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La resurrección en el día de hoy

Del número de abril de 1948 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En la Biblia se relatan dos casos muy notables de resurrección—es decir, el despertar de entre los muertos—los que son tan distintos en todos sus aspectos como para merecer comento.

En el capítulo once del Evangelio de San Juan se hace constancia de la obra de Jesús al resucitar a Lázaro de la tumba. Hacía cuatro días que a Lázaro le habían sepultado, y cuando se levantó, en obediencia al mandato imperativo del Maestro, todavía llevaba la mortaja con que la mente mortal le había envuelto el cuerpo y tenía el rostro cubierto con el sudario. La duda y falta de fe de los que le rodeaban hicieron que Jesús llorara, pués aun la fiel María, que era de ánimo más espiritual que los demás, no pudo darse cuenta de la eterna presencia del Cristo, y le dijo al Maestro: "¡Señor, si hubieras estado aquí, no hubiera muerto mi hermano!"

Ni Lázaro, que creía que tenía que morir, ni sus amigos y familiares, que creían que había muerto, estaban preparados para la demostración y prueba absolutas de que la verdadera Vida del hombre es Dios; y a fin de despertar a los que habían presenciado la muerte y restauración de Lázaro, Jesús les dijo (Juan, 11:44): "¡Desatadle, y dejadle ir!"

Muy distinta fué la resurrección de la creencia de muerte que experimentó el Maestro. Su cuerpo que, al parecer, el odio humano había matado, hacía tres días que yacía en la tumba. Por tres días esa gran piedra cerraba la entrada al sepulcro, pues de esta manera intentaba la mente mortal detener la obra del Maestro y cerrarle la puerta al Espíritu. Sin embargo, cuando Jesús estaba listo para salir de la tumba, la gran piedra que había a la entrada fué quitada sin que se utilizara esfuerzo humano alguno, y el Maestro les mostró a sus discípulos que su cuerpo era el mismo que tenía antes de la crucifixión. Las heridas de la carne constituyeron una prueba decisiva para los que dudaban, de que era en realidad el Maestro quien se presentaba delante de ellos. Dentro de la tumba, dos ángeles habían aparecido a las fieles mujeres que vinieron con especias para ungir el cuerpo de Jesús, asegurándoles que el Maestro había resucitado. Jesús salió de la tumba sin las vendas ni el sudario. Estos impedimentos los había echado a un lado.

Lázaro salió de la tumba todavía envuelto con las vendas de la muerte, mientras que Jesús resurgió en plena victoria sobre la muerte, y no tardó en comprobar, en su ascensión, la irrealidad de todo lo material, elevándose en el fulgor y la gloria de la Vida eterna.

En la página 292 de su obra "Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras", Mary Baker Eddy dice lo siguiente: "La Verdad será para nosotros 'la resurrección y la vida' sólo cuando destruya todo error como también la creencia de que la Mente, la única inmortalidad del hombre, pueda estar encadenada por el cuerpo, y la Vida ser dominada por la muerte", y un poco más adelante sigue diciendo: "En su resurrección y ascensión, Jesús demostró que el hombre mortal no es la esencia real del hombre, y que esta mortalidad material e irreal desaparece en presencia de la realidad."

Pedro era uno de los que estaban presentes cuando Jesús resucitó, pero sólo unos cuantos días antes se había negado—no solamente una vez sino tres veces—a admitir que conocía o que había tratado a Jesús. Me place pensar sobre la gran purificación, o resurrección, que Pedro habrá experimentado en la lucha que sostuvo consigo mismo desde el día que negó a Jesús hasta el día de su visita al sepulcro. Pues, ¿no fué removida de su conciencia la gran piedra de sus dudas, tal como la piedra física fué quitada de la entrada a la tumba? Con seguridad que Pedro, purificado y arrepentido, vió más allá de la ilusión de la muerte, percibiendo la realidad de la Vida que es Dios, tal como Jesús lo demostró. Más tarde, regenerado y arrepentido, se dedicó a sanar y enseñar a la manera de Cristo.

La revelación de la verdad que le vino a este discípulo nos puede venir a nosotros hoy mismo. Es posible que usted y yo, al igual que Pedro, habremos alguna vez negado al Cristo, dejando de utilizar nuestro entendimiento de la Christian ScienceEl nombre dado por Mary Baker Eddy a su descubrimiento (pronunciado Críschan Sáiens) y que, traducido literalmente, es la "Ciencia Cristiana." como era debido, y olvidando de poner primero las cosas que son de mayor importancia. Sin embargo, el camino a Emaus siempre está abierto y nunca tenemos que andarlo solos, pues por largo que parezca, el tierno Cristo siempre estará con nosotros. Y aunque nos sintamos tentados a negar al Cristo, nuestro amante Padre jamás negará a Sus hijos cuando ellos se vuelvan a El con humildad y animados de propósitos rectos. En la parábola del hijo pródigo, la promesa que el padre le hizo al primogénito es la misma que nuestro Padre nos hace a nosotros, a saber: "Hijo, tu siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas" (Lucas, 15:31).

