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“Alzando los ojos al cielo”

Del número de enero de 1956 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Dios es Amor infinito, rodeando de abundante bien a todos Sus hijos. No tiene límites la provisión que da el Amor de salud, actividad y afluencia. La ley del Amor redime al obstinado, fortalece al débil, cura al lisiado y alimenta al indigente. Obedeciendo esta ley divina, nos eleva a que reflejemos conscientemente la substancia verdadera que se manifiesta en belleza, poder y seguridad.

La Christian Science nos capacita para que probemos nosotros mismos que Dios es la substancia verdadera, infinita, siempre presente y disponible. La ley de Dios es una ley de abundancia que nunca falla, y nuestra amada Guía, Mary Baker Eddy, clarifica muy bien este hecho cuando dice en No y Sí (pág. 30): “La ley de Dios consta de tres palabras: ‘Yo soy Todo,’ y esta ley perfecta siempre está presente para rechazar cualquier pretensión de que haya otra ley.” Estas tres palabras simples expresan la esencia y la naturaleza de la verdadera substancia o realidad. Por lo cual aprendemos que la substancia no es algo que hay que acaparar o tomar como posesión personal que sólo unos cuantos logren obtener. Es el Espíritu infinito, Dios, y la Christian Science, o sea el Consolador prometido, ha venido a ensanchar nuestra comprensión de que tal substancia es todo y siempre está presente.

Nunca puede impedirse que se manifieste la divina ley de la abundancia del bien. Cristo Jesús dió una prueba sublime de esto cuando alimentó a la muchedumbre en el desierto. Su ejemplo nos muestra cómo también nosotros podemos valemos de la misma ley para desvanecer la creencia en la carencia. Describamos esa escena tal como consta en el Nuevo Testamento (véase Mateo 14:15–21): Ansiosa de escuchar sus palabras, la inmensa multitud había seguido a Jesús hasta hallarse con él en el desierto. Se acercaba la noche, y las provisiones que llevaban los discípulos del Maestro eran sumamente escasas para tan numerosa muchedumbre con la que no contaban ellos. Mesmerizados por esa escasez que presentaban los sentidos materiales, los preocupados discípulos no acertaban a saber cómo alimentar cinco mil con sólo cinco tortas y dos peces. Le rogaban al Maestro que despidiera a la gente, y es de inspirar el relato que hace Mateo de lo que sucedió luego. ¿Convino Jesús en que era en efecto apremiante por ser real la escasez aparente? No, apeló inmediatamente a Dios sabedor de que El es Todo en todo, siendo por tanto infinita la substancia sin que eso dé lugar a temer nada. Con toda calma y seguridad dijo a sus inquietos discípulos: “No tienen necesidad de irse.”

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