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Con sincera gratitud reconozco el glorioso...

Del número de julio de 1953 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Con sincera gratitud reconozco el glorioso poder de Dios para curar según nos lo han revelado nuestro Maestro Cristo Jesús, y nuestra Guía Mary Baker Eddy.

Hoy trata la mente mortal de engolfar al mundo en el temor mesmérico de las actuales condiciones económicas, sociales y políticas, pero nosotros como Científicos Cristianos disfrutamos la bendición de nuestra segura comprensión de que “reina el Señor Dios Todopoderoso” y de que no hay lugar, persona ni cosa que puedan trastornar o perturbar la ley, el orden ni la armonía del reino creado y gobernado por Dios, Amor divino.

De veras que agradezco yo mis demostraciones individuales. Hace pocos años fui objeto de una linda curación que me trajo mejores emolumentos y una ocupación más deseable. Estaba empleada en una oficina en cierta ciudad del oriente de los Estados Unidos en la que diariamente tenía que marcar en un reloj la hora en que llegaba y salía. Cada mañana, al punzonar el reloj-horario, solía murmurar la sugestión mental agresiva en tono desalentador: “Bueno, sólo otro día más próxima a recibir un Bono del Gobierno.” En vez de que mis días fueran fructíferos, se me volvían fútiles y lúgubres. Un día, al punzonar el reloj, me advino el pensamiento que expresan estas palabras de nuestra Guía (Poems, pág. 13):

“Mi anhelo es diario hacer el bien
por Tí, Señor;
mi ofrenda pura lleve a quien
me guía Tu amor.”

Ese pensamiento me trajo la comprensión de que mi ocupación diaria debe consistir en reflejar Vida, Verdad y Amor en vez de desempeñar meras tareas mecánicas para obtener ganancias materiales. Mis pensamientos hacia mis compañeros de trabajo fueron entonces más amables, humildes y benignos. Inmediatamente reanudé mi estudio de la Christian Science que había descuidado desde que salí de la Escuela Dominical, y pasaba muchas horas en las Salas de Lectura durante el período de la comida de mediodía y después del trabajo del día. En breve fui trasladada a otra ciudad a lo que siguió una serie de otros puestos más fructíferos e interesantes. Esa experiencia me probó claramente que logramos obtener un concepto correcto de lo que es trabajar sólo cuando nos ocupamos en los negocios de nuestro Padre, y que nuestra oración diaria debe ser obedecer la amonestación que nos hace Mrs. Eddy en The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany (La Primera Iglesia Científica de Cristo, y Miscelánea, pág. 203): “Sed grandes no como un gran obelisco, ni resolviendo procurar ser grandes,— sino sólo como buenos.”

Yo agradezco especialmente la universalidad de la Verdad y la literatura de la Christian Science que se encuentra asequible en los países extranjeros, desempeñando la labor misionera de nuestra iglesia en tierras lejanas. En uno de los países en que he vivido era en verdad una bendita oportunidad observar el fruto de la Ciencia en esa región del mundo en la que por siglos los fariseos de las creencias falsas trataron de conquistar una nación con sutiles limitaciones, temor y el cautiverio subsiguiente.

Doy las gracias por haber gozado el privilegio de concurrir a la Escuela Dominical de la Christian Science durante diecisiete años, por ser miembro de La Iglesia Madre y de una iglesia filial, por instrución facultativa de esta Ciencia y por todo lo bueno que me ha dado Dios.—

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