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En el año de 1913 acepté una invitación para asistir por primera vez a...

Del número de abril de 1948 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En el año de 1913 acepté una invitación para asistir por primera vez a una de las reuniones celebradas por las iglesias de la Christian Science los miércoles por la noche. En esa reunión varias personas testificaron acerca de curas que habían experimentado sin recurrir ni a la medicina ni a la cirugía. Yo, francamente, quedé algo escéptico, a pesar de que tantos los que dieron los testimonios como los demás presentes parecían ser personas normales e inteligentes.

Durante los años subsiguientes presencié cierto número de curaciones efectuadas mediante el poder curativo de la Christian Science. No obstante, permanecí incrédulo, hasta que un día cierto miembro de mi familia, que estaba a punto de morirse, fué sanado en unos momentos por medio de la Christian Science, levantándose de la cama en seguida para atender a sus quehaceres domésticos. Después de ver esta cura todas mis dudas concernientes al poder sanador de la Christian Science se disiparon y me puse a estudiar con entusiasmo y devoción.

Cierta curación que tuve se destaca entre las demás por ser la primera ocasión en que me pude ver a mí mismo como formando parte íntegra de la creación perfecta de Dios. Hasta ese momento había orado y hecho esfuerzos por abandonar el cuerpo material y alcanzar mi entidad espiritual. Mientras atendía a mis quehaceres diarios, casualmente me salpiqué los ojos con una solución muy fuerte de goma laca. El dolor fué intenso y al momento quedé ciego. El temor de perder del todo la vista se apoderó de mí, ya que parecía que se me estaban quemando los ojos. En aquel momento de sufrimiento físico y terror mental, me fuí a tientas para un rincón del cuarto, tratando de ayudarme en la Christian Science lo mejor que podía. A los pocos momentos me vino el siguiente pensamiento: Dios ha hecho una creación perfecta y el hombre que El ha creado es perfecto. De manera que yo, como tal hombre, tengo necesariamente que ser perfecto y no hay nada que pueda destruir parte alguna de mi ser perfecto. Casi al instante me abandonó el dolor y recobré la vista.

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