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“Acercaos a Dios”

Del número de enero de 1956 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Que lo reconozca o que no lo reconozca, el corazón humano ha deseado a través de los siglos comprender a Dios, darse cuenta de Su presencia, estar profundamente convencido de que El es. Los hombres convienen por regla general en que nunca se ha logrado vencer efectivamente el mal sin algún grado de comprensión de la naturaleza de Dios. También puede decirse que la prueba de que una religión satisfaga verdaderamente está en que acerque a sus adeptos más a Dios. Que la religión de la Christian Science descubierta y fundada por Mary Baker Eddy, da esa prueba plena lo evidencia el gran número de estudiantes que declaran que ellos nunca habían conocido realmente a Dios sino hasta que lo encontraron mediante el estudio de la Biblia en correlación con los escritos de Mrs. Eddy.

Uno de los métodos para buscar y entender a Dios es el que explica nuestra Guía en su Mensaje a La Iglesia Madre correspondiente al año de 1901 (Message to The Mother Church for 1901) diciendo (pág. 1): “Como Científicos Cristianos procuráis definir a Dios a vuestra propia consciencia sintiendo y aplicando la naturaleza y posibilidades prácticas del Amor divino.” Estudiando esta declaración se ve claro que buscar a Dios es un procedimiento con doble objeto: lograr estar consciente de la presencia del Amor y aplicar las potencialidades del Amor a los asuntos de nuestra vida diaria — dejando que ese Amor viva en nosotros.

Mrs. Eddy describe este método de buscar y hallar más sucintamente aún en su Mensaje a La Iglesia Madre correspondiente al año de 1902 de esta manera (pág. 8): “Cuando amamos, aprendemos que ‘Dios es Amor.’ ” De modo análogo podemos decir: “Siendo veraces, aprendemos que Dios es la Verdad,” y así sucesivamente, encontrando que expresando activamente las cualidades que atribuimos al Principio, Mente, Alma, Espíritu, Vida, Verdad y Amor desarrollamos nuestra comprensión de cada uno de estos sinónimos de la Deidad.

Cierta estudiante de la Christian Science había dedicado mucho tiempo al estudio de la letra de esta Ciencia esforzándose por resolver un problema. A pesar de tal estudio, persistía en ella una sensación de estar aparte o separada del bien. Una mañana oró más fervientemente para sentirse más cerca de Dios y obedeció el impulso de leer y meditar sobre el pasaje antedicho. Pronto le advino la intuición angelical: “Tú ciertamente que sabes que Dios es Amor y aseguras que el hombre es Su imagen y semejanza. Procura ser la semejanza del Amor en todo lo que hagas hoy.” Así es que durante todo el día se esforzó consecuentemente por aplicar la naturaleza del Amor a todos sus pensamientos y acciones. Además de haber quedado satisfecha su necesidad, al terminar el día ella se sentía más segura de la presencia y el poder de Dios de lo que se había sentido por algún tiempo. Este resultado tenía que seguir al hecho de haber ajustado ella su modo de pensar al Amor y al Principio, porque así demostraba realmente más de su identidad verdadera — esa identidad que siempre está a una con Dios y que existe a punto de la comprensión perfecta.

El método para obtener una comprensión de Dios reflejando las cualidades de Dios no lo originó la bien querida Descubridora y Fundadora de la Christian Science. Las sabias instrucciones que nos da Mrs. Eddy para nuestro progreso espiritual emanaron de su pleno conocimiento de lo que enseñaban los personajes bíblicos, adquirido por su estudio y por inspiración. Moisés, el gran leader hebreo que era amante de la justicia y a cuya amaneciente comprensión de Dios los hijos de Israel debían el haberse librado de Egipto, se esforzaba por comprender mejor a su Hacedor cuando Dios se le reveló como el “YO SOY EL QUE SOY” (Exodo 3:14).

Dudando todavía, y esforzándose aún por cerciorarse de su propia habilidad para grabar en sus paisanos la verdad de esta gloriosa revelación, Moisés fué compelido a someterse a una serie de pruebas. Primero, cuando arrojó su vara al suelo, su temor excesivo se le manifestó en forma de serpiente, pero cuando obedeció el mandato de que tomara esa serpiente por la cola, se le infundió prueba de su dominio. Y luego vió desaparecer la evidencia de la lepra cuando, obedeciendo a lo que le indicaba la sabiduría, metió en su seno por segunda vez la mano. Refiriéndose a esto que hizo Moisés dice Mrs. Eddy en su libro de texto, “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” (pág. 321): “Dios había mitigado el temor de Moisés con esta prueba en la Ciencia divina, y la voz interior vino a ser para él la voz de Dios, que dijo: 'Así será, ... que si no te oyeren, ni dieren oídos a la voz de la primera señal, creerán a la voz de la postrera señal.’ ” Es claro que ejercitándose en las virtudes del amor, la humildad y la obediencia, Moisés llegó a reconocer que la voz interior es la voz de Dios. Fué sintiendo la naturaleza de Dios y aplicándola a su experiencia como se convenció Moisés de que Dios es Todo y está siempre presente, y así quedó habilitado para seguir adelante fortalecido por esa convicción.

