En el libro del Génesis (15:1) leemos que “Abram tuvo en visión una revelación de Jehová, que decía: No temas Abram; yo soy tu escudo, [y] tu galardón sobremanera grande.” Yo puedo decir verídicamente que por más de treinta y cinco años la Christian Science ha sido mi escudo y mi “galardón sobremanera grande.”
El temor y una fuerte sensación personal de mí mismo me indujeron a que me rehusara a hacer la presentación de un conferenciante la primera vez que me lo suplicaron. Pero al volvérseme a ofrecer ese privilegio, lo acepté, confiando en que el poder y el amor de Dios me indicarían cómo vencer estos obstáculos. Las semanas anteriores a la fecha en que iba a pronunciarse la conferencia no fueron fáciles para mí. Yo me afanaba y oraba, pero la paz y la confianza que esperaba yo no me vinieron sino dos o tres horas antes de la conferencia. Era entonces cuando me sentía yo peor y al tomar el Himnario de la Christian Science, abriéndolo, noté el comienzo del Himno No. 136:
Señor, amo Tu vía de libertad,
servirte escojo yo.
Leí todo el himno, y me libró del temor; eso era lo que yo necesitaba. Me sentía lleno de gozo y gratitud, e hice la presentación en plena armonía.
Una fase de mi experiencia por la que me siento indeciblemente agradecida es la de haber recobrado mi vista normal después de haber usado lentes por más de treinta años. Durante la segunda guerra mundial fui elegida Primera Lectora de una iglesia filial. Si yo no hubiera leído la biografía de Mary Baker Eddy por Sibyl Wilbur y sabido de las pruebas que Mrs. Eddy soportó y venció y lo que le costó poder dar al mundo la Christian Science, yo hubiera considerado imposible desempeñar tan alto puesto. Pero mi corazón estaba lleno de gratitud; y aunque creía que iba a ser necesario usara lentes, y me faltaba energía física, y tenía que abandonar mi casa en un lugar en que había vivido por cuarenta años a fin de ver si hallaba otra más cerca de la iglesia, acepté. Ya había aprendido yo en la Christian Science que la vista es realmente percepción espiritual, y confiaba en que Dios me daría la comprensión y las fuerzas necesarias para desempeñar esta tarea. Las primeras palabras del capítulo “La Oración” en Ciencia y Salud por Mrs. Eddy fueron mi ayuda constante antes de salir a la plataforma. Dicen (pág. 1): “La oración que reforma al pecador y sana al enfermo es una fe absoluta en que para Dios todas las cosas son posibles, — un entendimiento espiritual de El, un amor abnegado.” Esta oración me fué contestada abundantemente, pues nunca dejé de ocupar mi puesto a causa de enfermedad física durante los tres años de mi lectoría.
A medias de ese período en que fui lectora empecé a tener dificultad con mis lentes. Todo se veía neblinoso, por lo cual los llevé a que los examinara un óptico, creyendo que necesitaban pulimento. En verdad que me dió mucho gozo que me dijera que mi vista había mejorado, por lo cual me dió lentes más débiles. Y continuó mejorando hasta que pude leer letra de imprenta de buen tamaño sin necesidad de lentes. Hace tres años que se me extraviaron mis anteojos y no me fueron devueltos sino hasta pasados seis meses; pero ya para entonces yo podía leer tipo de imprenta de lo más pequeño sin los lentes, y no los he vuelto a usar.
Es sumamente reconfortante saber que a medida que somos humildes Dios nos habla como le hablaba a Moisés, “cara a cara, cual suele hablar un hombre con su amigo” (Exodo 33:11). Su palabra a Abram: “No temas, Abram; yo soy tu escudo, [y] tu galardón sobremanera grande” es verdadera para todos los que busquen la verdad.—Edimburgo, Escocia.