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Sesiones de “Nuestras Oportunidades Inmediatas” y de Frutos de las Publicaciones Periódicas

Del número de enero de 1952 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Christian Science Sentinel


[Extractos de discursos pronunciados en estas sesiones de la Asamblea Anual de 1951 en la Extensión de La Iglesia Madre. La crónica completa de las sesiones aparece en el Christian Science Sentinel ]

“Nuestras Oportunidades Inmediatas”

Una Causa gloriosa a que servir

Cada mienbro de La Iglesia Madre tiene hoy la oportunidad de demostrar la letra y de irradiar el espíritu de la Christian Science. En su libro, The First Church of Christ, Scientist and Miscellany, Mrs. Eddy da énfasis a la importancia de comprender la unión científica que existe entre la letra y el espíritu a fin de demostrar esta Ciencia. Allí nos dice que cuando hubo clausurado su colegio al hallarse en la cima de la prosperidad, ella se dedicó a buscar una comprensión más elevada de la absoluta unión científica entre la letra y el espíritu del Cristianismo, y que al revisar su libro de texto, “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras,” aparecieron la luz y la prepotencia de la coincidencia del espíritu con el Verbo. Estos dos pasos importantes en la gran tarea de nuestra Guía de clausurar su colegio y revisar su libro de texto, le revelaron la necesidad de entender la unión entre la letra y el espíritu de la Christian Science.

Nuestra Guía estableció La Iglesia Madre como una institución mundial. Sea cual fuere el campo en el que un miembro labore, la presencia de Dios imparte a todos y cada uno un sentimiento de unión con los que trabajan en los otros campos. Hablando una vez ante sus estudiantes procedentes de todas partes, les dijo Mrs. Eddy: “Nuestros corazones han latido al mismo compás, y nuestras manos se han ocupado constantemente de la misma lección objetiva, aunque hemos tenido leguas de por medio.”

Dondequiera que un Científico Cristiano lleve una vida de consagración, dondequiera que se pruebe que la Christian Science cura, allí está La Iglesia Madre. Dondequiera que se hallen los escritos de nuestra Guía y las publicaciones de la Sociedad Editora de la Christian Science, allí está La Iglesia Madre. Dondequiera que los Científicos Cristianos cumplan con el mandato del Maestro de que “os améis los unos a los otros,” allí está La Iglesia Madre. Dondequiera que sus miembros estén luchando gallardamente por el Principio, propugnando por los derechos del hombre, allí está La Iglesia Madre; y la comprensión de ésto los protege, los salva y los guía, porque ninguno sabrá de temor, ninguno peligrará, ninguno estará solo.

La Iglesia Madre, fundada sobre la Roca, Cristo, y la unión entre sus miembros, salvará al mundo y probará que esa unión basada en el amor, no en la fuerza, es lo que la humanidad necesita. La tarea de cada miembro es, en primer lugar, curar enfermos y resucitar muertos, puesto que Mrs. Eddy estableció su Iglesia con el fin de restaurar “el Cristianismo primitivo con su perdido elemento de la curación” (véase el Bosquejo Histórico en la pág. 17 del Manual).

Casi no existe ningún lugar en el que pueda haber angustia u ocurrir algún desastre al que no pueda alcanzar nuestra Iglesia Madre mediante alguno de sus miembros, pues éstos se hallan casi en todas partes del mundo. No hay nunca ninguna ocasión en la que La Iglesia Madre no pueda responder, mediante sus miembros, a la solicitud de los vejados o los desamparados y sin hogar, y por más lejano que esté el lugar de donde venga tal solicitud, los miembros que respondan pueden siempre estar seguros del apoyo amoroso de los que laboran en otros campos.

Yo tuve el privilegio de ver y oír a nuestra Guía cuando ella vino a La Iglesia Madre por primera vez, y aunque mi edad de entonces no era suficiente para poder describir adecuadamente su gran espiritualidad, yo dije a mi madre que Mrs. Eddy era distinta de todos los que yo había visto. Mi madre contestó: “Es distinta, porque ella sabe más acerca de Dios de lo que sabe cualquier otro que hayas visto tú.”

Sirvamos como sirvieron los que edificaron La Iglesia Madre. Ellos dieron al servicio de la Causa de la Christian Science todo su tiempo, todos sus esfuerzos; ningún sacrificio era demasiado grande, ninguna lucha demasiado severa; ellos rindieron a Dios todo el homenaje de sus corazones. Dice Mrs. Eddy en Miscellaneous Writings (pág. 136): “Debemos dar todos nuestros pensamientos a la demostración absoluta de la Christian Science.”

Lo que puede hacer un miembro

¿Cómo puede un miembro de una iglesia Científica Cristiana ayudar mejor a promover y extender la religión que estableció su Guía, Mary Baker Eddy? El hecho de pertenecer a la iglesia indica que reconoce estar unificado a una religión concebida mediante la revelación espiritual de su Fundadora; estar unido a una iglesia basada en una constitución desarrollada por impulso divino.

