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POR QUÉ ME HICE CIENTIFICA CRISTIANA

“Hay tantos buenos cantantes — hay tan pocos sanadores cristianos”

Del número de febrero de 1974 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


A la edad de 13 años encontré una edición alemana de El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Esto ocurrió en Aquisgrán, Alemania, cerca de las fronteras de Bélgica y Holanda. No comprendí los artículos cuando los leí, pero los testimonios me fueron realmente interesantes porque una de mis maestras de escuela acababa de sufrir un grave accidente automovilístico y los doctores habían diagnosticado que no viviría. Pero en uno de los testimonios leí esta declaración: “Para Dios todo es posible”. Mateo 19:26;

Entonces pensé: “Todas las cosas son posibles, entonces, ¿por qué no puede ella vivir?” Llevaba ese Heraldo conmigo todas las mañanas la ir a mi iglesia a orar. Que yo supiera no había otros Científicos Cristianos en la ciudad, ni tampoco una iglesia filial.

Me dije: “Si ésta es realmente la verdad, entonces ella va a vivir, no a morir”. Hice la promesa de ir a la iglesia a orar todos los días durante seis meses si Dios le permitía vivir. Y entonces llegó el día en que realmente oré con toda devoción para poder ir a ver a mi maestra y decirle que ella no tenía por qué morir.

Poco después, el director me eligió a mí de entre los alumnos del colegio para ir a dar la despedida a la maestra. En lugar de darle la despedida, le hablé de lo que había leído en el Heraldo, a lo cual la maestra me contestó: “Me has traído luz”. Empezó a mejorar, y en seis meses sanó. Lo mejor del caso es que todavía nos vemos — vivió y todavía vive — y esto fue lo que realmente me inició en la Ciencia Cristiana. Debo aclarar que durante algunos años no estudié la Ciencia Cristiana porque no tenía quien me ayudara a manterme en esta línea de pensamiento. Pero la semilla estaba sembrada.

Me interesé en serio por la Ciencia Cristiana muchos años después, y fue algo realmente maravilloso para mí. Finalmente descubrí lo que Dios es y lo que es el hombre, y esto fue muy importante para mí porque había luchado mucho durante toda mi vida. Cuando los padres se divorcian, queda a veces cierta tristeza en los hijos. Cuando percibí cuán práctica es, en realidad, la Ciencia Cristiana y cómo se puede lograr una vida armoniosa, esto me dio ánimo y me dio todo. Esto hizo posible mi carrera.

Quería ser cantante de ópera. Siempre hay que empezar en un teatro pequeño y dedicar la vida entera para alcanzar la meta — y creo que la meta de todo cantante es estar en la Ópera del Estado de Viena, de Hamburgo o de Munich.

Apliqué la Ciencia Cristiana lo mejor que mi comprensión me permitía. Como era muy joven, me designaron para cantar operetas. Rápidamente llegué a ser figura estelar. Esto es un poco peligroso porque lo afecta a uno muchísimo. Puede uno volverse muy presuntuoso. Felizmente, pude superar esto cuando conocí a una practicista y maestra de la Ciencia Cristiana.

Deseaba realmente tomar clase de instrucción, pero pensé: “No tienes tiempo para clase de instrucción. Tienes que cantar, y el canto es mucho más importante. Puedes tomar clase de instrucción más adelante, cuando necesites saber más acerca de Ciencia Cristiana. No necesitas saber demasiado sobre ella ahora”.

Pero esta maestra estaba muy interesada en todo lo que yo hacía en mi profesión, y me dijo: “¿No cree usted que le sería de gran ayuda si aprendiera usted primero lo concerniente a Dios?”

Tenía razón. En el momento mismo en que empecé a buscar el reino de Dios primero, todo en mi carrera se desarrolló naturalmente. Dejé las operetas y volví a estudiar canto, porque cuando uno canta operetas se descuida la voz, ya que tiene que hacer cosas que nunca haría al cantar ópera. Así que estudié para eliminar toda esa técnica inapropiada.

