No puede haber o hallarse una evidencia más convincente y reconfortante del inalterable amor de Dios hacia el hombre que el concepto cristiano-científico del Cristo siempre presente. Abundan en la Biblia los relatos inspiradores de hombres y mujeres que, habiendo aprendido a escuchar la voz interior, han podido enseñar a otros a que escuchen y obedezcan la misma llamada.
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