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El Consolador guía

Del número de julio de 1957 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Christian Science, percibió la distinción entre la realidad y la irrealidad, inició una revolución espiritual en la consciencia humana. Postrada en cama por los efectos de un accidente que ni la medicina ni la cirugía podía curar, ella se puso a leer la Biblia y ganó una convicción espiritual de que Dios, la Mente divina, es la causa de todo ser real, y que todo lo que no es semejante a la Mente, no es real. Esta consciencia o percepción de la realidad la curó.

Entonces Mrs. Eddy emprendió un estudio escudriñativo de la Biblia a fin de averiguar qué era lo que la curó tan de súbito. Ella se dió cuenta de que las obras de Jesús se fundaban en un Principio divino que él así demostraba, una Ciencia espiritual que de manera natural sanaba a los enfermos y a los pecadores. Varios años después, cuando ella había sometido a prueba lo que había aprendido en la Biblia, escribió Mrs. Eddy el libro de texto de la Christian Science, “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras,” y estableció la Iglesia Científica de Cristo para presentar al mundo su descubrimiento.

Al estudiar la Biblia Mrs. Eddy encontró que Jesús había asegurado a los que le seguían que después de su ascensión Dios les enviaría otro Consolador. El les describió este Consolador también como “el Espíritu de verdad” y el Espíritu Santo. Era tal Consolador, o Ciencia del Cristianismo que había empleado Jesús, lo que curó a nuestra Guía. Su descubrimiento fué una revelación de lo que ya existía pero oculto o imperceptible a la vista humana. Mrs. Eddy estaba espiritualmente equipada o habilitada para percibir la Ciencia del Cristianismo y presentarla a la humanidad. Dice ella en la página 55 de Ciencia y Salud: “Este Consolador, según yo lo entiendo, es la Ciencia Divina.”

El Maestro entendía por completo el Consolador y curaba por su nombre o influencia. El enseñó a sus discípulos esa verdad en cuanto eran entonces capaces de entenderla. De entre los así instruidos, sólo Juan pudo comprender el significado más profundo. El fué el único que escribió o dejó constancia de las palabras de Jesús con referencia al Consolador. Relata que Jesús dijo hacia fines de su ministerio (Juan 16:12 y 13): “Aun tengo muchas cosas que deciros, mas ahora no las podéis llevar. Pero cuando viniere aquel Espíritu de verdad, él os guiará a toda verdad.”

“El Espíritu de verdad,” el Consolador o Ciencia Divina ya está aquí y viene guiando a los que buscan sin prejuicios a la salud, la armonía y el cielo. Declara Mrs. Eddy en sus Miscellaneous Writings (Escritos Diversos, pág. 189): “Cuando, como niños pequeños, somos receptivos y estamos dispuestos a aceptar el Principio divino y la regla del ser, según se revela en la Ciencia divina, la interpretación que allí se encuentra se verá que es el Consolador que guía a toda verdad.”

A efecto de seguir las indicaciones con que nos guía la Ciencia divina y cosechar así sus bendiciones, hay que desarrollar o cultivar el sentido espiritual, la percepción del bien espiritual. Un estado de consciencia lleno de teorías y creencias humanas no puede percibir ni comprender al Consolador, ni tampoco desde una base emotiva o exclusivamente intelectual. Hay que descartar convicciones fijas respecto a la realidad de la material, a fin de poder compenetrarnos de las verdades espirituales que son las reales. La base o punto de vista material debe ceder su puesto a la espiritual.

La Ciencia divina es revolucionariamente radical, y el pensamiento humano tiene que aceptarla y comprenderla mediante los sentidos espirituales a efecto de disfrutar sus beneficios. El que ya tenga sólo fe debe ahora adquirir comprensión espiritual; el que haya venido creyendo que su personalidad es real, debe aceptar en cambio su individualidad inmortal; hay que cambiar las cosas por pensamientos; la materia debe ceder su puesto al Espíritu.

La base en que se funda la Ciencia divina es que Dios es Todo en todo y que no existe ninguna otra inteligencia ni poder — que Dios es Amor, el Principio de todo ser. La Ciencia divina declara que Dios, el bien, es la única fuente de todo ser verdadero, y que en consecuencia, la discordante falsificación material no es real o cierta. La Ciencia divina muestra el camino hacia el cielo, la armonía, elevando nuestros pensamientos por encima de las teorías físicas. Cuando lo material y lo mortal quedan excluidos del pensamiento, el que eso logre percibe y entiende el ser verdadero.

Dice Mrs. Eddy (Prefacio de Ciencia y Salud, pág. vii): “Los Magos fueron llevados a contemplar y a seguir este lucero matutino de la Ciencia divina, iluminando el camino a la armonía eterna.” Fueron los Magos y los pastores-profetas de mente espiritualizada los que vieron esta estrella. Los otros no la vieron. Y así hoy. Se requiere una espiritualización del pensamiento para ver la estrella de la Ciencia divina. Es apartando la vista de lo personal y de lo material como se logra ver hallar el camino de la Ciencia divina que nos lleva a la salud, la felicidad y el cielo. Se necesitan pensadores espirituales en el curso perennemente desenvolviéndose para que sigamos al Consolador que nos lleva a la Verdad.

El Cristo que Jesús ejemplificó en la obra de su vida es el poder de Dios que cura, guía, enseña, revela y nos purifica con su actividad en la consciencia humana. Es el poder que habilitaba a Jesús para curar enfermos, salvar regenerando al pecador y resucitar a los muertos, y en su propio caso, desaparecer a la vista o de la vista humana cuando experimentó lo que conocemos como la ascensión.

Hoy tenemos el privilegio de seguir a ese mismo Consolador. Adviene a nuestra vida o pensamiento a medida que fomentamos el desenvolvimiento en nuestro pensamiento de la Vida, la Verdad y el Amor divinos. Esta era actual está dispuesta a tocar la orla del vestido de la Verdad, a comprender y utilizar la Ciencia divina. Para el Consolador no existe ningún monopolio que es sólo humano concepto, ni sacerdocio.

Los que seguían a Cristo Jesús esperaban su regreso a la tierra en forma corpórea. El hondo anhelo que tenían los discípulos de Jesús de un mensajero material era lo que les impedía comprender más plenamente al Consolador y que tiende a impedir que lo acepten los cristianos de hoy día. Sin embargo, el humano pensar se muestra hoy más receptivo del Espíritu de lo que era en los tiempos de Jesús, cuando la idea de Cristo asombró tanto a un mundo entonces profundamente imbuido en la materia. Hoy, más que nunca, es el mensaje espiritual del Maestro más que la personalidad humana lo que halla una acogida apreciativa. Ya despiertan a la comprensión de que el mensaje de Jesús era el Cristo, que nunca ha estado ausente. Aunque invisible a los sentidos materiales, el Cristo siempre está presente para el sentido espiritual.

El Cristo en toda su plenitud se nos revela ahora como el Consolador, o Ciencia Divina. Hoy se utiliza para destruir los pecados y restaurar la salud, en cumplimiento de la promesa del propio Jesús (Juan 14:12): “El que en mí cree, las obras que yo hago también él las hará; y mayores que éstas hará; porque yo voy al Padre.” Fué inmediatamente después de decir eso cuando Jesús prometió que enviaría al Consolador, implicando claramente que éste nos habilitaría para hacer las “obras mayores.”

Aunque Jesús se fué al Padre, el Cristo eterno está siempre con nosotros, representado en mayor sentido aún como el Consolador o Ciencia Divina, que de nuevo está curando a los enfermos y quitando los pecados del mundo.

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