¿Cuántas veces tuviste hoy que escoger entre un buen y un mal pensamiento? ¿Sabes de la ocasión en que Jesús tuvo que escoger qué clase de pensamientos debía escuchar?
Pues bien, esta es otra historia verdadera, y es acerca de un niñito que descubrió lo que eran los pensamientos. Y aprendió a escoger entre los pensamientos que vienen de Dios, que son buenos, y los pensamientos que son malos y que nos traen dificultades al tentarnos para que actuemos mal.
Ricardito vivía en una casa que tenía pisos muy resbalosos; esos pisos que son tan fabulosos para deslizarse en ellos. Y ¡cómo le gustaba deslizarse cuando se quitaba los zapatos! A su papá y mamá no les gustaba mucho cuando él se deslizaba rápidamente por el pasillo. Siempre le recordaban que era peligroso y que no debía dejarse tentar para hacer tonterías.
Como Ricardito asistía a la Escuela Dominical él también sabía la historia de cómo el diablo — que no es una persona sino el error que nos da malos pensamientos — trató de que Jesús hiciera cosas que no debía hacer.
Pero Jesús se dio cuenta de las artimañas del diablo. Jesús sabía que el error, o el mal, en realidad nunca podía hacerle nada. Sólo sugería malos pensamientos y los hacía aparecer como buenas ideas.
Con todo y eso, Ricardito escuchó al pensamiento que le murmuraba: "¡No sabes lo que te estás perdiendo al no deslizarte en el pasillo!" Así que, una noche, antes de irse a la cama, se deslizó una vez más. Y ¡cómo estaba de resbaloso! Luego se sintió un gran ruido ¡BAM! Era la cabeza de Ricardito que había chocado contra el marco de la puerta.
Su mamá vino corriendo y lo miró de esa manera especial y amorosa que quería decir que ella estaba orando por él. Ricardito le dijo: "Estoy bien. No tienes que trabajar por mí; yo oraré por mí".
Ahora bien, la palabra "trabajar" que él mencionó se refiere a la oración según se la habían enseñado en la Ciencia Cristiana. Era el reconocer la presencia de Dios y la perfección del hombre creado por Dios.
Ricardito no podía leer muchas palabras pero sí conocía la palabra "Dios". A veces cuando no se sentía muy bien, abría uno de los libros de su mamá, llamado las concordancias de Ciencia y Salud por Mrs. Eddy. Encontró la palabra "Dios" y vio cuán frecuentemente estaba mencionada. A pesar de que ésa era la única palabra que podía leer, esto lo hizo sentirse cerca de Dios. Lo ayudó a recordar que Dios lo amaba, y que él era el reflejo de Dios. Mrs. Eddy dice: "Tal como vuestro reflejo aparece en el espejo, así vosotros, siendo espirituales, sois el reflejo de Dios". Ciencia y Salud, pág. 516; Sus padres le habían dicho lo que "reflejo" quería decir. Te paras frente a un espejo, y la imagen en el espejo es tu reflejo. Si levantas tu mano, el reflejo hace lo mismo; no puede hacer nada a menos que tú lo hagas primero — te obedece a ti.
Aquella noche, después que su mamá lo acostó, él se dijo: "No voy a pensar en el chichón que tengo en la cabeza. Voy a pensar en lo que es ser el reflejo de Dios, perfecto como Él". Y se quedó dormido pensando en Dios.
A la hora del desayuno, cuando su mamá lo vio se puso muy contenta. El gran chichón que tenía en su cabeza había desaparecido. Ella sabía que ésta había sido una curación en la Ciencia Cristiana que él había logrado por sí mismo. Su mamá le preguntó cómo había orado. Ricardito le dijo que él era el reflejo de Dios, y sonriendo añadió: "Yo sabía que para que esto me sucediera a mí, tenía que sucederle a Dios primero. Pero como a Dios no le sucedió, ¡a mí tampoco me sucedió!"
Ricardito se dio cuenta de que de ahí en adelante tenía que escoger con más cuidado los pensamientos que le venían. ¿Venían de Dios, o eran murmuraciones del mal? Y Ricardito sabía que, como Cristo Jesús, el Mostrador del Camino, él podía decirle a la sugestión del mal: "Vete". Mateo 4:10. Y tenía que irse.