Como Científicos Cristianos, estamos deseosos de comunicarle a la humanidad las verdades científicas acerca de Dios y del hombre que tan abundantemente nos han bendecido. El punto vital radica en que estas verdades tienen esencialmente un origen espiritual más bien que teológico. Es decir, las ideas espiritualmente inteligentes y sanadoras son nuestras, no porque somos Científicos Cristianos, sino por lo que es el hombre.
En términos generales, podría decirse que la comunicación es el traslado de verdades, creencias y opiniones de un lugar a otro y de una consciencia a otra. Pero, ¿qué decir de las ideas espirituales? ¿Dónde están esas ideas? En todas partes. ¿A quién le pertenecen? Esas ideas son los componentes del hombre verdadero, que es la manifestación de la Mente, la fuente de las ideas espirituales. Las ideas no son cosas que están flotando en el aire y que el hombre debe capturar con la red de una teología determinada. El hombre incluye todas las ideas correctas en este momento y siempre.
Éste es un punto de capital importancia cuando se trata de comunicar el mensaje sanador de la Ciencia Cristiana, porque cuanto más tratemos de comunicarlo partiendo desde el punto de vista de que nosotros, en la Ciencia Cristiana, hemos monopolizado las ideas espirituales, tanto menos éxito tendremos.
Nuestra comprensión de lo que estamos haciendo debe ir más allá de lo que aparenta ser en la superficie: Científicos Cristianos tratando de compartir las bendiciones de la Ciencia con vecinos y colegas que no lo son. Nuestra comunicación debe presuponer la igualdad espiritual porque esto es, de hecho, la esencia de lo que deseamos comunicar. Y cuando reconocemos esto, superamos el sentido de que somos religiosos que “tienen” un privilegio que ofrecen a quien “no lo tiene”. La verdad es que estamos compartiendo con los otros lo que en realidad ellos ya incorporan.
Estrictamente hablando, disfrutamos del dominio, la inspiración, la paz, la substancia, la inteligencia y la verdadera salud no porque somos Científicos Cristianos, sino porque en nuestro genuino y único ser somos la representación completa de Dios. Y el corolario ineludible de esto es que los otros (ya sean de otras religiones o que no pertenezcan a ninguna) no carecen — en su verdadero ser — de ideas espirituales ni de bien espiritual. Nuestra obligación es comprender que, debido a la naturaleza del hombre, ellos incluyen todas las ideas espirituales.
Ésta es la base de la igualdad espiritual y de una comunicación eficaz. Ésta es la base del lenguaje que llega a quien no es Científico Cristiano. Ésta es también la esencia misma del amor y la humildad, dos cualidades indispensables para una comunicación efectiva.
¡Qué maravillosamente inspirador y atrayente es para aquellos que no son aún Científicos Cristianos cuando en nuestras iglesias, Salas de Lectura y en nuestras conferencias, así como en contactos individuales, establecemos un ambiente que los hace sentir incluidos espiritualmente, anulando así todo sentido de exclusivismo religioso! Esto sucede cuando verdaderamente sentimos la profunda verdad de que aquellos a quienes consideramos como no-Científicos Cristianos poseen algo precioso que las palabras no pueden explicar, porque el hombre de Dios es la identidad verdadera de ellos. Al distinguirse entre lo aparente y lo real, sabemos que ellos, en realidad, no carecen de nada que sea bueno. Esto puede ser lo contrario de nuestra forma actual de pensar. Pero el conocimiento de la verdad pura es el mejor camino que tenemos para ayudar a aquellos con quienes estamos en contacto, para sentir la bondad y la plenitud que son ahora los elementos de su ser verdadero. Ellos asociarán correctamente este sentimiento con la Ciencia Cristiana, y entonces nos habremos comunicado con éxito.
¿No era éste el método de Cristo Jesús? En lo más profundo de su comprensión espiritual no estaba consciente de judíos o gentiles. Estaba consciente de la idea impersonal de Dios, es decir, del hombre. Y era esta consciencia lo que comunicaba la curación a las multitudes. Como lo explica la Sra. Eddy: “Jesús veía en la Ciencia al hombre perfecto, que se le aparecía allí mismo donde los mortales ven al hombre mortal y pecador. En ese hombre perfecto el Salvador veía la semejanza misma de Dios y este concepto correcto del hombre curaba al enfermo”.Ciencia y Salud, págs. 476–477; Jesús curaba fijando su pensamiento en el hombre real y completo y no en un mortal con necesidades morales, espirituales y físicas.
Es muy importante usar métodos directos de uno-a-uno para comunicar a otros las enseñanzas de la Sra. Eddy. Muchos de nosotros nos hicimos Científicos Cristianos debido a un contacto personal con un Científico Cristiano. El contacto personal será más eficaz como un método de comunicación cuanto más reconozcamos y utilicemos los factores metafísicos en que está basado. En Ciencia y Salud hay un comentario desafiante sobre esto que dice: “No es la comunión entre personas, sino la ley divina, lo que comunica la verdad, la salud y la armonía a la tierra y a la humanidad”.ibid., pág. 72; El hombre, en este momento, incluye todas las ideas espirituales que existen — éstas no tienen que desplazarse a otro lugar, o de persona a persona. Esto está ampliado en una declaración posterior en el mismo capítulo: “Si el Espíritu llena todo el espacio, no necesita método material para la transmisión de mensajes”.ibid., pág. 78;
Esto no significa que no debemos o no necesitamos hablar con otros sobre la Ciencia Cristiana, ni promocionar conferencias, servicios religiosos e información sobre Salas de Lectura. Lejos de ello; más bien significa que hará nuestra comunicación más efectiva en la medida en que esté fundada sobre una base inteligente y espiritual, como una demostración científica de la Mente omnisciente y omnipresente. Entonces ilustrará lo claro y lo directo que es el requisito de Jesús: “Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede”. Mateo 5:37.
Nuestro primordial deseo como Científicos Cristianos que se comunican con los demás, no es atraer gente a una religión en particular, sino hacer que la humanidad reconozca la verdad del ser y la identidad divina del hombre y que disfrute de la curación y la satisfacción que se obtiene al hacerlo. Cuando establecemos, tanto individual como colectivamente, esta prioridad espiritual, podemos estar seguros de comunicar las verdades universales de la Ciencia Cristiana de un modo que fomente el genuino respeto por esta extraordinaria religión y que fomente su aceptación.
