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Al finalizar la década de 1920, comencé a...

Del número de octubre de 1973 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Al finalizar la década de 1920, comencé a padecer de una tos muy molesta y tuve la sensación de estar muy enfermo. Fui a consultar a un especialista de los pulmones y aunque no la diagnosticó tuberculosa, me sugirió que fuera a mi casa y que guardara cama, permaneciendo en un completo descanso por algún tiempo.

Como entonces era soltero y vivía con un matrimonio de edad avanzada, no estaba muy seguro de guardar cama. No obstante, la amable dueña de casa estuvo dispuesta a preparar mis comidas y atenderme.

Después de dos meses no parecía haber experimentado ninguna mejoría. Entonces, una tarde, el dueño de casa vino a mi pieza y me preguntó si había oído hablar alguna vez de la Ciencia Cristiana. Le dije que había oído hablar de ella, pero que pensaba que se trataba de un sistema de decir "estoy bien", "estoy bien", repetidas veces. Me dijo que su madre, que había vivido en Boston, la había investigado y se había vuelto una firme Científica Cristiana y que le había enviado un ejemplar de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, y que estaba en el estante, en el cuarto de estudio por si me gustaría leerlo. Durante el tiempo que había estado en cama había leído muchos de sus buenos libros, de manera que gustoso accedí a leerlo.

Mi madre había fallecido cuando era un niño de seis años y me había hospedado en muchas casas durante mi infancia y había llegado a sentir que a nadie en particular le importaba mucho lo que me había pasado. A medida que leía el libro comencé a darme cuenta de que la vida no dependía tanto del amor que se me expresara como de cuánto Amor del espíritu del Cristo estuviera yo expresando.

Al llegar cerca del final del libro sentí de pronto que Dios me amaba y que a pesar de lo que parecía estar ocurriéndome, ya no sentía más temor y le confiaba a Dios que hiciera conmigo lo que Él quisiera.

Aquella noche desperté y corrí al cuarto de baño donde al mismo tiempo que tosía arrojé la materia que había hecho mi condición tan dificultosa. Dos días después me sentí tan bien que me subí a mi automóvil y fui a ver al médico. Cuando le conté lo que había ocurrido, me dijo: "Dios ha sido bueno con Ud. La mayoría de estos casos requieren una operación y meses de hospitalización para que el pulmón se desinfecte y sane". En una semana había vuelto a mi trabajo.

En aquel momento no comprendí lo que había sucedido, porque aún no había conocido a nadie que fuera estudiante de Ciencia Cristiana; mas yo había sanado simplemente leyendo el libro Ciencia y Salud. Sin embargo, cuando regresé a mi trabajo, un compañero de trabajo me presentó a una joven que era estudiante de Ciencia Cristiana. Ella a su vez me explicó lo que había ocurrido en mi caso.

La Ciencia Cristiana ha respondido a todas mis necesidades desde entonces, y he tenido muchas pruebas del poder sanador y protector de esta Ciencia.

Estoy agradecido por el ejemplo de nuestro Maestro, Cristo Jesús, por el amor desinteresado de Mrs. Eddy, por instrucción en clase de Ciencia Cristiana, y por ser miembro de una iglesia filial y de La Iglesia Madre.


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