Hay muchos sucesos que merecen nuestra oración eficaz. Tal vez usted ha hecho una lista, por lo menos una lista mental, de las cosas que debieran tener prioridad. Probablemente su propio bienestar está en primer lugar. Por supuesto que diversas circunstancias familiares pueden necesitar atención. Luego está la comunidad, su iglesia — no olvidemos la reunión de miembros de la semana próxima — y, qué decir del panorama político nacional. Es posible que bajo un enfoque más amplio, el mundo, como un todo, también esté en la lista.
Y ¿qué clase de oración nos exige la Ciencia Cristiana para realizar una firme obra sanadora? Si estamos pensando en la oración solamente como petición, ¿no es entonces muy probable que Dios responda a las oraciones de cualquier cristiano — si vamos al caso — las de cualquier musulmán, judío o sintoísta? La oración, según explica la Ciencia Cristiana, no es tanto pedir a Dios que haga algo por nosotros, como lo es percibir con mayor claridad lo que Él ya está haciendo por nosotros. La oración incluye el reconocer y discernir inteligente y espiritualmente que Dios es infinitamente perfecto, que Su creación expresa impecablemente esta perfección.
Es obvio que un enfoque así se aparta radicalmente de los puntos de vista materiales. La oración científica requiere entendimiento espiritual; exige una disciplina de pensamiento, un razonamiento de causa a efecto. Dios es infinitamente bueno, y a medida que aceptamos que Él es la Causa suprema, vemos con mayor claridad que el hombre y el universo deben ser Su efecto puro. Tal razonamiento no está basado en una teoría humana sino que está de acuerdo con la ley divina.
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