Hace unos treinta años los médicos me informaron que estaba sufriendo de una hemorragia al estómago y que si no me valía de la ayuda médica me restaría poca vida. No los escuché decidida a probar la Christian Science, pues había leído algo de la literatura autorizada que se me había proporcionado. Sabiendo que no podía permanecer en las condiciones en que me hallaba, llamé a una amiga para que me dijera algo más acerca de la Christian Science. Cuando le pregunté si creía que podía sanarme ella me replicó afirmativamente.
Tratamiento me fué dado en ausencia y muy pronto me quedé dormida. A la hora desperté completamente libre de dolor. Cuando interrogó a mi amiga preguntándole que es lo que me había sucedido, me replicó: “Ha sido usted sanada.” Nunca en mi vida me había sentido mejor. Le pregunté si podía comer algo, a lo que me respondió que me prepararía el desayuno. Pero yo le dije, ya que estaba curada, podía preparármelo yo misma. Me hice y comí una abundante colación, cosa que no me había sido posible mientras sufría de la afección al estómago.
Esta curación me dejó tan impresionada que le pregunté a mi amiga cómo se había verificado. Me contestó que después de leer el libro de texto de la Christian Science, “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” por Mary Baker Eddy, lo comprendería. Me procuró una copia que leí día y noche hasta acabarla. Las enseñanzas halladas en esta obra eran tan diferentes a las que me habían enseñado, que fué poco lo que pude captar de su significado hasta que comencé a leer el libro de texto nuevamente. Sólo entonces empecé a comprenderlo.
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