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La atracción de la pureza

Del número de mayo de 1982 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Debido a que el hombre verdadero, la expresión del bueno y único Dios, no incluye elementos conflictivos, él es puro. Cuanto más conocemos acerca de Dios y de la verdadera identidad, tanto más nos inclinamos de manera natural hacia la pureza. Podemos esperar que tanto nosotros como los demás seamos atraídos hacia lo puro, no hacia lo impuro y de mal gusto. Oseas reveló a Dios como diciendo de Su amada gente: “Yo la atraeré y la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón”. Oseas 2:14. Puesto que es a Dios a quien le corresponde atraer, a medida que la gente adore al Dios único, estará cada vez más consciente de la atracción del bien y responderá más a esa atracción, a la pureza.

Es obvio que cuando la adoración a Dios, el Espíritu, no es lo primordial en una sociedad, las seducciones del mal tienen mayor prominencia y acción; es posible, entonces, que la atracción saludable de la pureza se mantenga oculta. Pero no para siempre. Puesto que Dios es primera, esencial y finalmente el bien único e infinito, la bondad pura, incorrupta, es la realidad del ser. Y lo verdadero y real continúa atrayendo durante todo el espectáculo que presenta la materialidad y después de terminado éste. A medida que adquiramos la comprensión espiritual de lo que Dios es, esas ocasiones en que parecemos ser atraídos momentáneamente por lo falso disminuirán y desaparecerán.

Cuanto mejor alguien comprenda que la pureza es una condición espiritual absoluta, el hecho eterno de la verdadera existencia de cada uno, tanta más moralidad expresará. Tal persona reconocerá que la pureza nunca es una posesión personal, sino más bien un reflejo del Dios todo puro, reflejo que no puede perderse.

Hoy en día, muchos buscan recuperar una inocencia perdida o tal vez encontrar la purificación de maneras poco tradicionales. Pero es el Cristo, proclamando siempre la pureza innata del hombre verdadero, lo que vence el sentido de culpabilidad. Es el Cristo mismo lo que nos inspira para mejorarnos, para encontrar la purificación mediante la enmienda, para reflejar más claramente la bondad, para ser más fielmente la representación de Dios.

¿Qué es, entonces, lo que falsifica esta atracción hacia lo bueno y puro, y que quisiera arrastrarnos hacia la impureza? La Guía de los Científicos Cristianos, la Sra. Eddy, da el nombre “magnetismo animal” al mal, y en un artículo con un claro mensaje en su título — “Caminos que son vanos”— habla de esta seducción: “El magnetismo animal, en sus pasos ascendentes de mal, seduce a su víctima con argumentos ocultos y silenciosos. Invirtiendo los modos del bien, que atraen silenciosamente hacia la salud y la santidad, impele a la mente mortal al error de pensamiento, y la tienta a perpetrar actos ajenos a las inclinaciones naturales”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 211.

Estos caminos vanos jamás impiden realmente que el bien continúe atrayendo, pero a medida que nos esforzamos por resistir las seducciones del magnetismo animal, puede que veamos la necesidad de purificar y fortalecer, mediante la Ciencia, móviles y moral tradicionales.

Un artículo, que apareció no hace mucho en una revista, intitulado “How inflation undermines morality” (Cómo la inflación mina la moral), hace la observación de que en la década de 1950 y en los comienzos de la de 1960 la gente “... se adhirió a sólidos valores morales... simplemente porque daban resultado...

“Por otra parte, en una economía inflacionaria, los valores morales de honradez, trabajo y ahorro no son... ninguna garantía de un futuro sólido...” Business Week, 5 de mayo de 1980, pág. 20.

Ni la inflación ni ninguna otra tendencia en boga pueden minar los valores morales basados en lo espiritual. Estos valores perduran porque la atracción de la pureza no proviene de beneficios materiales sino de la realidad espiritual. La existencia pura nos impulsa a ser puros.

La existencia pura siempre nos está llamando a ser más puros. Sus atracciones, que superan las seducciones del mal y que están muy alejadas de las recompensas materiales, son constantes. Es el estímulo silencioso del Cristo, la voz interior, guiándonos hacia la santidad. “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios”, Mateo 5:8. prometió Cristo Jesús. ¿Y no está, acaso, escrito ese mensaje en la vida misma de nuestro Maestro?

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