Con el corazón lleno de gratitud a Dios y a Mary Baker Eddy escribo este testimonio de la admirable curación que se efectuó en nuestro hogar mediante la aplicación de la Christian Science.Nombre que Mary Baker Eddy dió a su descubrimiento (pronunciado Crischan Sáiens). La traducción literal de estas dos palabras es “Ciencia Cristiana”.
Nuestro hijo tiene que manejar en la tienda en que trabaja una sierra eléctrica combinada con picadora de carne. Al llegar yo una mañana a esa tienda la esposa del tendero me encontró en la puerta y me dijo que mi hijo había sufrido un grave accidente; que la picadora eléctrica le había cogido una mano cortándole un dedo desde la primera juntura nodátil. Su jefe lo llevó apresuradamente al primer doctor que encontró cerca, pues esa era la regla de la tienda. Dijo el doctor: “Yo no puedo hacer nada aquí en mi casa con la mano herida; está dañada seriamente.” Se le llevó a que lo viera otro médico que le vendó el dedo exclamando: “De hoy en adelante será sólo el cabo del dedo.”
Mientras la esposa del tendero me relataba todo eso yo afirmaba mentalmente que mi hijo era la imagen y semejanza perfecta de Dios; que ninguna sensación o impresión de imperfección podía adherirse al hijo perfecto de Dios. Comprendiendo que Dios ocupa todo el espacio y que mi hijo vivía, se movía y existía en la Mente divina, yo sabía que no podía dañarse porque no hay accidentes donde está Dios. Al describir cómo sanaba el Maestro, escribe Mrs. Eddy en “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” (págs. 476, 477): “Jesús veía en la Ciencia al hombre perfecto, que aparecía a él allí mismo donde a los mortales aparecía el hombre mortal y pecador. En ese hombre perfecto el Salvador veía la semejanza misma de Dios y este concepto correcto del hombre curaba al enfermo.”
Vino a la casa nuestro hijo, pero comió poco ese mediodía porque le dolía el dedo. Poco después, al salir de la casa, volteó a verme y me dijo: “¡Oh, madre!” como quien pide ayuda. Inmediatamente dije yo para mis adentros: “El Padre-Madre Dios es su auxilio.” En ese momento me advino una sensación de gran gozo, porque lo había librado de que buscara en mí auxilio material y lo había encomendado completamente al cuidado de Dios. ¡Me sentía tan feliz! Tomé Ciencia y Salud y leí estas palabras (pág. 478): “San Pablo dijo: ‘Pero cuando plugo a Dios, (el cual me separó para sí desde el seno de mi madre, y me llamó por Su gracia), ... no consulté con carne y sangre.’ Hombre mortal es realmente una expresión contradictoria en sí misma, pues el hombre no es mortal, ‘ni a la verdad lo puede [ser];’ el hombre es inmortal.” Nunca había comprendido tan claramente como entonces que mi muchacho era el hijo de Dios. Quedé libre de toda idea de reclamarlo como mío físicamente. ¡Era tan gozoso darme cuenta de que él y yo éramos ambos hijos de Dios, espirituales y perfectos! no una madre humana y su hijo físico.
El también ha de haber sentido que la Verdad lo tocaba, porque cuando volvió a casa esa noche lo primero que hizo fué decirme que su dedo había cesado repentinamente de pulsarle o latir de dolor en la tarde. Esta fué una prueba admirable del gran amor de Dios.
Al día siguiente nuestro hijo fué a ver al doctor otra vez de acuerdo con las reglas de la tienda, pero el médico no podía hacer más que cambiarle la venda del dedo. Varias veces tuvo que regresar nuestro hijo a que le pusiera venda nueva. En una de esas veces el doctor llamó a la enfermera que estaba en otro cuarto y le dijo: “Fíjese en ese dedo. Nunca vi cosa semejante.” Lo midió luego y dijo: “Realmente que está creciendo.” También nuestro hijo se asombró. En dos semanas su dedo recobró todo su tamaño normal, con uña tan cabal como cualquier otra de sus manos.
¡Cuánto agradezco yo las muchas bendiciones que he recibido mediante mi estudio y aplicación de la Christian Science! Doy gracias por ser miembro de una iglesia y por haber recibido instrucción facultativa de esta Ciencia, que me ha dado tan admirable comprensión del Cristo, la Verdad.—Dayton, Ohio, E.U.A.