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Los usos de la inteligencia

Del número de enero de 1952 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Según revela la Christian Science, la inteligencia no es una facultad dividida desigualmente entre muchas mentes, sino la cualidad esencial de la Mente única que es Dios. Es tan indivisible como Dios; y el hombre, la idea de la Mente, la refleja. La inteligencia es inseparable de la Verdad y sus usos no se prestan a lo que no sea verdadero. Escribe Mary Baker Eddy en el libro de texto, “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” (pág. 282): “La Verdad es la inteligencia de la Mente inmortal.”

La Christian Science revela a Dios como la Verdad y a Su creación como la realidad espiritual o verdad reflejada; y explica que el mal de toda clase queda fuera de Su creación, fuera de la verdad, y por lo tanto sin existencia real. La Ciencia concuerda con el profundo análisis del Maestro respecto al diablo o sea el mal: “Es mentiroso, y padre de mentiras” (Juan 8:44). No es inteligente creer que algo falso es verdadero o que algo malo es bueno. Mediante el conocimiento verdadero o sea el conocimiento de la verdad, la inteligencia se utiliza como un poder para destruir las mentiras de la discordancia y de la limitación, que no caben en la creación armoniosa del Amor.

La inteligencia es la energía divina mediante la cual Dios integra el universo infinito y armonioso con Sus ideas espirituales. Es el poder del bien, la substancia de toda acción debida. Expresa la justicia de la Verdad, la misericordia del Amor, la sabiduría del Principio, la presencia del Espíritu. Es la fuerza dirigente de la ley de Dios, la potencia efectiva de Su infinita perfección consumada. No procede la inteligencia de ningunos padres humanos, sino que es la facultad de la Mente única, el padre real del hombre. La Mente manifiesta su inteligencia mediante el hombre, y nuestro más leve uso de inteligencia indica la presencia de la semejanza de Dios, que es inseparable de la Mente como la individualización de los atributos infinitos de la Verdad.

Los realmente inteligentes expresan los elementos de la Verdad tales como la comprensión, la sensatez, la justicia, integridad, pureza y, sobre todo, amor. Nadie puede mostrar inteligencia que esté desprovista de veracidad ni sensatez carente de amor. La historia demuestra que los más inteligentes — los que más ricamente han contribuido al bienestar de la humanidad — han sido los más verídicos y los más amorosos. En efecto, su inteligencia ha sido en proporción a su integridad y buena voluntad.

Cristo Jesús se refirió a sí mismo como un “hombre que os ha dicho la verdad, que he oído de parte de Dios” (Juan 8:40), y esa verdad incluía la paternidad de Dios y Su naturaleza amante e imparcial; la perfección espiritual del hombre como expresión de Dios; la eternalidad de la consciencia que conoce a Dios y a Su hijo el Cristo. La verdad que el Maestro sabía era lo que lo hacía inteligente y lo capacitaba para disipar las mentiras de la mente carnal que imponía su pretensión de que la vida es mortal y la inarmonía real. Cristo Jesús era demasiado inteligente para que lo engañara la ilusión, demasiado puro para creer en el mal, demasiado verídico para aceptar mentiras. Se sabía a sí mismo como la reflexión de la inteligencia de Dios y utilizaba plenamente los atributos de la Verdad en demostración de su hombría real.

En la página 378 de Ciencia y Salud Mrs. Eddy ilustra el uso de la inteligencia al relatar una anécdota del Sir Charles Napier en el que al verse embestido por un tigre, lo miró de fijo en los ojos sin intimidarse, haciéndolo retroceder agazapándose hacia los matorrales. Llama luego la atención al contraste entre este resultado y el de una fiera que enfurece a otra al fijar su mirada del mismo modo, añadiendo: “La mirada de un hombre, clavada sin temor en una bestia feroz, a menudo obliga al animal a retirarse, lleno de pavor. Este último incidente representa el poder de la Verdad sobre el error,— el poder de la inteligencia, aplicado a las creencias mortales para destruirlas.” Cuando nos encaramos impertérritos con el pecado o la enfermedad o las malas intenciones sabiendo que son ilusiones porque nada expresan de Amor, ejercitamos el poder de la inteligencia y el mal desaparece de nuestra experiencia.

Una familia acogió la Christian Science cuando presenció la curación de uno de sus miembros que había estado enfermo por años sin esperanza de recobrar su salud. Pronto le siguieron otros miembros que también sanaron. Uno que adolecía de lo que el médico diagnosticó como presión excesiva de la sangre, sanó instantáneamente y nunca ha vuelto la afección. Sus venas abultadas recobraron su aspecto normal de la noche a la mañana. Otro que había sufrido dolores de cabeza muy fuertes desde su niñez sanó instantáneamente y dejó de usar lentes porque su vista defectuosa quedó corregida simultáneamente. Una pariente que por ser mordazmente burlona había causado pena a los que la rodeaban, se volvió mansa y desinteresada. Toda la familia se hizo amante de las Escrituras y de confiar en Dios para cuanto necesitaban.

¿Qué les había pasado? La Christian Science los había hecho más inteligentes mediante las verdades que les reveló. No había nada de inteligente en las mentiras que venían albergando respecto al hombre como independiente o separado de Dios, dependiendo de la carne para su vida, perturbado por la enfermedad, esclavizado por su mal carácter, atrapado por la muerte. Dios, que como Verdad es inteligencia en acción, los había corregido de todo eso. Las cualidades de la salud y del amor, perennemente frescas y divinamente derivadas, allí se demostraron como elementos de la consciencia real, y los que a ello se prestaron ganaron una vislumbre de su verdadera identidad.

No es inteligente creer que hay placeres en los pecados o que tenemos que sufrir por los pecados que otros cometieron, porque el pecado es una alucinación, y en la realidad de su ser el hombre es impecable. No es inteligente desamistarse o altercar con otros, porque el Amor es la única Mente y su armonía es demostrable. No es inteligente propalar malas noticias o díceres ni comadrearlos, ni malquistar a unos con otros, porque el hombre es espiritual y hay que conocer y proclamar su perfección. No es inteligente forzar el arreglo de las disputas con guerra, porque el arbitraje siempre es posible y para ello se cuenta con la inteligencia única mediante la humildad y el amor desinteresado.

Es inteligente conocer al hombre como inmortal, ver la vida como espiritual, contemplar el bien como todo lo que realmente existe, entender la armonía como universal. Es inteligente saber las verdades de la Christian Science y tomarlas como punto de vista para ser honrados y humildes, cariñosos y generosos y estar siempre gozosos y dispuestos a perdonar.

La Christian Science demuestra la inteligencia que es omnipotencia. Hace asequible la sabiduría que capacita al hombre para superar a las exigencias de la ocasión. Y está disponible hoy mismo para que las naciones, por separado o mancomunadamente, la utilicen a fin de silenciar las pretendidas amenazas del materialismo destructivo y para establecer la paz permanentemente. Su demostración cabal es inevitable, porque la Mente única se está imponiendo como tal mediante la Ciencia, y su poder es irresistible. El reino de la Verdad está adviniendo — el reino en el que la perfección espiritual es el orden natural del ser y en el que cada cual en su real identidad se gobierna por la inteligencia que es Verdad y Amor.

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