pueden ser meras creencias. Hasta que la Ciencia de la Mente nos revela la verdad, no es mucho lo que entendemos. Pero la Ciencia aporta la cualidad singular de comprensión espiritual en la que sentimos que se nos ha dado una claridad que apenas sabíamos que existía. Entonces percibimos que las verdades espirituales fluyen abundantemente, se hacen evidentes de por sí, y, a menudo, también sentimos que son algo de lo que siempre hemos estado conscientes. No es que estemos agregando conceptos espirituales a una mente humana que está pensando creativamente sobre la Mente divina, sino que estamos cediendo a la nueva idea espiritual que es el centro mismo de Ciencia y Salud. Nos dice que la Mente es Dios, y que sólo esta Mente divina verdaderamente crea o sabe. El Espíritu, la Mente, expresa en el hombre la luz de la comprensión, y nosotros la reflejamos.

La creencia, por otra parte, carece de esta base científica. Es una mera conjetura, una suposición. Por lo tanto, la enfermedad es una creencia. El pecado es una creencia. Estas creencias erróneas son el resultado de suponer que tenemos mentes propias, en la materia, donde realmente no hay ni podría haber mente. Pero la Ciencia de la Mente única y divina nos muestra un panorama totalmente diferente.

Podemos empezar a ver cuán pobremente se ha desempeñado la mente mortal al traducir la palabra creencia. ¡Qué enorme significado hallamos en esta palabra! Debiera clasificarse como mera jerigonza sólo si no comprendemos su significado y si usamos la frase descuidadamente. Hay un significado científico y exacto por descubrir, que no se debe denigrar o descartar.

Un ejemplo más. Tomemos esta frase conocida de Ciencia y Salud: “Todo lo que realmente existe es la Mente divina y su idea, y en esa Mente todo el ser se halla armonioso y eterno”.Ibid., pág. 151. La traducción que usted está leyendo, ¿dice algo como esto?: “Sí, por supuesto, en Dios, que es perfecto, todo el ser es armonioso y eterno, pero yo tengo bastante que recorrer antes de poder demostrarlo”. (Una de las características de la traducción de la mente mortal es que, generalmente, todo lo pone en tiempo futuro, y agrega una tergiversación personal a lo que interpreta.) Pero, ¿no obtenemos acaso una comprensión mucho más exacta si recordamos la explicación de la autora, a saber, que la Mente es la inteligencia omnisciente y omnipresente ahora, no algo remoto, sino algo totalmente real en el presente? ¿Y no nos reconforta enormemente comprender que lo único que realmente necesitamos es depender totalmente de esta entidad, de esta Mente divina que está aquí mismo, y, por lo tanto, comprender algo de lo que Dios sabe?

Después de todo, la Ciencia Cristiana no se trata de la manipulación de una mente humana imperfecta, aguijoneándola y amenazándola para que actúe mejor: La Ciencia Cristiana es la Ciencia de la Mente perfecta, o Dios.

Pero, ¿cómo llegamos al punto de depender de la Mente? Bueno, Ciencia y Salud nos explica cómo hacerlo. Uno de los trucos de la mente mortal no es sólo el de traducir pobremente, sino también el de omitir secciones y frases enteras de Ciencia y Salud, sugiriendo que pueden pasarse por alto. Esta mente prefiere dejar de lado todas esas partes que llevan a su propia destrucción, como, por ejemplo, aquella parte que identifica la oración del deseo ferviente de crecer en gracia como “lo que más necesitamos”, y esa disposición que el libro requiere que nosotros tengamos para aborrecer el pecado y mirar más allá de los errores del sentido material. Ver ibid. 4:3–5 y 30:27–30. Aprendemos que éste no es tanto un libro para salir adelante en el mundo, sino que es un libro que muestra la necesidad de seguir a Cristo Jesús sobreponiéndonos al mundo, destruyendo la mente carnal y sus creencias de pecados, de pecadores y de un mundo pecador.

Un Científico Cristiano había estado compartiendo sus experiencias espirituales y sus curaciones con un conocido. Más adelante, un amigo mutuo le comentó que esa persona había dicho que no podía estar en desacuerdo con lo que el Científico Cristiano había dicho, porque habría sido como discutir con lo que dijo el astronauta Neil Armstrong cuando regresó de su viaje, después de haber caminado en la luna. “Después de todo”, dijo el conocido, “él estuvo allí”.

Nosotros también necesitamos recordar que la Sra. Eddy “estuvo allí”. A menudo la mente mortal quisiera hacernos leer Ciencia y Salud como si fuera más o menos un asunto de opiniones. Pero cuando recordamos que el libro fue el resultado directo de la experiencia espiritual de ella, de una concreta revelación espiritual y la curación, lo leemos de una manera diferente. Vemos con más claridad lo que se está describiendo. De hecho, leemos Ciencia y Salud como si fuera el diario de un explorador, que narra lo que el autor veía a medida que atravesaba un territorio totalmente nuevo. Nos hace desear ir nosotros también. Queremos ver lo que ella vio, junto con todo el efecto sanador de verlo como algo nuevo, como si fuera la primera vez.


Sumamente pura es tu palabra,
y la ama tu siervo...
Me regocijo en tu palabra
como el que halla muchos despojos.

Salmo 119:140, 162

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