Hace unos treinta años los médicos me informaron que estaba sufriendo de una hemorragia al estómago y que si no me valía de la ayuda médica me restaría poca vida. No los escuché decidida a probar la Christian Science, pues había leído algo de la literatura autorizada que se me había proporcionado. Sabiendo que no podía permanecer en las condiciones en que me hallaba, llamé a una amiga para que me dijera algo más acerca de la Christian Science. Cuando le pregunté si creía que podía sanarme ella me replicó afirmativamente.
Tratamiento me fué dado en ausencia y muy pronto me quedé dormida. A la hora desperté completamente libre de dolor. Cuando interrogó a mi amiga preguntándole que es lo que me había sucedido, me replicó: “Ha sido usted sanada.” Nunca en mi vida me había sentido mejor. Le pregunté si podía comer algo, a lo que me respondió que me prepararía el desayuno. Pero yo le dije, ya que estaba curada, podía preparármelo yo misma. Me hice y comí una abundante colación, cosa que no me había sido posible mientras sufría de la afección al estómago.
Esta curación me dejó tan impresionada que le pregunté a mi amiga cómo se había verificado. Me contestó que después de leer el libro de texto de la Christian Science, “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” por Mary Baker Eddy, lo comprendería. Me procuró una copia que leí día y noche hasta acabarla. Las enseñanzas halladas en esta obra eran tan diferentes a las que me habían enseñado, que fué poco lo que pude captar de su significado hasta que comencé a leer el libro de texto nuevamente. Sólo entonces empecé a comprenderlo.
A pesar de que había siempre amado la Biblia habiéndola leído toda mi vida, me di cuenta que mi concepto de Dios era muy limitado. Siempre había creído que debía pasar por la experiencia llamada muerte antes de poder ver a Dios o entrar al cielo. Cuando la verdad que Dios es Amor aquí y ahora presente se me reveló, me sentí tan inundada de gratitud que no hallaba palabras con que expresar mi alegría. Una cura sucedió a otra hasta que sentí como si me hubieran hecho de nuevo.
Una de las curaciones que experimenté fué la de estreñimiento de la cual sufría hacía mucho, llevándose a cabo mediante mi propio entendimiento. Poco después inadvertidamente pisé en un hoyo recalcándome el tobillo. Me senté y este pensamiento se me presentó (Ciencia y Salud, pág. 264): “Tenemos que mirar hacia donde deseamos caminar, y debemos obrar como si poseyéramos todo el poder de Aquel en quien tenemos nuestro ser.” A los pocos minutos sentí que el hueso del tobillo volvía a su lugar pudiendo seguir mi camino. Cuando volví a casa miré el tobillo. No había ninguna señal de lo sucedido y nunca desde aquel día me ha causado molestia.
Alabo a Dios por las múltiples curaciones y las bendiciones que he recibido. El ejemplo de Cristo Jesús y la revelación de Mrs. Eddy me aportan inspiración diaria. Estoy agradecida por ser miembro de La Iglesia Madre como también en una Sociedad de la Christian Science en cuya organización inicial tomé parte, como también por haber recibido instrucción en una clase autorizada, y por el privilegio de servir en varios comités de la iglesia, lo que me permite trabajar en la viña de la Verdad.—Arlington, Texas, E.U.A.