Junta de Frutos de los Periódicos
[Síntesis de las discertaciones pronunciadas en ella la mañana del 8 de junio, cuyo texto íntegro aparece en inglés en el Christian Science Sentinel del 3 de julio de 1954.]
Carta de salutación de La Junta Directiva de la Christian Science
Queridos amigos:
Tenemos la dicha de daros la bienvenida a esta junta y de alegrarnos con vosotros por los ricos frutos de la actuación de La Sociedad Editora de la Christian Science.
Escribió el Salmista (68:11): “El Señor dió la palabra: grande era la compañía de los que la publicaban” (según versión inglesa). Mediante la palabra impresa, cada una de las publicaciones periódicas fundadas por nuestra Guía, Mary Baker Eddy, viene cumpliendo con su objeto santo de hacer la palabra del Señor asequible para toda la humanidad. Es esta palabra con las obras lo que produce el fruto, y nosotros de veras damos nuestro apoyo a estas publicaciones cuando tomamos tal palabra y con inspiración y consagración demostramos su poder curativo. Dice Mrs. Eddy en “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” (pág. 354): “Las palabras de la Ciencia divina encuentran su inmortalidad en obras, porque su Principio sana a los enfermos y espiritualiza a la humanidad.”
A medida que los que leen nuestras publicaciones periódicas reconozcan su bendito privilegio y responsabilidad de publicar la palabra mediante las obras de ellos, la compañía de los que la publican será en verdad grande y el fruto abundante.
Cordialmente vuestra
Mensaje tónico de la Administración Fideicomisaria de La Sociedad Editora de la Christian Science
Por todas las partes del Campo en su conjunto entero debería circular el pensamiento: “Debo hacer lo que hago mejor de día en día.” El progreso es la ley deífica. El fruto de nuestras vidas merece crédito sólo en la medida en que el del corriente año supere al del anterior. Luego no es de medirse cuantitativamente sino comparativamente, la siega actual excediendo a la anterior, el trabajo de ahora siendo mejor que el de antes. Así la humanidad sale con seguridad mediante largo y constante progresar de la obscuridad a la luz.
Un rasgo indispensable del modo de pensar del Científico Cristiano es su visión. La visión es el ímpetu que da alas a todo lo que se logra llevar a cabo, la fuerza que nos lleva a algún gran término. “Sin visión profética, el pueblo perece” leemos en Proverbios 29:18 (según versión inglesa). Cuenta una fábula que tres hombres picaban piedra al lado de un camino cuando un viandante se detuvo a preguntar qué hacían. Le contestó el primero: “Estoy picando piedra.” La respuesta del segundo fué: “Ayudo a construir un muro.” Y el tercero, mirando una estructura elevada que había cerca, dijo: “Estoy edificando una catedral.”
El debilitamiento de la inspiración y la visión espirituales, el fervor que se desvanece, son imposiciones de la apatía, la consecuencia del solo mal. La visión inspirada es luz que sigue todo el día desde el amanecer hasta el anochecer, y retiene su esplendor todavía, deteniéndose para coronar la refulgente plenitud de la madurez del hombre que adornan la sabiduría, la benignidad y el amor. No hay razón para que disminuya la inspiración ni para que aumente la apatía, sólo hay en tal caso decaimiento en la diaria tarea de defensa, de defenderse contra la indolencia y la apatía. Es la inspiración del Amor, como dice Mary Baker Eddy, lo que nos mantiene alertas y atentos a la Verdad, la Vida y el Amor. El que diario se defiende de las sugestiones mentales agresivas, retiene su gozo, frescura, inspiración y visión que hacen de cada día suyo un aumento en el éxito de lo que emprende y en su curación. Escribe Mrs. Eddy: “Y el crecimiento científico no manifiesta debilidad ni enflaquecimiento ni visión ilusoria, ni distraimiento de ensueño ni insubordinación a las leyes vigentes, ni pérdida ni escasez de cuanto constituye la hombría verdadera” (Miscellaneous Writings, pág. 206).
Si nos pusiéramos a pensar en las maravillas de la luz que transforma esta esfera en algo bello, haríamos pausa al considerar que toda la luz y refulgencia del sol atraviesan los cielos en que parecía no haber sino una obscuridad nocturna tan completa que nada en la tierra puede compararse con ella. Cuando nos acosan los problemas terrenales preocupándonos cuál sea su desenlace, podemos recordar que la Christian Science presenta la luz de la Verdad trascendiendo los densos nubarrones y llegando hasta donde estamos. Ningún problema es tan negro ni noche alguna tan obscura que no pueda llegar hasta nosotros este mensaje de amor y de curación con su influjo y poder esclarecientes. Prosigamos agradecidos nuestra jornada, impartiendo su luz a los demás.
En estos tiempos tan perturbantes, porque las aflicciones de los hombres son el resultado de sus pensamientos, nosotros los Científicos Cristianos tenemos un deber enfático por ser perentorio y prolífico en sus posibilidades. Es tan sencillo en sí como profundo en su efecto en el pensar del mundo. La declaración de este deber que a veces olvidamos emite un elemento de verdad que, como el grano de mostaza, crece hasta volverse un árbol en cuyas ramas se posan las aves del cielo. Se halla al final de los Artículos de Fe de la Christian Science que escribió Mrs. Eddy, y dice (Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 497): “Y prometemos solemnemente velar y orar por tener en nosotros aquella Mente que estaba también en Cristo Jesús, hacer con los demás lo que quisiéramos que hicieren con nosotros, y ser misericordiosos, justos y puros.”