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Los testimonios de agradecimiento

[El artículo original se publicó en alemán]

Del número de enero de 1948 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En las reuniones semanales que se celebran los miércoles por la noche en todas las iglesias de la Christian Science por el mundo entero, se ofrecen testimonios de gratitud con motivo de curaciones experimentadas y bendiciones recibidas, merced a las enseñanzas de la Christian Science. La importancia de estas reuniones testimoniales no se puede exagerar. Tanto para los Científicos Cristianos como para los demás concurrentes, estas reuniones constituyen fuentes de esperanza y fortaleza. En ellas se oyen relatos prácticos y positivios de la solución satisfactoria de los diversos problemas que se presentan en la experiencia humana. En la página 241 de su obra "Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras", nuestra Guía, Mary Baker Eddy, escribe como sigue: "El error de los siglos es predicar sin practicar lo que se predica." Para aquellos que estén buscando ayuda, estas reuniones son muy alentadoras, y los testimonios de curaciones convencen al investigador que se trata de una religión práctica y demostrable.

Son relativamente pocos los que han aceptado la Christian Science puramente por amor al bien, por razones del todo altruístas, o porque desde el principio pudieron percibir la verdad absoluta referente a Dios y el hombre, que forma la base de sus enseñanzas. Muchos son los que progresan gradualmente en la comprensión de esta Ciencia, con la ayuda y los ejemplos de sus amigos. Otros quizás han sido forzados a recurrir a ella debido a alguna aflicción física o mental. Pero al asistir a estas reuniones testimoniales, todos habrán de sentir que su "refugio es el Dios de los siglos", y que por debajo están "los brazos sempiternos".

Para mantener el interés del público no bastan ni las expresiones enérgicas ni la oratoria. Más bien es el testimonio que se desborda de las entrañas de un corazón agradecido lo que resulta aceptable, pues como lo ha expresado Mrs. Eddy en el Manual de La Iglesia Madre (Artículo VIII, Sección 24): "Más que una mera relación de bendiciones, [el testimonio] escala el pináculo de la alabanza y ejemplifica la demostración del Cristo, que 'sana todas tus enfermedades' (Salmos, 103:3)."

El objeto principal de estas reuniones, tan sabiamente instituídas por nuestra Guía, es brindar a los concurrentes la oportunidad de testificar acerca de la protección y las curaciones que hayan experimentado gracias a su comprensión de la eterna presencia de Dios, a fin de confortar y fortalecer a aquellos que concurren a las mismas en busca de consuelo o ayuda. Este es un hermoso y sagrado deber y nada debiera impedir al Científico Cristiano de hacer cuanto pueda en este sentido, para ayudar a la doliente humanidad. Quizás alguien dirá que le gustaría mucho cooperar de esta manera pero que tiene poco que decir. Debemos recordar que no siempre son las experiencias maravillosas las que resultan de mayor provecho; las muchas bendiciones pequeñas, los incontables destellos de luz que nos han bendecido, satisfacen el corazón y alientan a todo oyente. Y ¿cuál será el Científico Cristiano que no tenga una abundancia de cosas buenas que contar?

Otro obstáculo que suele presentarse es el que arguye que uno tiene mucho que decir pero que no le es posible expresarse de una manera adecuada. Este argumento puede ser refutado, ya que la retórica deslumbrante de ninguna manera constituye un requisito en lo que se refiere a los testimonios ofrecidos en la Christian Science. La relación de alguna experiencia que demuestre la acción sanadora de la Mente, hecha con palabras sencillas, o la explicación de algún punto, ofrecida con calma y la debida consideración, puede alentar a muchos que quizás hayan venido a estas reuniones para fortalecer su fe, y quienes sin duda quedarán mejor impresionados por tales testimonios que por las palabras bien dichas. El apóstol dijo: "Hay diversidad de dones, pero uno mismo es el Espíritu." Y la Christian Science demuestra que este Espíritu divino es el poder universal que atrae hacia el bien a todo hombre—sea bien instruído o no. Hablando de la Palabra de Dios, el profeta Isaías dijo: "No volverá a mí sin fruto, sino que efectuará lo que yo quiero, y prosperará en aquello a que yo la envíe."

Nada puede apagar el deseo que siente el verdadero Científico Cristiano de ayudar a su prójimo. Cuando nuestra conciencia se eleva en acción de gracias a Dios por Su bondad y poder eternos, en ese momento se nos transforman nuestros pensamientos y sentimos una satisfacción profunda al encontrarnos unidos con Dios. Pero aun en tales casos, puede que la voz tentadora pretenda quitarnos, por una infinidad de medios artificiosos, nuestros deseos de dar gracias. Uno de los argumentos más ingeniosos que la sugestión agresiva suele emplear es el que sostiene que, al compartirse con los demás, la inspiración genuina puede ser perdida. Si lo analizamos vemos que este argumento no se basa sino en el egoísmo y el temor. La gratitud que se siente pero que no se expresa trae muy pocas bendiciones. La verdadera gratitud es una cualidad de las más bellas y debiera ser expresada constantemente, con cordura y gozo.

Quizás alguna persona que desee expresar su gratitud desista debido a algún problema que aun no ha logrado solucionar. En Ciencia y Salud (pág. 2), Mrs. Eddy escribe lo siguiente: "¿Nos beneficiamos con la oración? Sí, el deseo que se eleva, hambriento de justicia, es bendecido por nuestro Padre, y no vuelve a nosotros sin fruto." Aunque la gratitud procediera de un corazón medroso—y nadie habrá tan falto de confianza y esperanza que carezca por completo de gratitud—este desborde del corazón será escuchado y correspondido por el Amor divino siempre presente. Aprendamos a dar gracias, y las fuerzas y bendiciones que acompañan el verdadero agradecimiento han de volver a nosotros, llenándonos de valor, paz y sabiduría.

Los testimonios que se dan en las iglesias de la Christian Science son como una corriente de agua viva que emana de la fuente eterna, llevándole a los sedientos, curación y armonía. De los diez leprosos que fueron sanados, solamente uno volvió para glorificar a Dios. Notándolo, el Maestro dijo: "¿No fueron limpiados los diez? ¿mas dónde están los nueve? No fué hallado ninguno que volviese a dar gracias a Dios, sino este extranjero."

El Científico Cristiano que se esfuerza por vivir en conformidad con su vocación, siente cada vez menos la tentación de limitar sus capacidades y alegría. El que trabaja con el Amor y la Verdad nunca será despojado del galardón de los fieles. Muchos son los que han sentido alegría y satisfacción al vencer la tentación de permanecer callados en las reuniones testimoniales. En verdad que el consuelo de los ángeles ministrantes que acudieron a Cristo Jesús en el desierto, cuando por fin rechazó al tentador, puede ser nuestro en este mismo momento.

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