El viejo refrán: “La palabra es de plata, el silencio es de oro,” no siempre resulta cierto. Hay veces en las que la palabra puede ser áureo medio que sirva para revelar el reino de Dios a los que lo que más necesiten es saber que se halla asequible constante e instantáneamente para los hombres y las naciones.
¿Estamos utilizando la palabra como arma eficaz en la lucha por contener la aparentemente furiosa embestida del error? ¿Estamos hablando para despertar a los indiferentes, los incultos o los aturdidos a fin de que conozcan la omnipresencia de Dios, la Verdad? ¿Estamos empleando las palabras como activos mensajeros que lleven a los otros la comprensión de que Dios derrama imparcialmente para todos Sus bendiciones de amor, salud, seguridad, libertad?
Si hemos de ser portadores eficientes de la Palabra que cura, primero hay que atender a las instrucciones de nuestra Guía, Mary Baker Eddy, que dice en “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” (pág. 117): “Dios es Espíritu; por tanto el lenguaje del Espíritu tiene que ser, y es, espiritual.” Y añade en el mismo párrafo: “El lenguaje esencial de Dios se menciona en el último capítulo del Evangelio de San Marcos como la nueva lengua, el significado espiritual de la cual se logra mediante ‘las señales que la acompañan.’ ”
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