Ser independiente espiritualmente es gobernarse a sí mismo, pensar de por sí bajo el gobierno de Dios, sin dejarse influir por las opiniones o las creencias mortales. Dependiendo de la Mente divina y siendo independientes de la mente mortal damos ocasión a que nos guíe el Amor y nos gobierne, así dando lugar a que el bien se desenvuelva naturalmente en nuestra experiencia humana. Escribe Mary Baker Eddy en “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” (pág. 106): “Lo mismo que nuestra nación, la Christian ScienceNombre que Mary Baker Eddy dió a su descubrimiento (pronunciado Crischan Sáiens). La traducción literal de estas dos palabras es “Ciencia Cristiana”. tiene su Declaración de Independencia. Dios ha dotado al hombre con derechos inalienables, entre los cuales se encuentran el gobierno propio, la razón y la consciencia. En realidad el hombre goza de gobierno propio sólo cuando es dirigido correctamente y gobernado por su Hacedor, la Verdad y el Amor divinos.”
La independencia espiritual es necesaria para conservar nuestra ecuanimidad mental y física. Es defensa contra la falsa creencia en general, contra embrollos infaustos, influencia personal u otra forma de asechanzas mesméricas. Para demostrar nuestra independencia espiritual hay que buscar la solución de nuestros problemas consultando al Principio, no a persona alguna. De ese modo adquirimos sabiduría y fuerzas para habérnosla con toda situación provocativa. Esto no requiere que nos abstengamos de tratar con la gente ni de tener que ver con lo que sea bueno en sí, sino únicamente que nos apartemos de la mente mortal y sus falacias. Aunque la mente espiritualmente independiente se mantiene resuelta a no ceder a erróneas opiniones humanas, eso no implica frialdad, superioridad ni indiferencia. No la impele la propia voluntad ni la arrogancia ni el orgullo, sino la obediencia al Principio divino. Siempre ajena a la presunción, respeta los derechos de los demás, y como a Dios se vuelve en busca de inspiración y dirección, es espontáneamente afable, bondadosa y amante de cooperar.
El pensar espiritualmente independiente mantiene una singularidad de propósito que asegura el progreso de quien así piensa. Fué la independencia espiritual de Abraham, su fe y obediencia lo que lo sacó de Ur de los caldeos para que hallara mejor manera de vivir. Fué la independencia espiritual de Moisés, su lealtad individual a Dios lo que lo indujo a librar a su pueblo de la esclavitud de Egipto. Fué la independencia espiritual de Jesús, su estar siempre resuelto a que lo dirigiera correctamente y lo gobernara “su Hacedor, la Verdad y el Amor divinos,” lo que lo habilitó para que enseñara y probara el evangelio de la curación cristiana a despecho de la implacable oposición. Fué su independencia espiritual, su abandono de las opresivas creencias humanas para encomendarse a la ley y el poder divinos, lo que capacitó a nuestra intrépida Guía para emprender su magna misión de revelar a la humanidad la verdad espiritual del ser y de restaurarle a cada hombre su derecho inalienable del gobierno de uno mismo, “la razón y la consciencia.”
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