No es de sorprender que la fuerza atómica haya captado la atención del mundo tan pronto una vez descubierta la Christian Science. Porque esta Ciencia demuestra que la verdadera fuerza es la energía de la Mente divina; y concuerda con la ley de elementos contrarios de la supuesta mente carnal, ya que el error produce falsificados conceptos de las verdades espirituales que Dios revela a la humanidad. La verdadera fuerza atómica es la acción o la voluntad de Dios. Ha quedado a la disposición del pensamiento humano en esta era mediante la Christian Science, y esta energía expone y aclara cómo puede Dios haber hecho Su universo y al hombre espirituales e indestructibles. Explica Mary Baker Eddy en sus Miscellaneous Writings (Escritos Diversos, pág. 190): “La acción atómica es Mente, no materia. No es ni la energía de la materia, ni el resultado de la organización ni el producto de la vida infusa en la materia; es infinito Espíritu, Verdad, Vida que desafía al error o la materia.”
La Christian Science muestra la distinción entre el Espíritu que es Dios, con Su energía divina expresada en el universo espiritual y benéfico, y la materia con su falsificada energía aparentemente cuajada o congelada en el átomo material y capaz de poseer gran potencia destructiva al soltársele en la acción atómica. La esperanza de la civilización está en que la auténtica acción atómica “desafía al error o la materia.” Esta verdad profetiza la conservación de la civilización ante todas las amenazas del materialismo destructivo.
El hecho mismo de que la fuerza atómica puede controlarse o dominarse para usársele edificativamente a fin de destruir los límites que la ignorancia le impone a la humanidad, hace ese control inevitable. Esto es, en efecto, un paso hacia nuestra liberación del sentido material de la existencia, puesto que reclama el ejercicio activo de la inteligencia, un atributo o cualidad que derivamos de Dios. Luego la lucha de la humanidad por sobrevivir no la libra primordialmente contra la fuerza atómica material, sino contra el mal pensamiento que trata de emplear esa energía destructivamente. Cuando se percibe esto, la situación no se muestra tan sin esperanza.
Dice Mrs. Eddy (ibíd., pág. 356): “Los elementos reprimidos de la mente mortal no necesitan detonación para quedar libres. La envidia, la rivalidad, el odio no hay que gratificarlos temporalmente a fin de quedar destruidos por el sufrimiento; hay que asfixiarlos por falta de aire y libertad.” Un ambiente mental cristiano que repulse la envidia, la rivalidad y el odio que la libertad y la prosperidad cristianas parecen haber despertado en la mente carnal, puede sofocar los móviles mortales que tratan ciegamente de provocar un incendio.
Conociendo el poder de los pensamientos espirituales, los Científicos Cristianos están especialmente obligados moralmente a contribuir a extinguir los móviles malévolos y a reemplazarlos con los pacíficos. Ellos conocen la potencia de la comprensión de que la Mente divina es una y única y la irrealidad de la mente falsa y falsificadora. Por tanto, ellos deben aplicar diligentemente su conocimiento de que Dios es Todo y de que según la Ciencia todos los hombres son hermanos a efecto de represar y disipar la locura que trata de hundir al mundo en las tienieblas de una medianoche moral.
Lo que debemos preguntarnos es: ¿Estamos utilizando plenamente, como Científicos Cristianos, el poder del Espíritu para impedir tal desastre? ¿Analizamos la situación inteligentemente y empleamos todo lo que ha explicado nuestra Guía, aplicándolo al problema? El físico reduce la materia a energía atómica y pretende poder así desvanecer la materia. Pero la Christian Science reduce la materia a voluntad humana — falsa energía mental que contradice la voluntad divina. Muestra que la materia no es más que la incorporación de los pensamientos falsos.
En sus Miscellaneous Writings, Mrs. Eddy habla de la declaración de Pablo respecto a que se gozaba en las flaquezas (II Corintios 12:10). Y afirma ella luego con novedad revolucionariamente radical (pág. 201): “La Ciencia de esa declaración de Pablo resuelve el elemento erróneamente llamado materia a su pecado original, o sea la voluntad humana; esa voluntad que trata de oponerse a que las cualidades del Espíritu estén sujetas al Espíritu.” En la ascensión, Cristo Jesús disipó la energía material hasta desaparecer su cuerpo físico. Así se le premió su lucha por expresar la voluntad de su Padre. Dijo él (Juan 6:38): “Descendí del cielo no para hacer mi propia voluntad, sino la voluntad de aquel que me envió.” Y él enseñó a todos a orar (Mateo 6:10): “Sea hecha tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.”
Si hemos de demostrar el poder del Espíritu sobre esa humana voluntad que trata de soltar la fuerza atómica para causar un holocausto mundial, debemos desprendernos de la voluntad humana. Mal podríamos reprimir se dé rienda suelta a una energía que nosotros mismos incorporamos. Pero si nuestros pensamientos y nuestra vida concuerdan con la voluntad pura de Dios, demostraremos ese ambiente mental que el Cristo infunde, en el que los móviles malos se extinguen y la energía material queda sujeta a control mientras no la disipe el Espíritu.
Así comenzará la desaparición de la materia en nuestra experiencia individual, y amenguará el poder del mal en el pensamiento humano en general. Demostrará que “la fuerza atómica es Mente, no materia.” Y proverá el refugio en el Espíritu que siempre está presente para los que hacen la voluntad del Padre.
