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De corazón feliz

Del número de octubre de 1954 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Es bueno ser de corazón feliz. Es bueno sentir la influencia apacible del Amor divino, aprovechar el valor y la fuerza que resultan de confiar en el Principio divino. Cuando se entiende la armonía del ser verdadero se siente el ritmo del Espíritu. Cuando se acallan los sentidos se puede percibir y oír “el gozo del Señor,” que es nuestra fuerza. Cuando la inteligencia de la Mente divina rige nuestros móviles, todo es armonía de mente y de corazón.

“¿Cree usted que el corazón pueda cambiar?” leemos en Miscellaneous Writings (Escritos Diversos, pág. 50) por Mary Baker Eddy; y ella contesta a esa pregunta diciendo en parte: “Hay que cambiar los afectos humanos del propio interés a la benevolencia y el amor a Dios y al hombre; cambiarlos a tener sólo un Dios, amándolo supremamente, y sirviendo a nuestro prójimo.”

La mente mortal nunca creó ningún corazón. Sólo Dios puede darnos corazón, que es el amor de Dios que Su Cristo expresa, juntamente con nuestro amor por la Verdad que expresamos viviendo cristianamente. El corazón no es un músculo de carne dentro del cuerpo mortal a merced de válvulas, arterias y ventrículos. Ni es víctima de perturbaciones emotivas de una mente independiente de Dios, puesto que, siendo Dios la única Mente, no hay en realidad mente carnal que ocasione perturbaciones que sienta el corazón. Nuestros móviles y acciones rectas reflejan nuestra comprensión del Cristo, y cuando sentimos el impulso de la compasión cristiana, el gozo de la inspiración espiritual, el valor de un propósito desinteresado, nos damos cuenta de que nuestro corazón es el reflejo individual del magno corazón del Amor.

El corazón humano puede parecer que está solitario, hambriento, nostálgico, duro, encadenado o temeroso, pero la idea verdadera del corazón no se halla en la entidad humana. A fin de saciar el hambre de felicidad que uno siente como humano, hay que acudir al Consolador y reflejar el gozo y las bendiciones que imparte el Amor divino. Si se nos aflige el corazón, reconozcamos la necesidad que tenemos de inspiración y el gozo espirituales que nos infunde la Christian ScienceNombre que Mary Baker Eddy dió a su descubrimiento (pronunciado Crischan Sáiens). La traducción literal de estas dos palabras es “Ciencia Cristiana”.. Comprendamos que el hijo de Dios no se aflige puesto que está con el Padre y en la casa de su Padre. Cuando se percibe esto, ya no se queja el corazón.

En realidad el corazón no puede temer ni sentirse solitario puesto que no es material sino espiritual. El simbolito que la mente mortal llama corazón está supeditado a la idea divina. El corazón verdadero es la función por la cual reflejamos ritmo y armonía, la vida y la inspiración que son los dones del Amor divino.

El secreto del corazón sano está en hallar la relación del hombre para con Dios. El corazón verdadero se ve en el pensamiento inspirado que funciona al unísono con la omniacción de la Mente. Este es el estado de bienaventuranza que describe la Biblia así (Job 38:7): “Cuando a una cantaban las estrellas de la mañana, y gritaban de alegría todos los hijos de Dios.”

El mortal que esté agobiado por la creencia en un corazón desordenado puede exclamar: “Debo descansar.” Eso es cierto, pero que descanse en la seguridad del amor de Dios. Que sienta la fuerza sustentadora del Principio divino. Que se regocije en la confraternidad cristiana que vincula a todos los hombres en unión feliz — y en la única Mente.

Muchos enfermos del corazón han sanado con la restauración de la armonía en sus relaciones humanas. ¿Alega la mente mortal que el corazón humano está decepcionado, cansado o triste? Si se siente abrumado o pesaroso, su remedio está a la mano. En las palabras de Cristo Jesús (Mateo 11:28, 29): “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas.” Los humildes de corazón son los que esperan en Dios. La impaciencia suele acelerar indebidamente el pulso y, en creencia nuestra, perturbar el ritmo del Espíritu.

Algún día las teorías materiales que atan a la humanidad a un sentido material del corazón han de quedar reemplazadas con el hecho glorioso de la perfecta relación del hombre para con su creador perfecto expresada mediante el Cristo. Entonces el gozo de la inspiración celestial entrará a torrentes en la consciencia humana con la luz y el poder del Espíritu, ennobleciendo sus móviles, fructificando sus afectos y fortaleciendo su propósito. Los mortales entonces abandonarán su voluntad propia y obrarán obedeciendo la voluntad de Dios. Ese estado de ánimo exento de propio interés trae consigo libertad de acción y asegura al corazón descanso y contentamiento.

El corazón fiel a Dios es sano en todos sentidos porque refleja el ritmo natural del Ser que es Dios expresado mediante el Cristo. El poeta Tennyson pone estas palabras en boca del buen caballero, Sir Galahad:

Mi fuerza es como la de diez,
porque mi corazón puro es.

Dijo Cristo Jesús (Mateo 5:8): “Bienaventurados los de limpio corazón; porque ellos verán a Dios.” La pureza es exigencia que algunos hallan difícil de cumplir. Pero los móviles puros, los afectos puros y una comprensión pura de la Christian Science garantizan la paz espiritual.

El corazón que es fiel a la Christian Science y leal a nuestra Guía irradia la luz de su amor a Dios y al hombre. Si la mente mortal pretende imponernos su propia disonancia, tañamos las cuerdas del arpa de nuestro pensar ensayando los acordes de la armonía celestial, ahogando así las mortales discordancias en la armonía del Espíritu. Entonces estaremos conscientes del bien únicamente y sabremos lo que significa tener el gozo del Señor, ser de corazón feliz y vivir satisfecho.

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