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Flexibilidad para abordar la tarea

Del número de enero de 1956 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Por una maestra de la Escuela Dominical de una filial

Trabajando en la Escuela Dominical, a veces hallo necesario atender con prontitud a las creencias mortales de índole perturbadora en los niños. He aprendido que puedo vencerlas fácilmente, no viendo con desmayo un grupo de pequeños mortales excesivamente activos que hay que subyugar, sino en el grado en que yo esté suficientemente alerta para inculcarles la atractiva Verdad que cura de manera que los capte en el mismo punto en que les parezca hallar su interés contrario. Así supera la Verdad inmortal, predominando sobre las tendencias mortales. Si a algún pequeñuelo le parece encontrar su ideal en uno de esos vaqueros novelescamente audaces, yo le explico con énfasis la inteligencia, tino, habilidad y cuidado que tiene del ganado a su cargo, juntamente con otras cualidades características de semejante personaje hasta que los pensamientos del niño ascienden hasta la fuente u origen de toda buena cualidad. Si una niñita viene a la clase afanosamente encantada del nuevo vestido que trae puesto, al grado de que de momento todo en ella parece ser vanidad, aprovecho esa ocasión, para llamar su atención al cariño de su madre que le hizo ese vestido o de su padre que se lo compró, trayendo luego a la conversación el quinto mandamiento que ordena amar a nuestros padres terrenales, y pasando en seguida al Primer Mandamiento (Exodo 20:3): “No tendrás otros dioses delante de mí.”

Si excluyera yo sumariamente los vaqueros y los lindos vestidos u otros encantos de la niñez como objetos para los que la Escuela Dominical no tiene lugar, al venir a la clase los alumnos creerían que habría que abstenerse allí de su interés o intereses predilectos, y así las lecciones dominicales les parecerían algo ajeno a su vida diaria. Mientras que, alentándoseles pronto a que reemplazcan los conceptos mortales de que hablen con la verdad correspondiente, se les vuelve natural pensar científicamente de cada fase de su experiencia diaria aún hasta los pequeñuelos que aprenden así paso a paso cómo aplicar la Christian Science prácticamente. En su ser verdadero, cada niño es reflejo del Amor que siempre está presente. Nuestro bendito privilegio como maestros es estar despiertos y despertar a cada alumno a este hecho práctico de acuerdo con lo que enseña la Christian Science.

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