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LA CONTINUIDAD DE LA BIBLIA

[Una serie señalando el desarrollo progresivo del Cristo, la Verdad, a través de las Escrituras.]

Abram: leal, generoso y valiente

Del número de febrero de 1974 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando Abram, en obediencia al mandato de Dios, partió de Harán en la etapa final de su largo viaje a Canaán, se dio cuenta de que tendría que hacer un viaje de por lo menos cuatrocientos ochenta kilómetros antes de llegar al centro del país, mas debido a la naturaleza del terreno que tendría que atravesar, era probable que tuviera que recorrer una distancia mucho mayor.

Viajaban con él su esposa Sarai, su sobrino Lot, y un gran séquito de sirvientes que cuidaban de sus numerosos rebaños y manadas. Su llegada a Siquem (Gén. 12:6) se señaló por una nueva revelación de Dios, quien le aseguró que esa tierra le pertenecería a él y a sus descendientes. Abram construyó de inmediato altares en honor a Dios, uno en Siquem y otro en Betel, a unos treinta y dos kilómetros al sur.

Después de una breve estadía en la fértil tierra de Egipto, el hambre en la tierra de Canaán exigió que Abram y sus siervos volvieran a Betel (véase Gén. 13:3, 4) y allí volvió Abram a adorar a Dios según su más elevada comprensión.

En esa época, el ganado del patriarca y de su sobrino llegó a ser tan numeroso que ya no era práctico compartir las mismas tierras para el pastoreo. Para evitar la creciente tensión que se notaba entre los pastores, Abram ideó un plan que muestra cuán invariable era su honradez y generosidad. En lugar de escoger la mejor tierra para él, dejó a su sobrino en completa libertad de elegir la tierra que fuera de su preferencia.

Típica fue también la actitud de Lot. Al ver la fertilidad de la tierra que rodeaba las ricas y prósperas, aunque sumamente materialistas, ciudades de Sodoma y Gomorra, en la llanura del Jordán, prontamente escogió ese terreno para sí, dejando que Abram se contentara con las tierras más estériles y pedregosas de las lomas más elevadas.

Esta separación de Lot fue evidentemente un preludio necesario en el cumplimiento del destino de Abram, pues leemos que “Jehová dijo a Abram, después que Lot se apartó de él: Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente. Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre” (Gén. 13:14, 15). Esta promesa es más notable aún por el hecho de que en aquel entonces el patriarca no tenía hijos. Con sincera gratitud por esta nueva prueba del favor divino, Abram levantó otro altar más a Dios, en este caso, en Hebrón, a más o menos veintisiete kilómetros al sur del lugar que ahora conocemos por Jerusalén.

El capítulo 14 del Génesis presenta a Abram bajo un nuevo aspecto, es decir, en el de un luchador valiente y victorioso; mas sus acciones no están en manera alguna en pugna con su carácter básico. Habiéndose enterado de que Lot, su familia y sus sirvientes habían sido capturados por los ejércitos de Quedorlaomer y sus aliados, Abram se atrevió a instigar y guiar un ataque contra esas fuerzas evidentemente superiores, contribuyendo personalmente con trescientos dieciocho hombres armados y reclutados de entre sus propios siervos.

No sólo rescató a todos los familiares de su sobrino, sus propiedades y todos sus sirvientes, sino también derrotó definitivamente a Quedorlaomer y sus confederados, liberando así a varios reyes locales que reinaban en la región y granjeándose su gratitud y respeto. Más aún, fue bendecido y recomendado por Melquisedec, rey de Salem, cuya importancia se pone de relieve en el Nuevo Testamento (véase Hebr. 7).

Así, pues, es como Abram, antes de recibir su nombre significativo de Abraham, dio pruebas de su generosidad, lealtad, y valentía, y de su confianza en Dios.

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