Editoriales
Sí, el destino del hombre se conoce. Dios lo conoce, y este destino es inevitable porque la identidad verdadera se basa en la invariable ley divina.
El hombre espiritual jamás se jubila. Jamás se cansa o descansa de lo que realmente hace: expresar a Dios en Su plenitud, representarlo, ser Su imagen.
Para dar una respuesta completa a esta pregunta necesitaríamos mucho más que este editorial, pero podemos mencionar algunos puntos fundamentales. El tratamiento en la Ciencia Cristiana Christian Science (crischan sáiens) no es la acción de un mecanismo mental personal, mas sí es la luz de la revelación divina inundando la consciencia humana.
“Somos lo que comemos” es una frase de uso corriente hoy en día. Por cierto que parece trivial si pensamos en el hambre y en la mala nutrición que hay en el mundo y en la cantidad de gente que padece de hambre quienes, siguiendo ese razonamiento, prácticamente no tendrían identidad.
Cristo Jesús enseñó y demostró la perfección total del hombre. Su ascensión dio prueba concluyente de que el hombre es la expresión impecable de Dios.
¿Qué quiso decir Jesús? Las multitudes lo apretaban. Se volvió y les dijo una extraordinaria parábola: “¿Quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él.
La gente ocasionalmente se desconcierta por el hecho de que los Científicos Cristianos rehusan el diagnóstico médico de enfermedad. Para quienes no están familiarizados con la oración científica puede parecer lógico que un médico describa por lo menos la condición para que el paciente sepa qué tiene que encarar en su oración.
Ya sea que estén nuestros ojos abiertos o cerrados, constantemente se nos presentan imágenes en el pensamiento. A algunas les prestamos atención consciente; otras, bien puede ser que las recibamos, alberguemos, recordemos o rechacemos inconscientemente.
Para poder comprender nuestra verdadera individualidad, necesitamos abandonar los puntos de vista materiales y comenzar con Dios. Es lógico comenzar allí; las Escrituras nos dicen: “Creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó”.
¿Cómo oraba él? deben de haberse preguntado con frecuencia sus discípulos. Ellos vieron los resultados sanadores de las oraciones de Jesús: un cuerpo encorvado que se enderezó, Zaqueo liberado de un arraigado hábito de avaricia y corrupción, la amarga vida de una prostituta, purificada, espiritualizada y dulcificada para un amor profundo y humilde.