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Habiéndome servido de mucho los testimonios...

Del número de julio de 1957 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Habiéndome servido de mucho los testimonios que he leído en nuestras publicaciones periódicas y los que he oído en las reuniones testimoniales de los miércoles de las Iglesias Científicas de Cristo, quiero expresar mi gratitud por haber sido guiado a la Christian Science. Nunca me había imaginado que me pasara eso, en primer lugar por ser yo un médico, y en segundo lugar porque estaba más o menos satisfecho con la filosofía como una especie de religión.

Todo iba bien conmigo en realidad hasta que contraje artritis. Un día vino a verme un paciente en un estado que, según la opinión de los médicos, suele requerir por regla general un período considerable de tiempo para curarse. Después de darle mi primer tratamiento le dije al paciente que volviera dentro de dos o tres días. Volvió al día siguiente, ya sano. En respuesta a mis preguntas, me dijo que el día anterior, en vista de que su estado empeoraba, dolorosamente, un amigo lo había inducido a que fuera a ver a un practicista de la Christian Science. Y he ahí ante mis ojos el resultado: una curación completa literalmente de la noche a la mañana.

Eso me impresionó, pero me dejó resuelto a echar al olvido ese incidente hasta algún tiempo después cuando mi señora trajo a colación ese caso instándome a que fuera a ver al practicista para que atendiera a mi propio estado patológico. Y fui por mera curiosidad, mas no sin ciertas reservas de mi parte.

Al instante en que comenzamos a hablar del asunto en esa entrevista, se me disolvió esa poca impasibilidad estoica. Habiéndole indicado mi deseo de averiguar algo respecto a la Christian Science, me respondió preguntándome: “¿Cree usted en Dios?” A lo que me sentí obligado a contestar afirmativamente. “¿Cree usted que para Dios todas las cosas son posibles?” volvió a preguntarme. Y otra vez contesté que sí. Así quedó fijada certeramente una base para seguir discutiendo. Todas mis preguntas las contestó clara, inteligente y bondadosamente. En verdad, no pude menos que sentir la calidez y la fuerza de un amor impersonal hacia Dios y hacia el hombre. El practicista terminó por recomendarme leyera el libro de texto “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” y otros libros de la Christian Science por Mary Baker Eddy. Ya para entonces yo pensaba seriamente darme cuenta de lo que fuera este sistema para curar, cuyos éxitos prácticos ya no se atreve a pasar por alto del todo la ciencia material. Y encontré, al estudiarlo, que me era fácil convenir con lo que enseña Mrs. Eddy, por más que sea lo contrario de lo que enseñan las teorías escolásticas generalmente aceptadas.

Volví a ver al practicista dos veces. Luego un día me hallé completamente sano, aunque no acertaba a saber cuándo o cómo había ocurrido mi curación. Ahí me hallaba yo frente a frente de otra demostración del poder de Dios para curar. ¿Qué hacer en seguida? Nadie puede servir a dos señores y estar en paz. ¿Puede satisfacernos lo que es menos cuando ya comprendemos lo que es más? Tenía yo que escoger. Entonces se me abrieron nuevas sendas en que ocuparme, y abandoné por completo la profesión médica. Desde entonces he presenciado otras curaciones cristiano-científicas, cada una de ellas dando testimonio de que Dios, el Gran Médico, es Todo.

Yo agradezco no únicamente mi curación sino también la más amplia y honda tranquilidad que me ha traído consigo la Christian Science, el extenso alcance de sus actividades en que nos apoyamos, las nuevas amistades y el privilegio de servir de ujier en una iglesia filial. La Christian Science me ha abierto un nuevo mundo; por lo cual expreso mi agradecimiento a Dios, el Todo en todo, a Cristo Jesús, nuestro Ejemplificador del camino, y a Mrs. Eddy, que nos ha dado el libro de texto de la verdad que el mundo necesita más que ninguna otra cosa.—

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