Cuántas veces en nuestra experiencia la voz interior viene a ser para nosotros la voz de Dios cuando con pureza de deseo seguimos el impulso de la sabiduría venciendo así tal o cual forma de erróneo pensar. Nuestra necesidad puede consistir en lograr un concepto más elevado de la honradez. Quien esté resuelto a expresar estricta honradez en lo que piensa y hace aprenderá pronto que al hacerlo así adquiere una comprensión más clara de Dios como Verdad. Y halla entonces más fácil descubrir lo que forja la mente mortal y se da cuenta de que la Verdad siempre se halla disponible, es todopoderosa y capaz de destruir toda falsa sugestión.

De igual manera nos percatamos más de que Dios es Vida cuando nuestros buenos hechos habituales reemplazan la apatía u ociosidad. Estamos más conscientes de Dios como Espíritu cuando substituimos los antojos carnales o mundanales con la espiritualización de nuestros móviles y deseos. En la proporción en que rechacemos resueltamente el testimonio de los sentidos para aceptar en cambio la belleza y perfección del Alma como características de nuestra consciencia verdadera, entendemos a Dios como Alma. Al rehusarnos a tomar el concepto de una mente personal y limitada como nuestra, buscando siempre la sabiduría y el gobierno de la divina Mente única, reconocemos luego que esa Mente es Dios. Cuando elevamos cada acción nuestra a la norma del Principio perfecto midiéndola con su ley infalible, entonces podemos reconocer que Dios es Principio.

El apóstol Santiago nos da en pocas palabras su regla para adquirir un concepto más claro de Dios cuando dice: “¡Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros!” (Santiago 4:8). ¿No es el hecho de acercarnos a Dios el mismo que describe Mrs. Eddy cuando dice “sintiendo y aplicando la naturaleza y prácticas posibilidades del Amor divino?” Sabemos que en realidad el hombre nunca puede estar más cerca de Dios de lo que está en este momento, puesto que está a una con El por siempre. Pero la consciencia humana tiene que librarse del pensar erróneo que tiende a ofuscar este hecho santo, y este procedimiento que purifica es en verdad acercarse a Dios.

Jamás ha poseído nadie una comprensión de Dios más clara que la que tenía Cristo Jesús, ni ha aplicado nadie la naturaleza del Amor más consecuentemente en su trato con sus semejantes. Las curaciones maravillosas que Jesús efectuó fueron el resultado de su práctica aplicación del hecho de que Dios es Amor. Su resurrección fué prueba irrefutable del poder del Amor bien entendido para contrarrestar el odio y los prejuicios. En su Sermón de la Montaña que puede decirse contiene la ética del Cristianismo, cada precepto y mandamiento nos insta a que demostremos más de lleno la Vida y el Amor.

Si el cristiano de hoy día busca a un Dios remoto o si el concepto de la omnipresencia y omnipotencia del bien le parece demasiado vasto para comprenderlo, que comience allí mismo donde esté a utilizar activamente las cualidades de la humildad, fe, amor y obediencia. Son incalculables las oportunidades que se presentan en el curso de cada dia para sentir y aplicar la naturaleza del Amor. Incluyen puntualidad y solícita consideración en nuestro trato con los demás, perdón de la rudeza o falta de amor de parte de alguien, disposición para dar desinteresadamente, aprecio y, sobre todo, ver consecuentemente a nuestro prójimo como Jesús lo veía — el hombre espiritual perfecto.

Mediante ese modo de vivir la verdad en práctica experiencia individual encuentra uno que su comprensión se le aviva al grado de saber que Dios es Todo en todo, y puede probarlo curándose a sí mismo y a otros. ¡Qué tarea tan gozosa y remunerativa ésta de vivir uno siquiera un día la magna verdad de que el Amor es todo y que el error no es nada! En la medida en que así lo hace el estudiante consecuentemente, experimenta la certeza de las palabras bíblicas: “Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros.”

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