En cualquier actividad de la iglesia, cada demostración de curación — en el sentido de remediar lo erróneo — tiene su efecto inmediato en toda la iglesia y en la humanidad en general.

Tomemos por ejemplo el caso de un miembro que una iglesia filial ha nombrado para que se encargue de distribuir impresos a cierto número de cajas descubiertas instaladas en parajes públicos para que los tomen quienes se interesen. Por haber abrigado hasta entonces la creencia errónea de que todo el bien logrado por ese medio no llegaba a tanto que justificara el tiempo, los esfuerzos y las inconveniencias que reclama tal servicio, él aceptó el cargo de mala gana. Como es natural, su primer paso consistió en estudiar las razones que expone Mrs. Eddy para haber fundado cada una de las publicaciones periódicas así distribuidas, y cuando para su propia conveniencia, resumió en una sola definición las diferentes misiones de las publicaciones respectivas, le sorprendió notar que coincidían, en mira y alcance, con la misión de la Iglesia como una institución — con la segunda acepción de la definición de la Iglesia que da Mrs. Eddy en el Glosario del libro de texto, “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras.” Eso desvaneció sus dudas y lo hizo comprender que su tarea no se concernía fundamentalmente con la colocación de los impresos en sus respectivas cajas, sino más bien con apoyar, en la Ciencia, su misión salutífera.

Las cajas que se le asignaron estaban en un centro de recreo destinado a los carentes de empleo y los menesterosos de una ciudad metropolitana. Al hacer sus visitas diarias observó que aparentemente no tomaban ni un solo ejemplar de los impresos. Eso lo tomó como una señal de que él no apoyaba adecuadamente las publicaciones periódicas, según enseña la Ciencia. Reflexionando sobre el punto en actitud de oración, descubrió que había venido viendo a los hombres del centro recreativo como los veía el mundo y quizá como ellos mismos se veían: como faltos de la educación cultural y religiosa necesaria para apreciar tales publicaciones.

Volviendo las espaldas a ese falso concepto, vió que el Cristo que sana se revela en todas las publicaciones periódicas de la Christian Science. Reconoció que el mensaje espiritual que cada revista contiene para todo lector, se expresa en un idioma universal — el idioma del Espíritu — capaz de sobreponerse a cualquier barrera artificial consciente o inconscientemente impuesta ya sea por educación en toda forma o bien por falta de educación. Por primera vez descartó sus míseros puntos de vista personales respecto a este trabajo de distribución, y lo contempló en su significado espiritual.

El resultado fué inmediato, práctico y abundante. En su visita siguiente encontró que se leían muchos de los impresos distribuidos. Aumentó rápidamente la demanda. Era costumbre colocar veinte ejemplares a la semana de The Christian Science Monitor, pero no tardó en hacerse necesario colocar de treinta a cincuenta ejemplares diariamente.

Cuando uno de los lectores significó su buena acogida con aprecio, el encargado le interrogó algo detalladamente qué era lo que le había interesado, terminando luego la conversación con la pregunta: “¿Comprende, por supuesto, que si usted no tuviera las mismas cualidades como básicas de su propio carácter, no podría ni reconocerlas ni apreciarlas?”

El interesado se mostró profundamente conmovido y acabó por decir: “Nunca olvidaré eso. Jamás se me hubiera ocurrido, señor; pero ahora veo que ha de ser así.”

Otro de los concurrentes al centro le dijo al encargado: “Estas revistas le infunden a uno respeto de sí mismo, y eso es lo que más se nos dificulta adquirir.” Meses después le confió que había ahorrado sus centavos para comprarse un ejemplar de Ciencia y Salud, añadiendo: “No he leído mucho todavía, pero sí lo suficiente para saber que quiero formar mi vida conforme a lo que leo.”

Poco antes del domingo de Resurrección el administrador del centro preguntó si podía celebrarse un servicio de la Christian Science en la capilla. Era la primera solicitud de tal naturaleza en el historial del centro. Se verificó el servicio. Al terminarse de cantar el solo, varios cientos de los concurrentes prorrumpieron en aplausos espontáneamente pero con respeto. Terminado el servicio, siguieron ocupando sus asientos por algunos minutos, tranquilos e inmóviles, antes de dispersarse.

En cada uno de los episodios semejantes la demostración del miembro dado es universal en su efecto cristiano-científico, e inseparable en Principio de la demostración de nuestra Guía, pues así acepta su invitación que nos extiende en su alocución “Pond and Purpose” (Piscina y Propósito) para que bebamos con ella las aguas vivas del propósito de su vida, cual es, según ella implica, el de impresionar a la humanidad con la eficacia de la Christian Science (véase Miscellaneous Writings, pág. 207).

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