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¿Qué es la Verdad?

[Original en español]

Del número de octubre de 1973 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Quien por un entendimiento de la verdad espiritual ha ganado paz interior y un sentido de certidumbre, provoca en muchos una curiosidad escéptica. Hace muchos siglos este mismo escepticismo movió a Poncio Pilato a lanzar su famosa pregunta a Cristo Jesús: “¿Qué es la verdad?” Juan 18:38;

El pensamiento general de nuestra época se muestra especialmente crítico de las llamadas “verdades” aceptadas como tales únicamente por ser tradicionales, pero también desconfía de las nuevas ideas humanas que se autoproclaman como verdades. Y con toda razón. El conocimiento humano nunca puede obtener más que fragmentos de la verdad. Este conocimiento, por ser subjetivo, varía según el punto de vista y las circunstancias, o sea, es de inevitable relatividad.

¿Cómo puede un Científico Cristiano presentar la Verdad, que es verdad porque es Dios, a los escépticos de hoy? Reconozcamos primeramente que esto no es un asunto de palabras, por razonables que sean. Nuestros congéneres de hoy están sometidos a avalanchas de palabras, teorías y doctrinas, muchas de ellas contendiendo entre sí. Están justificados en su escepticismo. En la Ciencia Cristiana, que revela el significado espiritual de la Biblia, un buen paso inicial es meditar y examinar detenidamente el ejemplo de Cristo Jesús, quien vivió y enseñó la verdad. Él dijo: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. 8:32;

En el concepto de Jesús, la verdad es un poder liberador, más fuerte que las seudoverdades de los sistemas humanos. La energía de la verdad se ha manifestado en todos los tiempos, porque es una expresión de Dios, que es la Verdad misma, omnipotente. En cierta época de su historia los israelitas comenzaron a adorar a los dioses de la fecundidad, los Baales, que eran tradicionalmente venerados en su nueva tierra, Canaán. Finalmente, tuvieron que llegar a la comprensión de que había un solo Dios y adorarlo a Él únicamente.

La Biblia nos relata cómo, en aquella época, Elías fue guiado por el Espíritu a refugiarse en el monte Horeb. Allí sintió la presencia y el poder de Dios, la Verdad, pero no en el vendaval, ni en el terremoto ni en el fuego — fenómenos que dramatizaron el momento cumbre de su ansiosa búsqueda — sino en un silbo apacible y delicado (véase 1 Reyes 19). El relato bíblico nos muestra cómo el escuchar esta voz divina, aunque tan suave, tuvo consecuencias impresionantes.

Elías no sólo fue guiado a encontrar a su sucesor, el profeta Eliseo, sino que a través de éste, fue el precursor de profundas transformaciones políticas. En Israel, un nuevo rey subió al poder que sirvió de instrumento para destruir el culto de aquellos dioses falsos. La Verdad, el Dios único y omnipotente expresándose a Sí mismo, es una fuerza que transforma toda circunstancia. Elías probó su potencia, y el impacto práctico de sus obras espirituales fue extraordinario.

En nuestro mundo de hoy, muchos aceptan como verdaderas las conclusiones de las ciencias naturales, y nada más. Esta limitación a lo material es algo así como la creencia en los ídolos locales a la que la antigua Israel sucumbió temporalmente. Pero sería vano tratar de oponerse a ello con meras palabras. En Ciencia y Salud, Mrs. Eddy dice: “La pregunta: ¿Qué es la verdad? se contesta con la demostración, — curando la enfermedad así como el pecado; y esta demostración enseña que la curación cristiana confiere la mayor salud y produce los mejores hombres”. Ciencia y Salud, Pref., pág. viii; Ella tenía un concepto dinámico de lo que es la Verdad, entendiéndola como una fuerza que sana y redime.

La causa de muchos de los males de nuestra época puede asociarse con el desconocimiento de la Verdad, un desconocimiento que se manifesta en mentiras, deshonestidad y, más fundamentalmente, en ceguera espiritual. Sabiendo que la Verdad unifica los criterios, elimina la ignorancia, corrige las equivocaciones y armoniza las relaciones humanas, ¡cuánto más debiéramos desear el usar aquello que hemos vislumbrado de la Verdad para beneficiar a nuestros hermanos! Sin embargo, esto no es material de prédica.

Como profesor en una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, he experimentado lo que es la Verdad como poder, en contraposición a la mera palabra bien intencionada. En mi país, las iglesias no acostumbran mantener escuelas dominicales, y para que los niños acudan a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, ella debe competir con las muchas distracciones que un domingo ofrece a la juventud.

Como un medio para lograr un grado de interés que atrajera a los alumnos, me preparaba prolijamente, trataba de estar muy al tanto acerca de lo que preocupaba a los jóvenes, y buscaba temas de discusión que aseguraran la vivaz participación de ellos en la clase. Todo esto era, sin duda, de utilidad pero, no obstante, los alumnos continuaban asistiendo sólo de vez en cuando y el número global de asistentes no aumentaba.

Decidí, pues, estudiar el problema a la luz de un entendimento más espiritual de lo que es la Verdad. En primer lugar, vi que, siendo la Verdad un sinónimo de Dios, el hombre, Su imagen y semejanza, expresa la Verdad con naturalidad. Esto me liberó de un sentido personal de esfuerzo, y quizá aun de frustración. A la vez me hizo comprender que también mis alumnos eran un completo y perfecto reflejo de esa Verdad; por lo tanto, ésta no era algo que yo tenía que poner en ellos. Me di cuenta de que la clase, en conjunto, manifestaba la Verdad. Recibía su vitalidad de esa irradiación de Verdad que el divino Amor omnipresente imparte, y tanto el maestro como los alumnos eran instrumentos por medio de los cuales la Verdad se expresaba en forma inteligente.

Comprendí que la Verdad divina es la fuente inagotable de todo lo interesante, de todo lo que satisface, de todo lo que es bueno saber. La Verdad imparte todo lo que el individuo necesita para ser sanado, para avanzar espiritualmente, para encontrar su razón de ser. No mis palabras pero la Verdad misma, tomada conscientemente como centro de estas horas domingueras, sería el foco de atracción.

En muchos lugares de sus escritos, Mrs. Eddy une al “Cristo” con la Verdad. En el libro de texto Ciencia y Salud, ella define al “Cristo” así: “La divina manifestación de Dios, que viene a la carne para destruir el error encarnado”. pág. 583. Yo medité devota y humildemente sobre el significado que esta fundamental declaración de lo que es el Cristo tenía para mi clase. Comprendí la dinámica de esa “divina manifestación de Dios”, el Cristo activo, que como Verdad ejercía su infinita gracia para vitalizar la clase, para imbuirla de auténtica espiritualidad, de genuino interés y de provecho para todos los participantes, y empecé a dar mis clases bajo un punto de vista enteramente nuevo.

El efecto no tardó en manifestarse al aumentar rápidamente la asistencia. Con felicidad y casi con asombro pude palpar cómo la Verdad hace efectivo su poder inherente de atraer e iluminar, una vez que dejamos a un lado el yo personal, y con fidelidad y modestia hacemos lugar para que ella se exprese.

Esto es el comienzo de un proceso transformador que brinda seguridad interior, felicidad y realización, y, además, nos capacita para ser voceros de ideas que despiertan a otros a su verdadero ser espiritual. Preparémonos, pues, para que la Verdad encuentre en nosotros un lugar para manifestarse.

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