“¡Bendice, oh alma mía, a Jehová, y todas mis entrañas bendigan su santo nombre! ¡Bendice, oh alma mía, a Jehová, y no te olvides jamás de todos sus beneficios! los beneficios de Aquel que perdona todas tus iniquidades; que sana todas tus enfermedades.” Estas palabras de un famoso salmo que trajo a mi atención un testimonio, publicado en una revista de la Christian Science, de una señora que esta Ciencia había curado del asma, me ayudaron a colmo en una ocasión en que sufría horrendamente de resultas de repentinos accesos periódicos de asma. Esa enfermedad que así me esclavizaba me atacó por primera vez hace unos nueve años, después de haberme desviado de las enseñanzas de la Christian Science que conocía desde mi niñez.
Habiendo ya sufrido de tales ataques intermitentes por más de cuatro años durante los cuales el uso de medicinas y el cambio de clima me aliviaban sólo por corto tiempo, me volví a Dios humildemente y sin reservas en busca de curación. Me valí de la ayuda de una estudiante de la Christian Science cuyo tratamiento me sanó por completo.
Sufría a tal extremo que a veces me vi tentado a pensar en la muerte como mi única escapatoria. Quienquiera que haya pasado por semejante trance comprenderá hasta cierto punto el gozo que sentí y aun siento por haber sanado. Pude otra vez ocuparme en trabajo verdaderamente duro y también tomar parte en varias clases de deporte — algo que había llegado a la conclusión de que sería imposible para mí. Naturalmente que mi gratitud es más de lo que las palabras pueden expresar. Como el hijo pródigo, yo me había extraviado a un estado de consciencia erróneo, y el Amor divino me había guiado de regreso a la consciencia de la libertad que no reconoce límites.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!