
Editoriales
Cristo Jesús sanó a personas que se encontraban muy cerca de la muerte; algunas de ellas hasta habían cruzado ese confín. Hay muchos ejemplos hoy en día de personas que, ante situaciones que han amenazado su vida, vencieron la muerte inminente utilizando la misma Ciencia Espiritual que Cristo Jesús explicó y practicó.
Hablando con sus discípulos justamente antes de la crucifixión, Cristo Jesús se refirió claramente a la revelación final que había de venir. Dio una descripción muy exacta de la naturaleza de esta revelación: “El Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho”.
Todo hijo de Dios, toda idea espiritual concebida por la ley divina de la Verdad y el Amor, tiene propósito, legitimidad, destino divino. Ni una sola idea espiritual carece de lugar en el plan de Dios.
El desarrollo espiritual es esencial para el debido crecimiento. Uno de los sinónimos de la palabra “desarrollar” es “desenvolver”, que entre otras cosas significa “descubrir o aclarar una cosa que estaba oscura o enredada”.
Alguien que lea Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por primera vez es posible que se sorprenda con las primeras páginas del capítulo “La Práctica de la Ciencia Cristiana”. Este capítulo trata sobre la curación de los enfermos; no obstante, no comienza con instrucciones específicas o reglas detalladas para el tratamiento.
El tratamiento de la Ciencia Cristiana es único entre los sistemas de curación. No es una técnica material.
“Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” Juan 10:10. es el tema del Cristo, expresado muy claramente en esta declaración de Jesús y que se encuentra a lo largo de los inspirados escritos de la Biblia.
• El acróbata que da un salto de 360° en la cuerda floja tendida a gran altura; • el erudito a quien se le honra por la precisión de su conocimiento y la penetración de su intelecto; • el pianista que capta el armonioso milagro de un concierto de Mozart; • el astro del fútbol que lanza un pase de 27 metros con exactitud sin que sus contrarios lo detengan. ¿Qué tienen todas estas personas en común? La libertad y el dominio excepcionales que derivan del perfecto control de sus habilidades; un control excepcional adquirido mediante una gran práctica bajo una rigurosa disciplina.
Sí, el destino del hombre se conoce. Dios lo conoce, y este destino es inevitable porque la identidad verdadera se basa en la invariable ley divina.
El hombre espiritual jamás se jubila. Jamás se cansa o descansa de lo que realmente hace: expresar a Dios en Su plenitud, representarlo, ser Su imagen.