Para el Científico Cristiano, el primer capítulo del libro del Génesis constituye una fuente inagotable de inspiración y orientación espirituales. Por mucho que se haya leído, sigue revelando verdades profundas que hacen que el discípulo vuelva a él continuamente. A principios del primer capítulo se encuentra el siguiente bien conocido y maravilloso pasaje: "Y dijo Dios: Haya luz, y hubo luz." En la Biblia, la palabra "luz" y sus derivativos se suelen emplear en el sentido de entendimiento, visión espiritual, iluminación. De ello tenemos un ejemplo en el siguiente pasaje de Los Salmos: "La abertura de tus palabras alumbra, a los simples les da inteligencia."
Ningún estudiante de la Christian Science ha dejado de tener momentos en que la vida le ha parecido vacía y obscura, tal como se describe en el ya citado libro del Génesis, con las palabras siguientes: "La tierra empero estaba sin forma y vacía; y yacían tinieblas sobre la haz del abismo." Mas luego la luz le ha vuelto a aparecer, como es natural, ya que el mandato: "Haya luz" es perpetuo. Pero por obscura que parezca la perspectiva, el entendimiento obtenido a través de experiencias anteriores basta para mantener al Científico Cristiano firme en la luz, siguiéndola con fe hasta que haya alcanzado completa libertad, pues, por tenue que nos parezca, la Luz verdadera "que alumbra a todo hombre para venir al mundo" siempre está a nuestro alcance. La persona que ha llegado a conocer la luz de la verdad jamás se verá completamente abrumada ni desesperanzada.
La misma verdad que derramó luz sobre el camino que anduvo Jesús es asequible en nuestros tiempos. Nosotros sabemos que las sugestiones agresivas del sentido material, que tratan de anular las actividades del bien, son irreales, dado que tenemos la siguiente promesa de Jesús: "Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres."
Conviene recordar que es la verdad la que destruye las mentiras del sentido mortal y no nuestro poder humano. ¿Siente el practicista algún temor por la eficacia de su trabajo mental? Pues entonces que se torne hacia la luz para iluminar su propio pensamiento con la luz reflejada de la Mente divina. Tal como las estrellas mantienen su curso, moviendo en perfecto orden y con absoluta precisión, así el hombre, la idea de la Mente, vive aunado con la armonía, el gozo y el orden de la actividad espiritual. Que cuide entonces el practicista de no asumirse ninguna responsabilidad personal en el trabajo de la curación, pues ésta pertenece tan sólo a la Mente. Y que cobre fuerzas de las siguientes palabras de Mary Baker Eddy, que aparecen en la página 427 de su obra "Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras": "La mente inmortal, que lo gobierna todo, tiene que ser reconocida como suprema en el tal llamado reino físico, lo mismo que en el espiritual", y luego que permita que la supremacía de la Mente se manifieste sin ninguna asistencia personal de su parte.
La Christian Science es una exposición de la Verdad absolutamente lógica, clara y bien formulada, que exige una estricta adherencia a sus premisas sencillas de parte de todo aquel que se proponga demostrar sus enseñanzas de una manera correcta, pero que por otro lado requiere mucho más. La comprensión intelectual de la letra tiene que ser imbuída del espíritu del Cristo. El discípulo que carece del amor del Cristo y de fe en el poder de la Palabra, ha de errar el blanco, y no acertará en su trabajo, por claras que le hayan sido las declaraciones metafísicas formuladas en abstracto.
Por otra parte, una fe pura en Dios y Sus promesas, aunque las palabras que se empleen en su explicación no asuman una forma completamente científica, muchas veces trae la comprensión espiritual que revela la correcta solución al problema. Con esto no queremos menospreciar la importancia de expresar correctamente las declaraciones metafísicas de la Verdad, sino recalcar la obligación que tenemos de abrigar una fe absoluta para poder reflejar la Verdad. En la página 166 de su obra The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, Mrs. Eddy escribe lo siguiente: "La falta de sinceridad y una fe sin convicción no pueden triunfar y caen a la tierra." Cuán a menudo resulta que a pesar de una convicción muy clara de las verdades metafísicas de la Christian Science, nuestra fe espiritual está tan apagada y obscurecida por el mesmerismo, que nos obliga a rogar, a la manera del apóstol: "Auméntanos la fe."
