Hace diez años me fué presentada la Christian Science por un tío mío que es ejemplo admirable de lo que hace esta bella religión para quien la estudia y aplica. Simplemente leyendo el libro de texto, “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras,” por Mary Baker Eddy, sané en una semana de estreñimiento y de una afección cardíaca.
Algunos años después sané de várices cuando comprendí la verdad que declara Mrs. Eddy en la página 393: “No temáis que la materia pueda doler, hincharse e inflamarse como resultado de una ley cualquiera, cuando es evidente de por sí que la materia no puede tener dolor ni inflamación.” Yo me aferré a ese pensamiento, y con la ayuda de un devoto practicista pronto sané completamente.
La Christian Science me ha enseñado a pensar positivamente y con calma. Por eso me gozo con frecuencia en abrir nuestro Himnario y cantar nuestros himnos que inspiran; en visitar las salas de lectura, no para librarme de alguna creencia errónea que me aqueje, sino para comunicarme tranquilamente con Dios; en dar gracias a nuestro Padre-Madre Dios por las muchas cosas gloriosas que todavía no veo, y en alegrarme por la Causa entera de la Christian Science.—Detroit, Michigan, E.U.A.
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