¿Cuál, entonces, es la resurrección que todos tendremos que experimentar antes de llegar a un estado verdadero de perfección? En la página 593 de su obra Ciencia y Salud, Mrs. Eddy la define como sigue: "Resurrección. La espiritualización del pensamiento; una idea nueva y más elevada de la inmortalidad o la existencia espiritual; la creencia material cediendo al entendimiento espiritual." Es de notar que en cada una de estas definiciones se recalca lo espiritual. Para poder alcanzar esta meta tan elevada es preciso rechazar la creencia en una mente mortal separada de Dios, a fin de obtener el concepto de un solo Dios, una sola Mente, y saber que toda idea o pensamiento verdadero procede de esta Mente. La creencia material de pecado, enfermedad o muerte tiene que ceder al entendimiento espiritual de Dios como la única Vida y al reconocimiento de que la belleza, el amor y la infinitud del bien nos pertenece a todos en nuestro verdadero estado, es decir, como las ideas de Dios, por siempre completas y perfectas.

Mrs. Eddy no les ha dado a sus discípulos una meta inasequible, pues en sus escritos les ha enseñado como se habrá de alcanzar. Pero si nos adherimos a las mortajas y las vendas, si creemos que sólo a través de la muerte podemos encontrar el camino, ¿nos será posible alcanzar este estado verdadero, que es en efecto la resurrección?

En la página 88 de su obra titulada Retrospection and Introspection, hallamos el siguiente mensaje de nuestra amada Guía: "El significado espiritual del mandato: 'Resucitad a los muertos', es lo que más concierne a la humanidad. Denota una elevación del entendimiento tan grande que le permite a uno comprender la belleza viviente del Amor, su espíritu práctico, sus energías divinas, sus cualidades saludables y vivificantes—sí, su poder para demostrar la inmortalidad." Es el Cristo resucitado lo que ilumina, sana y salva. Es el Cristo resucitado, que se manifiesta por medio del amor en la conciencia regenerada de todo estudiante fiel, lo que revela la luz que al fin ha de elevar el pensamiento de toda la humanidad por encima de la tumba, llevándolo a la Vida eterna. Sí, Jesús había resucitado. Despojado de las vendas, se vistió de la gloria de la Vida eterna. Las llamas del fuego consumidor del odio humano ningún daño le pudieron hacer; la obscuridad de la tumba en nada le pudo afectar. El sentido humano de Jesús había cedido a lo divino, y el Cristo ascendido se había manifestado.

Después de haber empezado a escribir este artículo, experimenté una cura maravillosa. Una indisposición muy antigua se negaba a ceder, a pesar del trabajo consagrado en la Christian Science que se estaba haciendo para erradicarla. Al punto me vino el siguiente pensamiento: Tu, al igual que Pedro, has negado al Cristo. No has usado como es debido tu entendimiento de la Christian Science. Lamentándote, te has adherido a las mortajas y las vendas, en lugar de tornarte con todo el corazón a tu Dios. Luego, con la renuncia más completa de la creencia en una entidad propia—es decir, separada de Dios—recibí la curación esperada.

Usted también puede experimentar semejante curación, sea cual fuere la indisposición que pretenda ser suya. Recuerde que las mortajas y las vendas se adhieren a usted sólo mientras usted se adhiera mentalmente a ellas.

En el trabajo que, como Científicos Cristianos nos corresponde hacer, para vencer la enfermedad, el pecado, sí la misma muerte, ¿se presentan como impedimentos los pensamientos restrictivos y limitadores—el sudario y las mortajas—para estorbar nuestro trabajo con sugestiones de temor o duda? ¿Esperamos ver a nuestros pacientes sanados en la Christian Science, aun cuando estén todavía atados por la materialidad, sujetos a pensamientos mortales, en cautiverio a las dudas y los temores humanos? Más bien digámosles: "Ven fuera", libre y sin ataduras, dejando atrás las mortajas. Aconsejémosles que dejen éstas a un lado; y veamos al hombre a la luz gloriosa del Cristo, libre de todo impedimento y reflejando el esplendor de la perfección divina.

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