Cuando nos acercamos a Dios nos damos cuenta de la pureza y la frescura inherentes a la naturaleza de la existencia espiritual. El Dios que es Amor restaura todo lo que es bueno y en El nada de bueno falta. Antes de que halláramos la Christian ScienceNombre que Mary Baker Eddy dió a su descubrimiento (pronunciado Crischan Salens). La traducción literal de estas dos palabras es “Ciencia Cristiana”., no sabíamos cómo reclamar nuestro derecho patrimonial como hijos de Dios, cómo experimentar la pureza y el poder que son nuestros por reflexión. Pero ya hemos encontrado la manera de hacerlo así mediante nuestra comprensión de Cristo.
En la Verdad que es el Cristo, nada falta. Cuando estamos conscientes de su influencia sentimos el amor, la vitalidad y lozanía que el bienestar espiritual ocasiona. Cuando trabajamos mediante el Cristo, no tiene límites nuestro aguante. Decía Pablo (Filipenses 4: 13): “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” Cristo no es una abstracción. Incluye todos los atributos divinos tales como sabiduría, poder, fuerza, amor, salud, santidad, que existen independientemente de la materia. Cristo es la verdad relativa a nuestra naturaleza celestial. Estamos completos en Cristo. Nada le falta al hombre creado por Dios. La comprensión de que el hombre es inseparable del Cristo revela la naturaleza divina del universo espiritual que Dios hizo. El cuadro que presenta la mente mortal es de mortalidad que consta de nacimiento, crecimiento, pecado, enfermedad y desintegración. Nosotros parecemos expresar esta imagen imperfecta hasta que entendemos plenamente al Cristo, y en la proporción en que nos viene esa comprensión nos es dado probar que el hombre lleva la imagen del celestial.
Humanamente hablando, debemos vivir conforme a lo mejor que sabemos o conocemos, ganando de continuo más de la naturaleza del Cristo. Dice Mary Baker Eddy en “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” (pág. 547): “La teoría verdadera del universo, incluso el hombre, no se encuentra en la historia material sino en el desarrollo espiritual. El pensamiento inspirado renuncia a una teoría material, sensual y mortal del universo y adopta la espiritual e inmortal.”
Consagrándonos diariamente al ideal divino esta gloriosa percepción consciente de la armonía ha de eclipsar a la historia de lo material y de su aparente evidencia de pérdida y destitución. La historia material consta de una serie de supuestos sucesos materiales. No es un desenvolvimiento de ideas sino una acumulación de creencias, mientras que la historia espiritual es la constancia del hombre espiritual. Contiene e incluye todo lo que de bueno Dios imparte a Su creación. Este bien que Dios da consiste en espiritualidad, inspiración, libertad sin límites, gozo y fuerza. Desde que los años comenzaron hasta que cese el tiempo, Dios gobierna al hombre mediante Su Cristo, y siempre está presente para regir su vida, sus acciones y su destino.
¿Aceptamos nuestro nacimiento como nuestro comienzo? En tal caso, nos sumergimos en un mundo de falsificaciones, un sueño de placeres y de dolores en la materia, una historia de pecados, enfermedades y la muerte. “Si vivimos por el Espíritu, andemos también según el Espíritu,” dice San Pablo (Gálatas 5:25). Es claro que avanzar hacia el reino del Espíritu sólo a medias resulta ilógico. Tampoco podemos trasladar nuestro sentido material de la vida al espiritual. Puesto que hemos nacido de Dios y no de humanos seres, podemos emprender la tarea de probarlo punto por punto, en una serie lógica de sucesos, venciendo progresivamente lo material y cumpliendo con las obligaciones morales que exige la verdad.
Dice a uno la mente mortal: “Tú eres joven. Puedes ver adelante los muchos años que te esperan.” Y a otro le dice: “Tú eres viejo; tus años quedan detrás de tí.” ¿Aceptamos tales creencias? “Si vivimos por el Espíritu, andemos también según el Espíritu.” Si existimos en la eternidad de la Vida, no somos ni jóvenes ni viejos. La Vida no está trabada entre el nacer y el morir. Ahora mismo coexistimos con Dios. Según las Sagradas Escrituras, somos la vid que El ha plantado y las ovejas de Su cuidado.
A diario hay que declarar que la unión del hombre con la Vida eterna no se ha disuelto ni puede disolverse. A diario hay que contemplar con gratitud la amorosa provisión que Dios nos da y Su incesante amor. A diario hay que estar al tanto de Sus obras maravillosas y saber que ni el pasado ni el futuro pueden debilitar nuestra comprensión del bien siempre presente. No es necesario esperar al Cristo hasta mañana para que nos cure. Es nuestro ahora mismo. La inspiración nos revelará la continuidad de la vida en Cristo. La enfermedad, que es material o materialmente mental, no puede existir en el hombre por ser éste espiritual. “Si vivimos por el Espíritu, andemos también según el Espíritu.”
El cuerpo abarcado por el pensamiento espiritualizado ha de expresar salud naturalmente. La Verdad restaura los gozos que parecen ausentes y la hermosura que parece haber huido. Aprendemos en la Christian Science que hay que invertir el error a fin de llegar a la verdad. Tenemos que hacer que se callen los sentidos antes que podamos estar conscientes del Alma. Por ejemplo, una estudiante de la Christian Science deseaba ayudar a su hermana que sufría de un tumor. Recordó que el comienzo de su experiencia en la vida de esa hermana no había sido feliz. Se puso a revisar mentalmente en oración las fases aflictivas por las que había pasado su hermana, reemplazando cada una de ellas con la verdad que ella sabía ha de existir en Dios. ¿Había dicho la historia material de su hermana que no la querían de compañera y que no la amaban? ¿No daba Cristo testimonio de que ella era la hija amada de Dios, preciosa inconmensurablemente, guardada en la Vida divina, inspirada por el Amor divino? Esa hermana que así oraba ha de haber percibido con claridad que Cristo, la Verdad, restaura, porque cuando terminó de orar su hermana había sanado.
Un solo caso de curación de seguro que ha de ser suficiente confirmación del hecho de que nuestra verdadera naturaleza es espiritual y de que Cristo restaura todas las cosas. Dice un himno amado (No. 202 del Himnario de la Christian Science):
Oh soñador, despierta de tus sueños,
levántate, cautivo, libre ya ;
que el Cristo rasga del error el velo
y de prisión los lazos romperá.