La segunda curación que yo experimenté en la Christian Science fué de la vista, después de que un oculista bien conocido me había asegurado que nunca podría ver bien sin lentes, y que éstos tendrían que ser cada vez más potentes con el transcurso del tiempo. La curación ocurrió instantáneamente al estar yo sentado en el consultorio del practicista, cuando me dí cuenta de que había perdido súbitamente toda tendencia a pensar criticonamente de cualquier persona. Me quité los anteojos y le dije al practicista: “Puede usted destruir éstos, porque ya no los necesito.”
Inmediatamente después comencé a estudiar la Biblia y todos los escritos de nuestra amada Guía, Mrs. Eddy, y me subscribí y empecé a leer todas las publicaciones periódicas de la Christian Science. En muchas ocasiones he pasado toda la noche estudiando sin sentir la menor fatiga ni empañamiento de la vista. Más tarde me afilié a una de las iglesias Científicas de Cristo, en la que tuve el privilegio de servir en muchas capacidades.
Cuando fuí Primer Lector usé la edición tamaño bolsillo de los textos. Mi vista permaneció perfecta durante un año, pero luego se empañó de repente. Ya sabía yo que había sanado antes, por lo cual me sentía dispuesto a confiar en que la Christian Science solucionaría esta dificultad con mis ojos. Me ocurrió la sugestión de que debía de adquirir las ediciones tamaño grande de estos libros para Lectores, pero comprendí que, bajo las circunstancias, ésto sería tan material como usar un pedazo de cristal ininteligente para amplificar los caracteres impresos. Después de haber estudiado y tratádome metafísicamente por varias semanas sin aparente mejoría, opté por escribir a mi profesora a fin de que me ayudara.
En mi carta le avisé que venía experimentando dificultad en mi modo de pensar en ciertos miembros de la congregación. Por haberme prestado a escuchar hablillas acerca de ellos, hallaba muy difícil abstenerme de pensarlos criticonamente. En su respuesta dijo mi profesora: “Por supuesto que la vista es espiritual, y nada que usted parezca pensar puede alterarla. Lo que tiene usted que hacer es aferrarse al hecho de la omnipresencia e infinita expresión de la vista perfecta y dejar de temer, porque nuestro Dios hace bien todas las cosas y nunca ha afligido a nadie con ninguna sensación de carencia aun cuando todavía no se eleve al modo de pensar absolutamente perfecto. Lea lo que dice Mrs. Eddy en The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany (pág. 161): ‘Para que el raciocinio humano no anuble la comprensión espiritual, no digáis en vuestro corazón: La enfermedad es posible porque el pensar y la conducta de uno no se prestan a defenderlo suficientemente contra ella. Confiad en Dios, y “El enderezará tus veredas.” ’ ”
Luego añadió mi profesora: “En cuanto a las personas de que me habla, me parece que en vez de impersonalizar el error en su propia mente y luego quedarse usted con Dios y Su Cristo, ve usted a esas personas esperando encontrar el bien en ellas. Lo que hay que hacer es ver la verdad de cualquier situación de que se trate. Quiero decir, ver bajo todas circunstancias a Dios y Su Cristo siempre presentes, quedándonos allí mentalmente. Si moramos habitualmente con Dios y Su Cristo en nuestro modo de pensar, nos hallaremos expresando misericordia, cortesía y urbanidad hacia todos, pero sin que nos perturben las acciones de los demás, sabiendo bien que Dios está allí mismo para corregir a Su propio modo cuanto esté equivocado.”
Después de haber leído esta carta varias veces, encontré que mis pensamientos de las personas aludidas se habían corregido completamente de lo que las criticaba, y también hallé que yo había cesado de temer que mi vista fallara, habiendo sanado instantáneamente. Ví muy claro ahora lo que escribe Mrs. Eddy en la página 248 de Ciencia y Salud: “El Amor jamás pierde de vista la hermosura.” Las seis primeras palabras: “El Amor jamás pierde de vista,” se destacaban como si fueran sendos faros. También comprendí lo que declara Juan en su primera epístola (2:11): “El que odia a su hermano, está en las tinieblas, y anda en las tinieblas, y no sabe por donde va, por cuanto las tinieblas [o podríamos decir, el odio] le han cegado los ojos.” Yo me sentí muy agradecido por esta nueva prueba de la eficacia de la Christian Science.
Unos seis meses después de lograda esa curación platicaba yo con una estudiante de la Christian Science que era oculista u óptica. Dijo que los que no podían prescindir todavía del uso de los lentes a veces creían que los curados en la Christian Science nunca habían padecido nada que fuera real en primer lugar. Por no estar yo completamente alerta, me encontré contestándole asentidamente: “Bueno, sí que había algo realmente en primer lugar.” Al instante quedé ciego del todo. Luego añadí: “Espere un momento. Déjeme pensar.” Y procedí a desdecirme: “Tiene usted razón. No había nada realmente mal en primer lugar, porque si hubiera sido real, se hubiera derivado de Dios y por lo mismo no podría corregirse de ninguna manera.” También dije: “Ahora veo lo que quiere decir nuestra amada Guía cuando escribe (Ciencia y Salud, pág. 395): ‘Es charlatanismo mental hacer de la enfermedad una realidad — considerarla como algo que se ve y se siente — y entonces tratar de curarla por medio de la Mente.’ ”
Después de pocos momentos recobré mi vista completamente otra vez, y la he tenido clara desde entonces.
Estamos profundamente agradecidos a todos los que a través de los siglos han mantenido encendida la luz de la verdad espiritual hasta que nuevamente brotó en todo su esplendor mediante el descubrimiento y la revelación de nuestra amada Guía, y sabemos que esta verdad jamás podrá ocultarse otra vez de nuestra vista.— Chicago, Illinois, E.U.A.
