A la edad de 13 años encontré una edición alemana de El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Esto ocurrió en Aquisgrán, Alemania, cerca de las fronteras de Bélgica y Holanda. No comprendí los artículos cuando los leí, pero los testimonios me fueron realmente interesantes porque una de mis maestras de escuela acababa de sufrir un grave accidente automovilístico y los doctores habían diagnosticado que no viviría. Pero en uno de los testimonios leí esta declaración: “Para Dios todo es posible”. Mateo 19:26;
Entonces pensé: “Todas las cosas son posibles, entonces, ¿por qué no puede ella vivir?” Llevaba ese Heraldo conmigo todas las mañanas la ir a mi iglesia a orar. Que yo supiera no había otros Científicos Cristianos en la ciudad, ni tampoco una iglesia filial.
Me dije: “Si ésta es realmente la verdad, entonces ella va a vivir, no a morir”. Hice la promesa de ir a la iglesia a orar todos los días durante seis meses si Dios le permitía vivir. Y entonces llegó el día en que realmente oré con toda devoción para poder ir a ver a mi maestra y decirle que ella no tenía por qué morir.
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