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Abundancia infinita

Del número de abril de 1948 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Una vez cierto joven que poseía grandes riquezas se acercó a Jesús, preguntándole qué cosa buena debiera hacer para tener vida eterna. Cuando el Maestro le aconsejó que guardara los mandamientos, el joven le respondió que desde niño los había guardado, añadiendo: "¿Qué más me falta?" (Mateo, 19:20.) Jesús le dijo: "Si quieres ser perfecto, véte, vende cuanto tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme", a lo que, según el relato bíblico, el joven "se fué triste; porque tenía grandes posesiones." Fué entonces que Jesús se dirigió a sus discípulos, diciéndoles: "En verdad os digo que el rico difícilmente entrará en el reino de los cielos."

La confianza que se pone en las riquezas materiales y que evita que el hombre entre en el reino de los cielos, no es característica que se limita a los tal llamados ricos, sino que también se apodera de muchas personas que el mundo considera pobres. Tan es así, que el cielo ha sido erróneamente considerado como un estado futuro donde las escaseces del hombre pobre serían compensadas por una abundancia material muy satisfaciente; mientras que la perspectiva de un cielo sin esas "grandes posesiones" ha sido motivo para que muchos se fueran con tristeza. Ciegamente los hombres confían ante todo en la materialidad, y lo consideran un sacrificio abandonar las sombras para gozar de la substancia permanente del Espíritu.

Las palabras "Vende cuanto tienes" pueden interpretarse como sigue: "Desecha el sentido de posesión personal." Sin duda aquello que poseía el joven difería mucho de lo que se consideran riquezas en nuestros tiempos, mas el sentido de posesión personal sí que no ha cambiado. A la par que este joven, nosotros podremos haber guardado los mandamientos desde nuestra infancia, pero si seguimos considerando la bondad como una posesión personal, esta obediencia no habrá sido sino superficial. Jesús dijo: "Ninguno es bueno sino uno solo, a saber, Dios." Cuando la humanidad busca la dicha por medio de un concepto personal del bien, sea este de la felicidad, la moral, las riquezas o la salud, jamás la encuentra. Tarde o temprano, tendrá que hacer frente a la siguiente pregunta: "Puesto que Dios es infinito, ¿puede un hombre verdaderamente poseer algo que sea suyo propio, es decir, algo que esté fuera de la infinidad?"

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