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La verdadera fuerza atómica

Del número de enero de 1956 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


No es de sorprender que la fuerza atómica haya captado la atención del mundo tan pronto una vez descubierta la Christian Science. Porque esta Ciencia demuestra que la verdadera fuerza es la energía de la Mente divina; y concuerda con la ley de elementos contrarios de la supuesta mente carnal, ya que el error produce falsificados conceptos de las verdades espirituales que Dios revela a la humanidad. La verdadera fuerza atómica es la acción o la voluntad de Dios. Ha quedado a la disposición del pensamiento humano en esta era mediante la Christian Science, y esta energía expone y aclara cómo puede Dios haber hecho Su universo y al hombre espirituales e indestructibles. Explica Mary Baker Eddy en sus Miscellaneous Writings (Escritos Diversos, pág. 190): “La acción atómica es Mente, no materia. No es ni la energía de la materia, ni el resultado de la organización ni el producto de la vida infusa en la materia; es infinito Espíritu, Verdad, Vida que desafía al error o la materia.”

La Christian Science muestra la distinción entre el Espíritu que es Dios, con Su energía divina expresada en el universo espiritual y benéfico, y la materia con su falsificada energía aparentemente cuajada o congelada en el átomo material y capaz de poseer gran potencia destructiva al soltársele en la acción atómica. La esperanza de la civilización está en que la auténtica acción atómica “desafía al error o la materia.” Esta verdad profetiza la conservación de la civilización ante todas las amenazas del materialismo destructivo.

El hecho mismo de que la fuerza atómica puede controlarse o dominarse para usársele edificativamente a fin de destruir los límites que la ignorancia le impone a la humanidad, hace ese control inevitable. Esto es, en efecto, un paso hacia nuestra liberación del sentido material de la existencia, puesto que reclama el ejercicio activo de la inteligencia, un atributo o cualidad que derivamos de Dios. Luego la lucha de la humanidad por sobrevivir no la libra primordialmente contra la fuerza atómica material, sino contra el mal pensamiento que trata de emplear esa energía destructivamente. Cuando se percibe esto, la situación no se muestra tan sin esperanza.

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