Por mucho tiempo ha permanecido maravillado el mundo cristiano ante el amor desinteresado expresado por Cristo Jesús en la crucifixión y ante el sacrificio que él estuvo dispuesto a hacer. Todo su ministerio constituye el supremo ejemplo de amor inextinguible, afecto puro, poderosa ternura, pastoreo desinteresado. Él realmente amaba a la humanidad.
La gratitud de los Científicos Cristianos por la incomparable obra de la vida de Jesús se expresa conmovedoramente en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras donde Mary Baker Eddy escribe: “Aunque adoremos a Jesús, y el corazón rebose de gratitud por lo que él hizo por los mortales, — caminando a solas en su jornada de amor hasta el trono de la gloria, en silenciosa agonía explorando el camino para nosotros,— con todo eso Jesús no nos ahorra una sola experiencia individual, si seguimos fielmente sus mandatos; y todos tienen que beber la copa del doloroso esfuerzo en la proporción en que lleguen a demostrar su amor, hasta que todos sean redimidos por el Amor divino”.Ciencia y Salud, pág. 26.
De modo que, para los Científicos Cristianos, la magnitud de la misión de nuestro Salvador va más allá del desinteresado sacrificio que él hizo al someterse a la angustia y crueldad de la cruz y se extiende hasta el sublime significado que su resurrección tiene para nuestra propia vida. Al reaparecer en la carne a sus discípulos demostró el poder que tienen el Amor, la Vida y la Verdad divinos para vencer completamente la violencia y la muerte, confirmando literalmente las palabras en las Escrituras: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento”. Salmo 23:4. Su resurrección reveló el camino de salvación.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!