Finalmente mi hermana me dijo: “¡Dios mío! ¿Piensas comenzar tu carrera en la ópera ahora? ¡Eres demasiado vieja!” Pero yo sabía lo que tenía que hacer. La Ciencia Cristiana enseña que el hombre, como imagen de Dios, está siempre en su estado ideal de perfección. Si es por medio de Dios, la Mente, que recibimos la habilidad, entonces con la ayuda de Dios podemos realizarlo todo.

Así que tuve que empezar desde el principio otra vez, en pequeños teatros de provincia, con muy, muy poco dinero. A veces esto era desalentador, especialmente cuando mis amigos me decían: “¡Tú eras estrella! ¿Y ahora vuelves atrás y empiezas todo de nuevo?” Pero yo pensé: “Con Dios todo lo puedo”.

Recuerdo una ocasión en que me iban a someter a prueba un lunes. El viernes anterior sufrí un terrible ataque de algo que me inflamó la cara. Pensé: “Bueno, Jesús dijo: ‘Destruid este templo, y en tres días lo levantaré’. Juan 2:19; ¡Y yo tengo exactamente tres días para sanar de esto!”

Un doctor amigo me vio y dijo: “¡Dios mío! Es mejor que vayas a un hospital”. Le contesté: “Voy a resolver esto con la Ciencia Cristiana”. Mi madre estaba terriblemente preocupada, pero le dije: “Sólo tráeme algo de comer y déjalo al lado de la puerta; voy a quedarme en mi cuarto”. La Sra. Eddy nos dice: “Para orar como se debe, hay que entrar en el aposento y cerrar la puerta”.Ciencia y Salud, pág. 15. Hice esto — literalmente.

El lunes esto seguía en toda su fuerza. Pero fui a la prueba. El director me dijo: “¡Usted no puede cantar!” Le contesté: “Sí, puedo. No tengo nada malo en mi voz”.

De manera que canté un aria, entonces el director me preguntó: “¿Podría usted cantar otra?”

“Por supuesto”, respondí. Entonces empecé la segunda aria, pero de pronto el acompañante se perdió en la lectura de la música y se equivocó varias veces, pero continuamos hasta terminar. Después el acompañante corrió hacia mí y me dijo: “¡Desapareció, desapareció!” Todo el mal había desaparecido mientras cantaba. Fui contratada por el director inmediatamente. Mi amigo doctor me vio nuevamente y me dijo que la curación había sido un milagro.

Canté como solista de la Ópera del Estado de Viena durante diez años. Aparte de mi carrera, cantaba en mi iglesia filial también. Me ayudó muchísimo el asistir a la iglesia todos los domingos, aunque a menudo se me presentaba la tentación: “¡Volviste tan tarde de la ópera! Realmente debieras dormir el domingo por la mañana”.

Y durante mi carrera como cantante de ópera, empecé a trabajar metafísicamente para ayudar con la Ciencia a otros que me lo pedían. Sólo podía tomar unos pocos pacientes, no muchos. Pero esto me abrió el camino para dedicarme posteriormente a la práctica pública de la Ciencia Cristiana — ésta fue mi próxima meta después de haber alcanzado mi meta profesional.

Tenía un contrato permanente con la compañía de ópera, que me permitía cantar con esta compañía por tiempo indefinido. Tenía un contrato permanente y renuncié a él.

Cuando dejé la ópera para casarme y ser practicista de la Ciencia Cristiana, mis colegas me preguntaron por qué lo hacía. Les dije: “Hay tantos, tantos, buenos cantantes, pero hay tan pocos sanadores cristianos”. No pudieron comprender.

Creo que es una gran cosa ser Científico Cristiano. Me gustaría que todos conocieran la Ciencia Cristiana, porque enriquece tanto la vida — hace que sea una aventura espiritual. ¡Soy tan feliz!

En cada momento de mi carrera, cuando realmente me apoyé en la Ciencia Cristiana y fui obediente a sus enseñanzas, la vida se desarrolló paso a paso. Uno tiene que tener un poco de paciencia también. Pero esto igualmente lo aprende uno en la Ciencia Cristiana. Esta Ciencia me sanó en todo sentido y a otras personas también.

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