En su obra "Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras" (pág. 136), con un encabezamiento que dice: "La misión de Cristo", nuestra inspirada Guía, Mary Baker Eddy, ha escrito lo siguiente: "Jesús estableció su iglesia y mantuvo su misión sobre la base espiritual de la curación por medio del Cristo." Existen hoy en día pruebas abundantes de que la Christian Science cura al enfermo, y que por consiguiente le está devolviendo a la humanidad ese elemento perdido de la curación cristiana que tanto distinguió a la iglesia primitiva. Consideremos en particular una fase muy importante de la curación cristiana primitiva, tal como la demostraron el Maestro y sus discípulos. Se trata del elemento que a menudo se describe en la Biblia con estas dos palabras tan significativas—"al instante".
En el caso de la curación del leproso, las Escrituras nos dicen que: "Al instante le dejó la lepra"; en el de los dos ciegos, que: "Al instante recibieron la vista"; de la suegra de Simón, se nos dice que "la dejó la fiebre"; referente al hombre "que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo", se nos dice que "al instante quedó sano aquel hombre"; de Pablo y Silas, que mientras estaban cantando himnos a Dios en la cárcel de más adentro "de repente sucedió un gran terremoto ... y al instante se abrieron todas las puertas de la cárcel, y se les soltaron a todos las prisiones." Y sabemos que, aunque aparezca o no este término en el texto, las curaciones hechas por Jesús y sus discípulos, con muy pocas excepciones, se hicieron instantáneamente.
Ahora bien, en las obras de nuestra amada Guía, ¿qué se dice de esta fase de la curación cristiana? En las páginas 192 y 193 de Ciencia y Salud, encontramos el relato de la curación instantánea del señor Clark de la ciudad de Lynn; en las páginas 389 y 390 se refiere el caso de una mujer que se sanó al instante de un padecimiento crónico del hígado; y en las páginas 184 y 185 se menciona la curación instantánea de una mujer que tenía tisis. En los otros escritos de Mrs. Eddy y en las distintas biografías que tratan de su vida, se relatan casos en los que, mediante su maravilloso reflejo del Amor divino, ella logró curar instantáneamente enfermedades consideradas incurables, y devolverles al instante la salud a los moribundos.
En su obra Miscellaneous Writings (pág. 40), Mrs. Eddy escribe: "A menudo se hace la siguiente pregunta: 'Si es verdad que la Christian Science utiliza el mismo método de curar empleado por Jesús y sus apóstoles, ¿por qué es que los estudiantes de esta Ciencia no logran curar de la misma manera instantánea que lo hacían aquellos cristianos antiguos del primer siglo?'" Contestando ella misma la pregunta, Mrs. Eddy lo explica como sigue: "En algunos casos los estudiantes de la Christian Science obtienen tan buenos resultados como lo obtenían los antiguos profetas. Toda curación verdadera es gobernada por el mismo Principio que utilizaban éstos y se basa sobre ese mismo Principio, es decir, la acción del Espíritu divino mediante el poder de la Verdad para destruir el error, o sea, toda discordancia. El hecho de que no se produzcan en todos los casos los mismos resultados se debe a que el estudiante no siempre posee en grado suficiente el espíritu del Cristo, con su poder acompañante para echar fuera la enfermedad."
Al reconocer que la iglesia es la estructura de la Verdad, y al reflejar la Verdad en nuestras vidas, ¿no nos será posible, como miembros de esta iglesia, disponernos a admitir la posibilidad de que las curas instantáneas pueden ocurrir durante los cultos de nuestras iglesias? ¿No nos será posible mantenernos a la expectativa de que tales curaciones ocurrirán, y así, por medio de nuestros esfuerzos unidos, apoyar esta fase del cristianismo primitivo, cuya restauración fué el motivo principal en la fundación de nuestra iglesia?
Que resulta en efecto posible obrar de esta manera, lo comprobó cierta iglesia filial de la Christian Science. Los miembros de esta iglesia reconocieron que si, a raíz de sus esfuerzos, se estuvieran experimentando curaciones durante los cultos religiosos celebrados los domingos, sin duda en las reuniones testimoniales de los miércoles por la noche abundarían los testimonios ofrecidos en reconocimiento de tales curaciones. Reuniéndose para deliberar el asunto, los miembros de la citada iglesia decidieron que cada uno de ellos debiera trabajar mentalmente a fin de que se realizaran curas instantáneas durante los cultos. No se tardó mucho para que los resultados de este trabajo espiritual, hecho con tanta consagración y con motivos tan elevados, se vieran colmados de gozosas y espontáneas expresiones de gratitud durante las reuniones de media semana, con motivo de las curas instantáneas que se estaban realizando en los cultos dominicales.
