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Amor, lo esencial

Del número de julio de 1953 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Entre los adeptos del Maestro se conoce a Juan por el discípulo amado, y sus palabras y su vida indican por qué era el amado. Sentado a los pies de Jesús, él percibió tal vez más claro que los otros la cualidad intrínseca del Cristo según lo demostró Jesús en su vida y en sus obras. Juan debe haber visto que el Amor divino era el móvil del Maestro en cuanto dijo e hizo. Parece que comprendió la verdad fundamental que Jesús expresaba en sus enseñanzas, y él mismo debe haber vivido ese Amor en cierto grado, pues escribió (I Juan 4:11–16): “Amados míos, si de tal manera nos amó Dios a nosotros, nosotros también debemos amarnos los unos a los otros. Nadie vió jamás a Dios; pero si nos amamos los unos a los otros, Dios mora en nosotros, y su amor es consumado en nosotros. ... Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene hacia nosotros. Dios es amor; y el que habita en el amor, habita en Dios y Dios habita en él.”

Cuando apareció a Mary Baker Eddy la revelación del prometido Consolador, o Cristo, el mismo amor que caracterizaba la vida y la misión de Cristo Jesús y sus discípulos, encontró su plena expresión en el pensar de ella y fué la fuerza espiritualmente móvil que la indujo a dar a la humanidad la revelación de la verdad del ser y a asentarla en el libro de texto, “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras.”

Hablando del Amor en Miscellaneous Writings (Escritos Diversos, págs. 249, 250), dice Mrs. Eddy: “¡Qué vocablo! Pasmada estoy ante él. ¡Sobre qué mundos de los mundos se extiende su esfera de acción y es soberano! El inderivado, el incomparable, el Todo infinito del bien, el único Dios, es Amor.”

¡Qué declaración en que meditar! “El Todo infinito del bien, el único Dios, es Amor.” Nuestra Guía vió que de todos los sinónimos que describen o ensanchan nuestro concepto de Dios, Amor es el máximo. En todos sus escritos nos encarece su estudio y, sobre todo, su ejemplificación en nuestras vidas. Afirma que el Amor demostrado es básicamente lo esencial en toda curación y el único incentivo que nos impele a practicar y enseñar la Christian Science.Nombre que Mary Baker Eddy dió a su descubrimiento (pronunciado Crischan Sáiens). La traducción literal de estas dos palabras es “Ciencia Cristiana”.

Luego a fin de curar al enfermo y el pecador, el énfasis de todo nuestro estudio debe estar en que ganemos una comprensión del Amor más completa y demostrable. Sea cual fuere el supuesto problema con que tropecemos, cuál el erróneo cuadro mental,— temor, enfermedad o discordancia,— uno puede estar seguro que da siempre el paso debido si declara, comprende y demuestra el Amor como la única presencia y la acción única. En pertinente explicación utilizable declara Mrs. Eddy en su libro de texto (pág. 201): “La manera de extraer el error de la mente mortal es vertiendo en ella la verdad por medio de inundaciones del Amor. La perfección cristiana no se logra sobre ninguna otra base.” Ningún sentimiento de ofensa, resentimiento, odio o envidia puede persistir ante la comprensión de que el Amor es todo. Puesto que toda consciencia verdadera es Amor y por tanto infinita, es lógicamente la consciencia que reflejan y manifiestan todas las ideas del Amor.

En la Ciencia se reconoce el Amor como el único hecho o realidad del ser. Por lo cual nuestro estudio nos lleva gradualmente al punto en que nos damos cuenta de que el hombre es, tanto genérica como individualmente, la expresión del ser del Amor. Al esforzarnos con ese fin es preciso que veamos claramente lo que significa Amor divino en contraposición con el supuesto amor que expresa el sentir personal. El Amor que es divino, infinito y universal en su manifestación, no se expresa sentimental, emotiva ni apasionadamente. No hay en su expresión elemento alguno de egoísmo, atracción, adhesión ni posesión personales.

Es claro que mientras más uno estudie, entienda y refleje el Amor divino, más se purifica su concepto humano del amor. Por supuesto que sin que eso quite la bondad o el afecto; lo que hace es colocar nuestras relaciones humanas sobre una base mejor y más duradera hasta que lo humano ceda por completo a lo divino.

El Amor que es Dios se muestra en nuestra experiencia humana mediante la coincidencia de lo divino con lo humano. Nuestra Guía indica que el Amor que halla su expresión en curar se evidencia en ferviente amor impersonal por la raza en general. Tal amor no se da cuenta de diferencias raciales ni de clases o colores distintos ni de las supuestas divisiones o defectos nacionales. Es un amor suficientemente grande y noble para incluir en un mismo abrazo a toda la humanidad. Es, en efecto, el reflejo del amor que Dios ha de sentir por toda Su propia creación. El Amor divino ha de amar la expresión de su propio ser. Ese es el amor que el hombre refleja como su consciencia verdadera, por lo cual incluye con ternura a todas las ideas de Dios.

La Biblia declara el amor de Dios para con Sus hijos — Sus ideas. El Amor que es Dios se expresa y evidencia en la manifestación del Amor: el hombre. Como el Amor ama y se interesa por su propia expresión objetiva, la evidencia de su propio ser, así tú y yo expresamos y reflejamos individualmente el amor de Dios hacia Su idea, el hombre. El amor que Cristo Jesús manifestó y demostró por la humanidad era en realidad el amor de Dios para con Su propio hijo, el hombre, reflejado. Jesús reveló su percepción de este hecho, pues dijo (Juan 15:9–12): “Como el Padre me ama a mí, así también yo os he amado a vosotros: permaneced vosotros en mi amor. Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. ... Este es mi mandamiento, que os améis los unos a los otros, así como yo os he amado." Y también se nos dice (Juan 3:16): “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dió a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en él, no perezca, mas tenga vida eterna.”

Entonces es realmente Amor reflejado lo que nos capacita para mantener nuestro pensamiento firmemente en la perfección del ser, para que seamos en verdad el reflejo o la consciencia del ser del Amor — para tratar a todas y cada una de las ideas con ternura y amor, para contemplar la naturaleza inmaculada y sin tacha de todo ser, para ver la perfección en todas las cosas; en una palabra: para amar el ser en toda su integridad con el Amor que el hombre refleja como imagen de Dios. ¿No es éste el amor que cura?

Refiriéndose a la clase a que instruía Mrs. Eddy en la Christian Science, escribe el Rev. Irving C. Tomlinson en su libro Twelve Years with Mary Baker Eddy (Doce Años con Mary Baker Eddy, págs. 90, 91): “ ‘¿Cuál es la mejor manera de lograr una curación instantánea?’ preguntó ella. Muchos dieron sus respuestas, pero cuando terminaron, ella dijo que es amar, ser amor y vivir el amor. No hay más que Amor. Amor es el secreto de toda curación, el amor que se olvida de sí mismo y mora en el lugar secreto, en el reino de lo real. Pero no es mero amor humano lo que cura, indicó ella, no el amor que se siente por alguien o por algo — es el Amor en sí. La consumación de este amor por un momento sanará al enfermo y resucitará al muerto.”

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