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La ley del mantenimiento divino

Del número de junio de 1982 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Las teorías actuales de la medicina y la biología definen muchas de las dificultades físicas que asociamos con el pasar de los años como debilitamiento de las funciones corporales. Una mentalidad material arguye que mantenerse en buenas condiciones podría ser cada vez más difícil, que ya no es posible expresar constantemente energía y vitalidad. Estas apariencias se originan en el punto de vista de que la vida es esencialmente orgánica, material y mecánica. En consecuencia, el mecanismo mortal, de acuerdo con esa definición, a la larga se debilita, se gasta. Pero este punto de vista niega la verdadera identidad del hombre como imagen del Espíritu.

Contrario al espurio testimonio de los sentidos físicos, la ley de Dios afirma que Él continuamente gobierna toda actividad. Esta ley mantiene al hombre en una perenne continuidad de vida e identidad perfectas. De acuerdo con la ley de mantenimiento divino, la continua y coexistente relación entre una causa perfecta (Dios) y un efecto perfecto (el hombre) permanece intacta e inquebrantable. Dios, la Mente divina, no podría expresarse a Sí mismo en ideas que en su comienzo son perfectas pero que no permanecen así. Repetimos, la coexistencia de Principio e idea — Dios y hombre — es invariable. En cierto pasaje la Biblia se refiere a Dios como el “Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación”. Sant. 1:17.

Entonces, ¿qué diremos de los hijos y de las hijas del Padre? No puede haber mudanza, ni variación o merma de sus capacidades, ni períodos de debilitamiento y deterioro. El Padre-Madre no ha hecho una creación para posteriormente abandonarla, dejándola valerse por sí sola con sus inciertos recursos para que decline y se extinga. No puede haber brecha en la unidad permanente que existe entre Dios y el hombre. La creación de Dios no es mortal ni material, sino espiritual e inmortal.

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