Y nosotros que también somos miembros de una iglesia, ¿qué podremos hacer para contribuir individualmente al cumplimiento de los altos propósitos que motivaron la fundación de nuestra iglesia? ¿No podremos acaso dedicarnos en seguida a tener presente en todo momento la meta de la curación? El mismo deseo sincero de tomar parte en este trabajo bastará para abrir el camino para que cada uno de nosotros pueda participar en la obra en la medida de nuestro entendimiento espiritual.
En la ya citada declaración de nuestra Guía, en la que nos dice que toda curación verdadera es "la acción del Espíritu divino, mediante el poder de la Verdad para destruir el error, o sea, toda discordancia", encontramos nuestro modelo. Luego, puesto que el Espíritu divino es el sanador, este Espíritu debe ser reflejado con fidelidad por cada miembro durante los cultos; entonces los agobiados que concurren a nuestras iglesias en busca de consuelo y curación, los encontrarán.
Para mantener viva en nuestras conciencias la luz del Cristo imparcial, así como para mantener el deseo ferviente de bendecir a nuestros semejantes, firmes en la convicción de que el Amor divino está presente y tiene el poder para destruir toda sugestión discordante que se les pudiera presentar a los concurrentes—todo ello requiere un esfuerzo consagrado de nuestra parte. Es así que conservamos nuestro propio concepto de unidad con Dios en todos los detalles de la vida diaria. Y es así como buscamos el bien propio en el ajeno, enriqueciéndonos a nosotros mismos al hacerlo.
Cuando nos empeñamos en mantener muy a lo alto la meta de la curación instantánea en los cultos, el próximo paso consiste en estar dispuestos a hacer todo lo que sea necesario para mantener trasparente los pensamientos, de manera que la luz de la verdad espiritual se pueda ver continuamente, y luego conservar durante todo el tiempo que duren los cultos, nuestro concepto del hombre como el reflejo del Amor. El paso subsiguiente sería el de mantenernos firmes en la seguridad de que este trabajo mental científico tiene poder; que es sanador; que nada puede impedir sus gloriosos resultados, y que tal como Jesús apareció a sus discípulos aun "estando cerradas las puertas", así mismo el Cristo está presente para sanar y salvar, aun en la misma conciencia que parezca estar cerrada.
¿No pudiera ser uno de los pasos humanos hacia este fin, el que pensemos de nuestro lugar de reunión—nuestro "gran aposento alto"—como simbolizando el santuario del Espíritu, donde la misma presencia del Cristo está efectuando su obra sanadora? Y ¿no nos será posible, en el mismo momento de entrar en nuestra iglesia, recordar que hasta que se terminen los cultos, nuestra misión sanadora debiera ser la de mantener claramente en el pensamiento el propósito y el poder sanador del culto que estamos presenciando? Entonces podremos descender del "aposento alto" y mostrar con acciones de hermandad y de cariño lo que el espíritu del Cristo significa en los asuntos humanos.
Los momentos de silencio y de música que preceden a los cultos nos ofrecen la oportunidad de prepararnos para recibir las bendiciones que han de venir, y para participar en ellas. Jesús les dió instrucciones a sus discípulos para que encontrasen "un gran aposento alto, amueblado y listo", donde podrían celebrar juntos la pascua; y el "aposento alto" nuestro quedará amueblado y listo para recibir el mensaje del Cristo tan pronto como nuestras conciencias estén provistas de pensamientos de Verdad y de Amor, y a medida que estemos preparados para dar nuestras riquezas espirituales a aquellas personas que vienen a nuestras iglesias para recibirlas, anhelando acercarse al Cristo sanador.
Jesús indicó lo deseable que era que sus discípulos obedeciesen su palabra y no que sólo la oyesen; manifestando asimismo que los que le seguían serían conocidos por sus frutos. De la misma manera todos los miembros de nuestras iglesias filiales sabrán cuando la obra sanadora se está llevando a cabo individual y colectivamente, porque en ese día las reuniones de los miércoles abundarán de expresiones de gratitud con motivo del cumplimiento de la misión de Cristo, la que salva al pecador y sana al enfermo.