Desde que presencié la magnífica primera curación de mi esposo hace más de veinticinco años, me convertí en estudiante de Ciencia Cristiana.
Varios médicos prominentes no habían podido ayudar a mi esposo a recuperarse de los efectos de sus vicisitudes sufridas durante la Segunda Guerra Mundial. Un compañero de sus años de universidad, que no era precisamente Científico Cristiano, le contó a mi esposo que un pariente que era practicista de la Ciencia Cristiana lo había curado a él de un problema similar.
Mi esposo no sabía nada de la Ciencia Cristiana, pero después de dos años de constante sufrimiento, su desesperación era tan grande que estaba dispuesto a probar cualquier cosa. El día de su entrevista con la practicista salió de casa en un estado de tristeza y con su acostumbrado malestar. Regresó transformado, físicamente libre e irradiando felicidad, como si le hubieran quitado un velo — como en realidad ocurrió. Esta curación nos llevó a ambos a iniciar un consagrado estudio del libro de texto de la Ciencia Cristiana, el cual nos iluminó las sagradas páginas de la Biblia.
Otra curación notable fue la que tuvo uno de nuestros hijos. Sanó de mudez diagnosticada incurable. Violentos y frecuentes ataques de mal humor en un niño que era muy grande y fuerte para su edad, se añadían a su incapacidad de hablar o comprender tan siquiera una palabra hablada. Tres años de consagrado tratamiento diario suministrado por la practicista de la Ciencia Cristiana mencionada previamente, aportaron la perfecta curación del niño, que pudo comenzar a asistir a la escuela justo a la edad adecuada. Debido a ciertas leyes del país donde residíamos, el niño tuvo que ser examinado. Un especialista de fama mundial en problemas de locución, había diagnosticado que nuestro hijo jamás hablaría. La Ciencia Cristiana revocó esta opinión y este joven es ahora un estudiante distinguido y una alegría para todos los que lo conocen. Habla con tanta fluidez que a veces tenemos que rogarle que nos tenga compasión y deje de perorar.
Otro de nuestros hijos, desde muy pequeño, ha sanado a otras personas y él mismo también sanó por medio de la Ciencia Cristiana. Ahora que es un hombre, estoy profundamente agradecida de poder decir que continúa apoyándose en la Ciencia Cristiana para la curación. Sanó de leucocitosis con el consagrado trabajo de una practicista de la Ciencia Cristiana que es amiga y vecina.
En aquel tiempo nuestro hijo cursaba el último año de estudios secundarios en una escuela particular y lo mandaron a la enfermería de la escuela. Accediendo a sus deseos no se le suministró medicina, pero con afecto se le brindó lo necesario para su bienestar. Nuestro hijo llamó a la practicista, y el atento personal médico tuvo el privilegio de presenciar una evidente demostración del poder sanador de la Ciencia Cristiana, porque el médico que lo atendía lo declaró libre de todo síntoma de la enfermedad y se le permitió reasumir sus clases en menos de una semana a partir del momento en que fue llevado a la enfermería. Muchos otros pacientes que sufrían de la misma enfermedad pasaban semanas en la enfermería.
Esta curación fue de especial importancia para mí. Mi esposo y yo nos encontrábamos en el extranjero en aquel momento y no sabíamos nada de lo que estaba ocurriendo. Esa experiencia de nuestro hijo indicó su deseo e independiente decisión de recurrir a la Ciencia Cristiana para la curación, y por esto estamos sumamente agradecidos.
He tenido muchas curaciones en la Ciencia Cristiana. Desde que tomé instrucción en clase Primaria de la Ciencia Cristiana, se me ha presentado un negocio muy remunerativo, en el cual puedo usar mis conocimientos de dibujante publicitaria y de diseños de alta costura. Este negocio continúa desarrollándose de manera cada vez más útil.
Con todo cariño expreso mi más profunda gratitud a nuestro Padre celestial por Cristo Jesús, el Mostrador del camino; por Mrs. Eddy, cuya gloriosa revelación del Consolador está bendiciendo a toda la humanidad; y por haber recibido clase de instrucción, la cual está profundizando mi comprensión de la Ciencia Cristiana.
New Canaan, Connecticut, E. U. A.