La ira jamás se justifica. Ni siquiera la ira que afirma ser justa. La Biblia dice: "Cruel es la ira, e impetuoso el furor". Prov. 27:4; En otra parte las Escrituras se refieren ocasionalmente a "la ira de Jehova", mas Dios, Amor divino, jamás puede estar iracundo. Mrs. Eddy explica en Ciencia y Salud: "Las manifestaciones del mal, que simulan la justicia divina, se llaman en las Escrituras 'la ira de Jehová'. En realidad demuestran la destrucción propia del error o de la materia, e indican lo contrario de la materia, la fuerza y permanencia del Espíritu". Ciencia y Salud, pág. 293;
La Ciencia Cristiana sostiene que la cólera, la ira, la hostilidad — todas las emociones violentas — son características malévolas de la mente carnal. Son depravados enemigos mentales del bienestar humano que deben dominarse resueltamente en el pensamiento antes de que aparezcan en formas más visibles y agresivas.
Los vientos y las olas embravecidas, la ferocidad de las bestias, la violencia emocional, las convulsivas reacciones musculares, y la inflamación corporal en los seres humanos — todos ellos son algunos de los fenómenos destructivos de la ira mortal. Por lo general, la gente anhela liberarse de ellos, y pueden liberarse mediante la actividad del Espíritu divino, la Vida verdadera y permanente del hombre. La ira y sus crueles manifestaciones no son los componentes legítimos de la vida humana. No tienen ninguna influencia sobre el hombre real y espiritual que es la imagen de Dios, la Mente divina, el Padre único del ser verdadero, de manera que la humanidad tiene poder para vencerlos mediante la operación del Cristo, o idea divina, en la consciencia humana.
El carácter del hombre verdadero siempre está libre de tendencias hostiles. Ni las expresa ni sufre sus efectos. La mentalidad verdadera de hombres y mujeres, refleja invariablemente serena calma y paciencia, los afectuosos atributos de Dios, la Mente divina. Tales cualidades espirituales niegan la ira y las emociones asociadas a ella. Aquellos que firmemente las expresan son espiritualmente fuertes. Jamás son provocados por la ira, sino que están capacitados para afirmar invariablemente en las palabras de Cristo Jesús, "El príncipe de este mundo. .. nada tiene en mí". Juan 14:30; Están a salvo del asolamiento mental que la ira pudiera imponer. Por otra parte, por medio del Espíritu que expresan, pueden ayudar en la curación de otros al reconocer que todos los hombres en su naturaleza verdadera como la idea de Dios están también libres de la hostilidad y la pasión. No hay nadie que pueda ser la víctima de influencias dañinas.
Hoy en día muchas personas juiciosas reconocen el peligro de encolerizarse. Reconocen en cierta medida la relación entre la mente mortal y el cuerpo físico. Han observado cómo el odio, la malicia, la indignación y la frustración pueden llegar a producir inflamación y malestar en el cuerpo, como también generar actitudes hostiles mentales que pueden ser desastrosas en las relaciones de una persona con otra. Reconocen que de una u otra manera es sabio liberarse y liberar a los demás de estos enemigos mortales.
¿Pero cómo? ¿Reprimiéndolos? ¿Expresándolos? ¿Eliminándolos por medios espirituales?
La experiencia nos enseña que los esfuerzos por reprimir la ira mediante la voluntad humana nunca logran éxito permanente. Peor todavía, el reprimir las emociones tiene el efecto de aumentar la presión interna, que eventualmente explotará con fuerza mayor. De manera que algunas personas versadas en el asunto, se inclinan por lo contrario, es decir, hacia la libre expresión de hostilidad. En el sistema terapeútico de estas personas se provoca al individuo con la deliberada intención de hacerlo expresar sus sentimientos mortales en una manifestación desenfrenada de ira y odio — como si fuera un volcán en erupción que se libera de rocas y deyecciones que no puede contener más.
Mrs. Eddy rechaza este método para dominar la ira con estas palabras: "Los elementos reprimidos de la mente mortal no necesitan de una detonación terrible para liberarlos. La envidia, rivalidad, y el odio no necesitan de una tolerancia temporaria para que sean destruidos mediante el sufrimiento; debieran ser sofocados por falta de aire y libertad". Miscellaneous Writings, pág. 356; En otra de sus obras dice: "La Ciencia Cristiana [Christian Science] ordena al hombre a dominar las malas propensiones, — a refrenar el odio con la bondad, a vencer la lujuria con la castidad, la venganza con la caridad y a resistirse al engaño con la honradez". Ciencia y Salud, pág. 405;
Bondad, castidad, caridad, honradez — tales cualidades son poderosos agentes sanadores en la mente humana. Dios, Amor, Verdad y Espíritu divino, de donde derivan estas cualidades, es Todo-en todo, y el hombre verdadero, que es totalmente creado por Él, es todo bondadoso, todo puro, todo amable, todo verdad. No incluye elementos de lujuria y odio, y la creencia de que los incluye es expuesta como anormal por el Principio divino. Una creencia tal no puede durar y será destruida a medida que el individuo demuestre que su naturaleza es como Dios la hizo, toda espiritual y toda buena.
¿Qué debemos hacer, entonces, cuando la ira surja dentro de la mente humana? Sofocarla con amor. Dios nos da el poder para hacerlo. Para curar esta anormalidad a la manera del Cristo, es necesario eliminar la ira mediante la demostración de la omnipresencia de las serenas cualidades de Dios en nuestra consciencia. Es nuestro derecho poseer el dominio de las cualidades divinas dentro de nosotros, y no de convertirnos en los títeres de la mente carnal que es "enemistad contra Dios". Rom. 8:7. Esta mente falsa quisiera usarnos para manifestar sus cualidades negativas de odio y temor. Pero no tenemos por qué sucumbir a ella. Podemos ser libres. Podemos liberarnos de la ira en la proporción en que tomemos posesión de las cualidades del amor de Dios y las manifestemos conscientemente, las cuales son nuestra fuerza y permanencia.