En nada mejoramos la situación si nos condenamos a nosotros mismos por la falta de sinceridad o la falta de fe, como tan a menudo nos vemos tentados a hacer. Tenemos que reconocer la aparente falta como una sugestión agresiva del error, que tiene que ser hollada sin componendas en el polvo de la nada. Debiéramos reconocer que el magnetismo animal se está oponiendo en todo momento a nuestra fe, y jamás debiéramos olvidar que todo lo que intente privarnos de nuestra alegría y fe es una mentira. Debiéramos declarar al instante que tales pensamientos no son nuestros, porque la conciencia del hombre verdadero no puede abrigar sugestiones de duda y desconfianza.
El que no tiene fe en Dios carece de fe en sí mismo. Y cuando uno no tiene fe en sí mismo ni se cree capaz de hacerle frente a las pretensiones del mal, demuestra que no tiene fe en Dios. Para alcanzar ese estado de conciencia que reconoce que Dios y el hombre están eternamente unidos en propósito y acción, y en el cual todas nuestras necesidades siempre se hallan satisfechas, se requiere una fe inquebrantable. Esta fe solamente se obtiene obedeciendo a la voluntad divina. Cuando el hombre aprende que él existe por el mismo hecho de que Dios existe, entiende que no puede haber otra voluntad más que la divina.
La Christian Science no es una religión emotiva, sino que ilumina el pensamiento y confiere a los hombres mayores aptitudes y estabilidad. El Científico Cristiano sabe que él no necesita admitir sumisamente la creencia de que existe un poder sobre el cual él no tenga dominio. Comprendiendo su unidad con su propia fuente divina, puede hacer frente a esta creencia y vencerla. Cuando sus pensamientos están imbuídos de amor y de deseos de ser útil para con todos, el temor y la incertidumbre se desvanecen.
Las religiones ortodoxas a menudo suscitan un falso sentido de humildad que acaba por hacernos desconfiar de nosotros mismos. Pero cuando llegamos a ver que el hombre es la imagen y semejanza de Dios y que jamás se puede separar de su origen divino, comprendemos que la voluntad divina es la única voluntad que existe, y que por lo tanto la voluntad humana es irreal y no puede obstruir la divina.
En la página 297 de su obra Ciencia y Salud, Mrs. Eddy dice lo siguiente: "Hasta que la creencia se convierta en fe, y la fe en entendimiento espiritual, el pensamiento humano tiene poca relación con lo real o divino." Esto no quiere decir que cuando lleguemos al entendimiento espiritual ya no nos hará falta la fe y que por consiguiente la podremos dejar a un lado. El entendimiento espiritual incluye la fe. La Christian Science nos alienta a abrigar esperanzas de llegar a poseer aquella verdadera comprensión del Cristo que incluye en sí una fe que nunca se apaga, sino que "se va aumentando en resplandor hasta que el día es perfecto."
Cierto discípulo de la Christian Science que se vió enfrentado con varios problemas de carácter físico y mental, recibió mucha ayuda consultando las concordancias de las obras de Mrs. Eddy y dedicando largas horas al estudio de la palabra "fe". Descubrió que se le iban aumentando grandemente sus conocimientos y su entendimiento espiritual, y como se trataba de numerosos pasajes, volvió a consultarlos repetidas veces, alentado cada vez más ante la perspectiva de poner en práctica las verdades que encerraban.
La fe no consiste en la habilidad de conocer y dominar todos los enigmas de la vida, sino más bien en nuestra comunión con Dios y en nuestra confianza en Su bondad y sabiduría. San Pablo dijo: "He guardado la fe", y a nosotros nos corresponde hacer lo mismo. Reconociendo que esta fe descansa sobre una ley inexpugnable, que se revela por medio de una Ciencia absoluta y eterna, ¡cuán grandemente seremos ayudados en nuestros esfuerzos por guardar la fe!